Todos somos jubilados – 21 de septiembre 2015
La presidenta Cristina, ¿se habrá olvidado que Ofelia Wilhelm, además de ser la madre de la jefa de estado y la abuela de Florencia y Máximo y la bisabuela de Néstor Iván y Helenita, es una jubilada que le hizo juicio al Anses y que lo ganó con una rapidez notable.
¿Cuántos jubilados hay que cobran la mínima que es un cachetazo al sentido común? Son nuestros padres y abuelos que cobran una suma que no alcanza para nada. Algunos mentirosos le llaman a eso haber jubilatorio. Más justo sería decirle miseria jubilatoria. No por hacer demagogia. Pero si para hacer de vez en cuando, aunque sea, algún llamado a la solidaridad de los funcionarios. Un alerta. Decir con todas las letras que el primer 82% móvil que necesitan nuestros adultos mayores es en el respeto. ¿Algún gobierno les dará el 82% móvil de respeto? Alguien se preocupará por ellos como lo que son: nuestros padres y los padres de nuestros padres. Nuestras raíces. Si no respetamos su sabiduría como lo hacen hasta las tribus más antiguas estamos perdidos. Si no logramos que no tengan que hacer colas interminables en los bancos. Si no conseguimos que no tengan que ir a las 4 de la mañana para conseguir un turno en un hospital. Si permitimos que los geriátricos en muchos casos sean pocilgas donde lo único que sobra es el hacinamiento. Si no nos ponemos en el lugar de ellos porque somos ellos, estaremos perdidos. Para los ministros de economía un jubilado suele ser un gasto terrible, un número en una planilla. Es verdad que ahora hay más expectativas de vida. Que apenas hay un cotizante y medio por cada jubilado. Que hay que reformular todo el sistema para que no colapse. Pero también sé que hay miles y miles de millones que se malgastan en subsidios para los amigos, en propaganda oficial del Fútbol para Todos, en impuestos a la renta financiera que no se cobran, en timbas de todo tipo que deberían arancelarse.
El gobierno de Cristina logró que haya dos aumentos anuales y que no sea un porcentaje arbitrario según el humor y las deudas de los funcionarios. Eso está bien, es un avance que debe reconocerse.
Pero no alcanza. Este gobierno que se ve a sí mismo como progresista cambió su discurso y pasó a reclamar responsabilidad en las cuentas cuando siempre acusó de derechista y conservador al que pidió prudencia en los aumentos salariales. ¿O no hay un ANSES rico con millones de jubilados pobres? ¿O no se utiliza su dinero para cualquier cosa menos para ellos? ¿O la inflación que el gobierno dice que no existe no parte al medio el poder adquisitivo de los jubilados que lo poco que tienen se lo gastan en comida y en remedios? ¿Eso es responsabilidad? Eso es joderles la vida a los que están en los últimos momentos de su vida. El que humilla a los jubilados se humilla a sí mismo. A sus antepasados, a los que lo parieron. A la sangre de su sangre. No se los puede condenar a ser ciudadanos de segunda. Si no es por solidaridad que por lo menos sea por temor. Porque todos vamos hacia allá. Más temprano que tarde todos vamos a ser jubilados.
Todos somos jubilados en potencia. Un jubilado es una foto de nuestro futuro.
Al final del camino y antes de morirnos, todos seremos jubilados. Incluso usted, señora presidente, aunque está claro que su futuro no va a depender de un haber jubilatorio. Usted fue previsora. Usted ahorró. Fue una exitosa abogada y pudo construir una fortuna que le va a permitir pasar una vejez tranquila. Pero no todos los jubilados fueron tan afortunados como usted, señora. Debería tener aunque sea compasión por ellos. Viejo es el viento y sigue soplando, dicen en mi barrio.
Caminan lento pero saben bien hacia donde van. Hablan despacio pero con una profundidad impresionante en sus conceptos. Escuchan menos pero saben a quién deben escuchar. Piden poco. Dignidad para sus manos callosas, respeto para sus espaldas partidas, consideración por sus cabezas blancas. Ayer fue el día del jubilado. Piden lo que pedimos todos: justicia. ¿Es demasiado? O ser viejos es un pecado. Seguramente las cosas cambiarán cuando todos hagamos nuestros los reclamos de Pappo. Cuando todos entonemos un himno que diga: Nadie se atreva a tocar a nuestros viejos. Hay que jubilar la humillación. Porque los viejos son lo más grande que hay. Viejos son los trapos y ellos son los únicos que no pueden esperar.
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