PREOCUPANTE: UN POSIBLE FUTURO
Hay otros, en cambio, en los cuales los argumentos y discursos pasan a un segundo plano. Por la sencilla razón de que la realidad termina imponiendo su lógica irrefutable.
Esto último es lo que muchos creen percibir en estos momentos respecto de si el próximo Gobierno deberá hacer los cambios de a poco (gradualismo) o de un saque (shock) a la hora de resolver la gran cantidad de problemas que arrastra la economía.
Hasta hace algunas semanas, este asunto parecía concentrar toda la discusión de la agenda nacional:
- ¿Desarmar el cepo en cinco minutos o hacerlo muy lentamente, a lo largo de varios meses?
- ¿Subir las tarifas públicas de golpe, aunque implicara triplicar la cifra de la factura, o ir encareciéndolas de modo paulatino?
- ¿Atacar la inflación con toda la artillería monetaria y fiscal o promover una caída gradual en cuatro años?
Estas han sido el tipo de preguntas que los economistas de los distintos candidatos debieron responder ante auditorios de empresarios, en los estudios de TV o en discretas reuniones con banqueros de Wall Street.
Casi siempre, la respuesta a estos temas centrales terminaban sintetizándose en la misma, repetida, incómoda, grave, antipática pero inevitable cuestión: ¿cómo devaluar?
Concretamente, ¿se puede deslizar el tipo de cambio un poco para luego ir acompañando la inflación?, ¿hay que soltar al dólar del todo y dejar que sea el mercado el que fije su precio?
La sensación que a esta altura se está generando en muchos ámbitos es que todas estas discusiones quizás hayan sido inútiles.
¿Por qué? Por la sencilla razón de que hay varios indicadores -tanto de la situación económica interna como del contexto internacional- que muestran que se han ido reduciendo aceleradamente los márgenes de acción.
En otras palabras, cada vez son más los economistas, empresarios, banqueros y taxistas que creen que ya no quedan muchas posibilidades de elegir el camino del gradualismo.
Y entonces actúan en consecuencia, casi siempre en el sentido de proteger su capital ante aquello que consideran inevitable.
Las abultadas compras de dólares en ventanillas oficiales -que no paran de crecer aun con el "recorte" en el monto asignado por persona-, el récord en la demanda de paquetes turísticos y la adquisición (o "encanutamiento") de cualquier tipo de bienes dolarizados son muestras más que elocuentes en este sentido.
Voceros de lo inevitable
Al principio, las voces que se mostraban partidarias del "shock" no provocaban mucha sorpresa: se trataba, en general, de economistas de formación liberal que desde hace tiempo vienen alertando por el desajuste de los precios relativos.
Entre los más connotados figuraba Domingo Cavallo. El siempre controversial -aunque también muy escuchado- ex ministro se ha mostrado muy enojado con Miguel Bein y con los asesores de Scioli.
Es que el candidato oficialista ya anticipó que él es más partidario de ir por camino del gradualismo, el ir de a poco, tal como lo dejó en claro en una reunión con dirigentes de la Unión Industrial: "Si hay algo que la Argentina no necesita es una política de ajuste. Requiere de medidas graduales que profundicen el camino iniciado por Néstor Kirchner y continuado por Cristina".
Bein, por su parte, en un reciente reporte de su consultora afirmó que en el país "no hay margen para correcciones bruscas del tipo de cambio".
"Con una devaluación de este estilo se corre el riesgo de gatillar una aceleración de la inflación sin generar ganancias en términos de competitividad", de producir un gran "deterioro en el poder de compra de los salarios" que termina impactando negativamente "en la actividad y en el empleo", advierte.
En cambio, propone "avanzar por la vía fiscal". Es decir, eliminar las retenciones y aplicar una quita de subsidios que compense la caída de la recaudación y "reduzca el déficit de divisas", a partir de un menor consumo de la población.
Para Cavallo, estas expresiones son una clara demostración de cómo los malos consejos pueden llevar por el camino equivocado a "un político con gran intuición y sentido común".
El ex ministro cree que los desequilibrios que presenta la economía ya son de tal magnitud que el camino del gradualismo no sólo no resolverá los problemas sino que tenderá a agravarlos.
"Si se apunta a que la brecha entre el dólar paralelo y oficial se cierre lentamente, se necesitarán tasas de interés muy altas. La devaluación gradual esperada en el mercado oficial tenderá a aumentar, con el consiguiente impacto sobre las expectativas de inflación y las pujas distributivas", apunta Cavallo.
El ex ministro nunca fue afecto a la autocrítica, pero acaso en su consejo haya, en un plano inconsciente, una utilización de su propia experiencia.
En 2001, ya con la economía transitando su cuarto año de recesión y con el régimen de convertibilidad severamente cuestionado, eligió el camino de eludir medidas drásticas en el plano cambiario y prefirió atacar el plano fiscal, con los resultados conocidos por todos.
El convencimiento de Cavallo es que ahora se equivocan quienes propician un deslizamiento suave del dólar para, más adelante, desarmar el cepo.
