Actualidad Por Fernando Gutierrez
Jueves 03 de Septiembre de 2015
¿Alcanzan las reservas para pagarles a ahorristas y turistas?: el dilema K entre cuidar votos o cuidar dólares
03-09-2015
Sólo por el "dólar ahorro" más el gasto en turismo habrá
que sacrificar u$s5.000 millones en los próximos tres meses. En el
medio, está el pago del Boden. Así, la caja del Central juega una
carrera contrarreloj con el calendario electoral. La puja entre
"encanutar" divisas o rifarse las reservas
Era la confirmación para lo que todos sospechaban: el recorte
en la cantidad de dólares autorizados a comprar por persona dejó en
claro que la situación en el Banco Central es más grave de lo que se
suponía.
El interrogante es cómo se manejará el Gobierno en las próximas semanas, en las cuales deberá hacer un fino equilibrio entre cuidar su caja y, al mismo tiempo, mantener el humor social en el marco de una campaña electoral.
Bajo la premisa histórica de que un gobierno nunca ha ganado una elección con dólar alto, el kirchnerismo se ha lanzado resueltamente a un modelo de atraso cambiario que le está pasando factura al nivel de actividad económica.
Pero, sobre todo, lo que se está notando es que, ante la certeza de que la situación actual es insostenible, los argentinos piden ahora todos los dólares disponibles.
Esto lleva a la gran pregunta de estos días: ¿alcanzarán? O, para ser más específicos, ¿es compatible el actual nivel de sacrificio de reservas del Banco Central con el calendario de los comicios?
El actual esquema, para que resulte funcional a los intereses electorales, debe estar diseñado para que dure al menos tres meses más, porque se debe contar con la eventualidad de una segunda vuelta en noviembre.
Y, de mantenerse el nivel de demanda del "dólar ahorro" que se registró en agosto, eso implicaría para los próximos meses el pago, billete sobre billete, de al menos u$s2.000 millones.
Además, se deberá afrontar el vencimiento del Boden 15 que puede implicar el pago de otros u$s6.500 millones, a no ser que se intente un canje que por ahora luce improbable.
Y, en el medio, continúa la sangría por otros rubros, especialmente el del turismo externo.
En lo que va del año, el Banco Central ya sacrificó u$s5.615 millones, entre pago de pasajes aéreos, hoteles y gastos de argentinos con tarjetas de crédito en el exterior.
El monto representa un 24% más que el año pasado y la proyección que hace el sector turístico es que la diferencia se amplíe sobre fines de diciembre hasta casi un 30 por ciento.
En otras palabras, desde aquí hasta fin de año, el turismo implicará un esfuerzo adicional de u$s3.000 millones para el Banco Central.
Refugios de alto costo
A Cristina Kirchner le irritan las interpretaciones periodísticas que hablan de cómo la gente se "refugia" en la compra de dólares, de bienes durables o de viajes.
En uno de sus últimos discursos, hasta ironizó sobre cómo su Gobierno había creado "un nuevo derecho: el del refugio".
"Yo creí que lo que hacían era comprar cosas porque tenían plata. Y el dólar ahorro también porque tienen plata para comprar dólares", se quejaba, ante el aplauso de los asistentes a la Casa Rosada.
Seguro que le asiste razón a la Presidenta: los argentinos que adquieren billetes verdes por ventanillas oficiales tienen el dinero para hacerlo. Más concretamente, en agosto destinaron $6.282 millones, a razón de $6.145 por persona, para hacerse de divisas.
El detalle que Cristina no menciona es que "tener plata" no significa lo mismo para todos. Estos ciudadanos tienen pesos emitidos por el Banco Central argentino y están dejando en claro su deseo de deshacerse de ellos.
De la misma manera que lo han hecho los inversores que compraron el bono dólar-linked y que le ofrecieron al ministro Axel Kicillof el triple de lo que él había solicitado. Un extraño "éxito" el del funcionario, a quien le arrebataron de las manos un título que no da renta y que consiste, básicamente, en un seguro contra devaluaciones.
En esa tónica se está moviendo el mercado en estos días. Y está claro que la corrida hacia la divisa estadounidense excede largamente al circuito financiero: además de la fiebre que viven actualmente las agencias de turismo, también ha trascendido que las empresas de espectáculos que traen artistas extranjeros para recitales están tratando de conseguir por adelantado los billetes y pagar ya los contratos, por temor a que un "imponderable" ocurra en el medio y altere los números del negocio.
En la vereda opuesta, los que tienen dólares nunca sintieron tan pocos incentivos para venderlos. Es el caso notorio de los agroexportadores, que todos los días escuchan promesas de los candidatos a presidente en el sentido de que les darán mejores condiciones de venta para su producción: toda una invitación a mantener el "canuto" en los silobolsas.
¿Se llega hasta la elección?
Claro que para Cristina Kirchner, nada de esto es novedad. En la campaña de 2011, mientras obtenía un rotundo triunfo en las primarias con el 50% de los votos, se desataba una corrida histórica contra el peso, que llegó a niveles de fuga de u$s3.000 millones por mes.
Su versión oficial, claro, era la de la conspiración: ante la imposibilidad de derrotarla en las urnas, los "poderes concentrados" intentaban desestabilizarla por la vía de sembrar la inquietud en el mercado de cambios.
Lo sorprendente, en aquella ocasión, era que el boom en la compra de dólares ocurría en simultáneo con la fiebre consumista.
En definitiva, atesorar billetes, viajar, cambiar el auto o adquirir el último modelo de smartphone eran, en aquel momento, diferentes formas de buscar un mismo objetivo: la cobertura para no perder capital.
Los hechos terminaron por darle la razón a los que estaban nerviosos en aquel momento: a los pocos días de ser reelecta, y todavía antes de su segunda asunción formal, Cristina instauró el cepo. Luego, en 2012, la actividad se enfrió hasta la recesión.
Ahora, a diferencia de lo que ocurría en 2011, el Gobierno ya no puede afirmar, como hacía Mercedes Marcó del Pont, que "no eran los pequeños ahorristas los que compraban, es una falacia de los grandes medios eso de que la gente votó a Cristina y al día siguiente salió corriendo a comprar dólares".
Pero tras la instauración del cepo, las cosas están bien claras. Se sabe quiénes son los que adquieren y en qué cantidades. El volumen, naturalmente, es fijado por las propias autoridades que, según admitió Aníbal Fernández en un rapto de sinceridad, gradúan la apertura de la canilla dolarizada según las necesidades de cada momento.
El hecho de que en septiembre el monto per capita sea casi 20% menor al de agosto es interpretado por el mercado como una clara señal de que si no se gradúa la venta, se corre riesgo de que "no se llegue".
Y es ahí donde adquieren importancia las acotaciones que los economistas privados hacen a las cifras oficiales.
Para Miguel Bein, principal asesor económico de Daniel Scioli, la herencia que Cristina la dejará al próximo presidente será un nivel de reservas de u$s29.000 millones.
Casi nadie toma por cierta la cifra oficial de u$s33.000 millones de reservas del Banco Central. Si se descuentan los encajes de depósitos, más los yuanes del swap con China más otros rubros que no son disponibles en efectivo, lo que queda en la caja de Alejandro Vanoli es mucho menos.
No todos coinciden en el número. Para Aldo Pignanelli, ex titular del BCRA, puede hablarse de u$s20.000 millones en este momento.
Pero otros apuntan a niveles mucho más bajos, apenas encima de los u$s10.000 millones. Lo cierto es que resulta muy difícil hacer el cálculo "fino".
Lo que parece muy evidente es que, sea cual fuere el nivel verdadero, es preocupante para el Gobierno y los candidatos oficialistas ver cómo el Banco Central se desprende todos los días de un promedio de u$s100 millones, mientras sigue acumulando deuda con los empresarios.
En tanto, los indicadores en este sentido son poco alentadores. Según Daniel Artana, economista de la fundación FIEL, ya hay un déficit de cuenta corriente comparable con el del final del período de Carlos Menem. Y si el comparativo se hace contra la elección de 2011, cuando se produjo la última gran "fuga" de capitales, el déficit de hoy es el triple.
El dilema entre cuidar dólares y cuidar votos
La gravedad de la situación hace que hoy ya se hable abiertamente de un fin de los billetes verdes destinados al atesoramiento para después de las elecciones
"Daría la impresión que se termina el dólar ahorro y el del turismo, tratarán de preservas las reservas que están en el Banco Central. Salgan a comprar que se termina la fiesta", advierte sin tapujos Salvador Di Stefano, un consultor de fuerte prédica entre los productores agropecuarios.
En definitiva, el Gobierno está viviendo una de sus peores pesadillas: llegar al momento más caliente de la campaña electoral con poco "combustible verde" en el tanque, y una creciente sospecha de que se puede quedar en el camino si no toma medidas más de fondo.
He aquí el gran dilema: si se adopta un cierre en este momento, se cumpliría el objetivo de cuidar las reservas pero se arriesga a que se produzca un fuerte malhumor social, que sería nocivo en términos electorales.
Y, por el contrario, mientras la sangría de divisas continúe, los privilegiados que puedan consumir y ahorrar harán su negocio a costa de que un drástico ajuste post-electoral sea inevitable.