Para él, el orden cronológico debería ser precisamente el inverso. "La gente considera que, de esa forma, van a haber permanentes devaluaciones, y no, primero habrá un sinceramiento y luego dependerá de cómo se maneje la economía. Incluso, puede bajar y hasta desaparecer la inflación", vaticinó.
Según el ex ministro, "la única lógica para un nuevo Gobierno es eliminar el cepo cambiario. Si hacen lo que sugiere Bein se van a equivocar, porque hablan de devaluar en el mercado oficial a un ritmo similar al de la suba de precios y eso es mantener el atraso cambiario, que es el destructor de las economías regionales".
En la misma tónica, otro economista con vocación de polemista, José Luis Espert, escribió una encendida defensa de la política de shock en un artículo titulado con una elocuencia que exime de comentarios: "La única opción es el ajuste".
Su argumento es que el cambio de contexto internacional genera una escasez de divisas tal que hace insostenible el modelo que él denomina como de "populismo industrial".
En consecuencia, plantea que será inevitable un corte drástico en el gasto público y un ajuste de los precios relativos, incluyendo subas del dólar y tarifas. Enfatiza que, aun cuando se pudiera conseguir la reapertura del crédito, esto por sí solo no alcanzará para evitar las correcciones.
"Aunque se tenga éxito, sólo se puede lograr en el corto plazo. A la larga, el desequilibrio fiscal y las distorsiones de precios relativos se volverán a hacer sentir, presionando por más y mayores ajustes", advierte.
El mundo no ayuda
Hasta ahí, los planteos no generaban mayores sorpresas. Sin embargo, en los últimos días empezaron a escucharse voces que no se alinean con esas posturas extremas y que manifestaban sus dudas sobre la viabilidad del camino gradualista.
Algunos lo plantearon al constatar la gravedad de "la herencia" que dejará el kirchnerismo.
Uno de ellos ha sido el economista Federico Muñoz, quien señala: "Con Kicillof y Vanoli perdiendo todo resabio de compostura en la gestión monetaria y fiscal y con el escenario externo empeorando semana tras semana, el Gobierno entrante se quedará sin margen para el gradualismo".
Sin eufemismos, considera inevitable que el nuevo Presidente deba convalidar "un salto discreto del tipo de cambio a poco de asumir", además de aplicar un plan de estabilización que impida que "la devaluación sea rápidamente licuada por una aceleración de la inflación".
Uno de los que ve un cambio de clima es Luciano Cohan, que no sólo es un economista respetado sino que además es socio en la consultora Elypsis de Eduardo Levy Yeyati, tal vez el más elocuente defensor del gradualismo.
Cohan admite que el panorama tiende a complicarse a raíz del agravamiento de la situación brasileña: "La posibilidad de avanzar de modo gradual se redujo de manera considerable en estos últimos días", afirma.
Además, hace referencia a la pérdida de esa nación del Investment Grade que hace prever una mayor salida de capitales y una profundización de la debilidad del real frente al dólar, que ya acumula un descenso de más del 50% en lo que va del año.
"La competitividad cambiaria de la Argentina está en los mismos niveles que los de fines de la convertibilidad. No sólo respecto a Brasil, sino frente a una amplia canasta de monedas. Esto, de por sí, reduce las posibilidades de que la próxima gestión pueda avanzar con una estrategia gradualista", apunta Cohan.
Esa preocupación por el contexto internacional en que asumirá el nuevo Gobierno se ha ido generalizando.
Jorge Vasconcelos, economista jefe de la fundación Mediterránea, destaca que la caída en los precios de los productos agrícolas y las devaluaciones de los vecinos constituyen "una seria advertencia acerca del escenario que puede abrirse si -inmediatamente después de las elecciones- la próxima administración no define una agenda de acción a la altura de los desafíos".
También para este analista es un error creer que un acuerdo con los "fondos buitre" que reabra el crédito podrá, por sí solo, arreglar los desajustes.
Recuerda los casos de países que, a pesar de su alto nivel de reservas, sufren el estancamiento. "Sirve para focalizar el diagnóstico sobre la economía argentina: el problema está por el lado de la oferta, no de la demanda", agrega.
Comparaciones inquietantes
Como para hacer más preocupante la comparación con casos internacionales, Ricardo Arriazu, otro economista muy influyente, deja esta frase: "No hay ejemplos en otros países de un gradualismo exitoso".
Agrega que el desajuste entre un tipo de cambio que sube al 9% contra salarios que lo hacen al 32%, será sostenible sólo hasta fin de año, "pero para el 2016 la expectativa es la de una corrección cambiaria".
En definitiva, la inquietud por el escaso margen de maniobra que tendrá la próxima gestión se está instalando en casi todos los ámbitos. Los asesores de los candidatos no lo pueden decir, claro, porque sus comités de campaña prohíben cualquier enunciado que pueda resultar "piantavotos".
Pero lo cierto es que el debate "gradualismo o shock" empieza a sonar avejentado y ya superado por la realidad. Más bien, ahora las charlas transitan por qué tan profundo podría ser el ajuste.
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