Por lo visto hasta ahora, el Gobierno intenta un camino intermedio con sus topes a la compra. Pero, puesto a elegir, todo apunta a que privilegiará la "buena onda" hasta las urnas, aunque eso implique llegar con el tanque de dólares exhausto.
Después, otra será la historia.
fuente
"iProfesional", 03.09.2015
El interrogante es cómo se manejará el Gobierno en las próximas semanas, en las cuales deberá hacer un fino equilibrio entre cuidar su caja y, al mismo tiempo, mantener el humor social en el marco de una campaña electoral.
Bajo la premisa histórica de que un gobierno nunca ha ganado una elección con dólar alto, el kirchnerismo se ha lanzado resueltamente a un modelo de atraso cambiario que le está pasando factura al nivel de actividad económica.
Pero, sobre todo, lo que se está notando es que, ante la certeza de que la situación actual es insostenible, los argentinos piden ahora todos los dólares disponibles.
Esto lleva a la gran pregunta de estos días: ¿alcanzarán? O, para ser más específicos, ¿es compatible el actual nivel de sacrificio de reservas del Banco Central con el calendario de los comicios?
El actual esquema, para que resulte funcional a los intereses electorales, debe estar diseñado para que dure al menos tres meses más, porque se debe contar con la eventualidad de una segunda vuelta en noviembre.
Y, de mantenerse el nivel de demanda del "dólar ahorro" que se registró en agosto, eso implicaría para los próximos meses el pago, billete sobre billete, de al menos u$s2.000 millones.
Además, se deberá afrontar el vencimiento del Boden 15 que puede implicar el pago de otros u$s6.500 millones, a no ser que se intente un canje que por ahora luce improbable.
Y, en el medio, continúa la sangría por otros rubros, especialmente el del turismo externo.
En lo que va del año, el Banco Central ya sacrificó u$s5.615 millones, entre pago de pasajes aéreos, hoteles y gastos de argentinos con tarjetas de crédito en el exterior.
El monto representa un 24% más que el año pasado y la proyección que hace el sector turístico es que la diferencia se amplíe sobre fines de diciembre hasta casi un 30 por ciento.
En otras palabras, desde aquí hasta fin de año, el turismo implicará un esfuerzo adicional de u$s3.000 millones para el Banco Central.
Refugios de alto costo
A Cristina Kirchner le irritan las interpretaciones periodísticas que hablan de cómo la gente se "refugia" en la compra de dólares, de bienes durables o de viajes.
En uno de sus últimos discursos, hasta ironizó sobre cómo su Gobierno había creado "un nuevo derecho: el del refugio".
"Yo creí que lo que hacían era comprar cosas porque tenían plata. Y el dólar ahorro también porque tienen plata para comprar dólares", se quejaba, ante el aplauso de los asistentes a la Casa Rosada.
Seguro que le asiste razón a la Presidenta: los argentinos que adquieren billetes verdes por ventanillas oficiales tienen el dinero para hacerlo. Más concretamente, en agosto destinaron $6.282 millones, a razón de $6.145 por persona, para hacerse de divisas.
El detalle que Cristina no menciona es que "tener plata" no significa lo mismo para todos. Estos ciudadanos tienen pesos emitidos por el Banco Central argentino y están dejando en claro su deseo de deshacerse de ellos.
De la misma manera que lo han hecho los inversores que compraron el bono dólar-linked y que le ofrecieron al ministro Axel Kicillof el triple de lo que él había solicitado. Un extraño "éxito" el del funcionario, a quien le arrebataron de las manos un título que no da renta y que consiste, básicamente, en un seguro contra devaluaciones.
En esa tónica se está moviendo el mercado en estos días. Y está claro que la corrida hacia la divisa estadounidense excede largamente al circuito financiero: además de la fiebre que viven actualmente las agencias de turismo, también ha trascendido que las empresas de espectáculos que traen artistas extranjeros para recitales están tratando de conseguir por adelantado los billetes y pagar ya los contratos, por temor a que un "imponderable" ocurra en el medio y altere los números del negocio.
En la vereda opuesta, los que tienen dólares nunca sintieron tan pocos incentivos para venderlos. Es el caso notorio de los agroexportadores, que todos los días escuchan promesas de los candidatos a presidente en el sentido de que les darán mejores condiciones de venta para su producción: toda una invitación a mantener el "canuto" en los silobolsas.
¿Se llega hasta la elección?
Claro que para Cristina Kirchner, nada de esto es novedad. En la campaña de 2011, mientras obtenía un rotundo triunfo en las primarias con el 50% de los votos, se desataba una corrida histórica contra el peso, que llegó a niveles de fuga de u$s3.000 millones por mes.
Su versión oficial, claro, era la de la conspiración: ante la imposibilidad de derrotarla en las urnas, los "poderes concentrados" intentaban desestabilizarla por la vía de sembrar la inquietud en el mercado de cambios.
Lo sorprendente, en aquella ocasión, era que el boom en la compra de dólares ocurría en simultáneo con la fiebre consumista.
En definitiva, atesorar billetes, viajar, cambiar el auto o adquirir el último modelo de smartphone eran, en aquel momento, diferentes formas de buscar un mismo objetivo: la cobertura para no perder capital.
Los hechos terminaron por darle la razón a los que estaban nerviosos en aquel momento: a los pocos días de ser reelecta, y todavía antes de su segunda asunción formal, Cristina instauró el cepo. Luego, en 2012, la actividad se enfrió hasta la recesión.
Ahora, a diferencia de lo que ocurría en 2011, el Gobierno ya no puede afirmar, como hacía Mercedes Marcó del Pont, que "no eran los pequeños ahorristas los que compraban, es una falacia de los grandes medios eso de que la gente votó a Cristina y al día siguiente salió corriendo a comprar dólares".
Pero tras la instauración del cepo, las cosas están bien claras. Se sabe quiénes son los que adquieren y en qué cantidades. El volumen, naturalmente, es fijado por las propias autoridades que, según admitió Aníbal Fernández en un rapto de sinceridad, gradúan la apertura de la canilla dolarizada según las necesidades de cada momento.
El hecho de que en septiembre el monto per capita sea casi 20% menor al de agosto es interpretado por el mercado como una clara señal de que si no se gradúa la venta, se corre riesgo de que "no se llegue".
Y es ahí donde adquieren importancia las acotaciones que los economistas privados hacen a las cifras oficiales.
Para Miguel Bein, principal asesor económico de Daniel Scioli, la herencia que Cristina la dejará al próximo presidente será un nivel de reservas de u$s29.000 millones.
Casi nadie toma por cierta la cifra oficial de u$s33.000 millones de reservas del Banco Central. Si se descuentan los encajes de depósitos, más los yuanes del swap con China más otros rubros que no son disponibles en efectivo, lo que queda en la caja de Alejandro Vanoli es mucho menos.
No todos coinciden en el número. Para Aldo Pignanelli, ex titular del BCRA, puede hablarse de u$s20.000 millones en este momento.
Pero otros apuntan a niveles mucho más bajos, apenas encima de los u$s10.000 millones. Lo cierto es que resulta muy difícil hacer el cálculo "fino".
Lo que parece muy evidente es que, sea cual fuere el nivel verdadero, es preocupante para el Gobierno y los candidatos oficialistas ver cómo el Banco Central se desprende todos los días de un promedio de u$s100 millones, mientras sigue acumulando deuda con los empresarios.
En tanto, los indicadores en este sentido son poco alentadores. Según Daniel Artana, economista de la fundación FIEL, ya hay un déficit de cuenta corriente comparable con el del final del período de Carlos Menem. Y si el comparativo se hace contra la elección de 2011, cuando se produjo la última gran "fuga" de capitales, el déficit de hoy es el triple.
El dilema entre cuidar dólares y cuidar votos
La gravedad de la situación hace que hoy ya se hable abiertamente de un fin de los billetes verdes destinados al atesoramiento para después de las elecciones
"Daría la impresión que se termina el dólar ahorro y el del turismo, tratarán de preservas las reservas que están en el Banco Central. Salgan a comprar que se termina la fiesta", advierte sin tapujos Salvador Di Stefano, un consultor de fuerte prédica entre los productores agropecuarios.
En definitiva, el Gobierno está viviendo una de sus peores pesadillas: llegar al momento más caliente de la campaña electoral con poco "combustible verde" en el tanque, y una creciente sospecha de que se puede quedar en el camino si no toma medidas más de fondo.
He aquí el gran dilema: si se adopta un cierre en este momento, se cumpliría el objetivo de cuidar las reservas pero se arriesga a que se produzca un fuerte malhumor social, que sería nocivo en términos electorales.
Y, por el contrario, mientras la sangría de divisas continúe, los privilegiados que puedan consumir y ahorrar harán su negocio a costa de que un drástico ajuste post-electoral sea inevitable.
Por lo visto hasta ahora, el Gobierno intenta un camino intermedio con sus topes a la compra. Pero, puesto a elegir, todo apunta a que privilegiará la "buena onda" hasta las urnas, aunque eso implique llegar con el tanque de dólares exhausto.
Después, otra será la historia.
fuente
"iProfesional", 03.09.2015
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