- Domingo, 19 de abril de 201
Subsidios: ¿gasto o inversión del Estado?
Utilizados por el Gobierno para abaratar tarifas de distintos servicios, entre otras cosas, han ido creciendo y justifican buena parte del déficit fiscal. El debate sobre si hay que beneficiar a la oferta o a la demanda.
El exceso
El “término medio” parece que no existe en este país. Es la famosa historia del “péndulo argentino” de los últimos 70 años, donde por épocas nos hemos ido hacia políticas fuertemente intervencionistas y de pesado gasto público (como ahora), para luego virar hacia impopulares planes de ajuste y estabilización, con fuertes recortes de gasto público, obligados por los excesos anteriores, pero no siempre bien realizados.
La decisión kirchnerista de girar 180° con respecto a una Convertibilidad con graves desaciertos, lo llevó a fijar prioridades sociales ambiciosas (lo que no está mal), y que en pocos años instaló como nuevo diktat que clase media y baja debían tener una pléyade de productos y servicios a precios muy bajos (lo que tampoco está mal), pero sin importar mucho el cómo (lo que sí está mal).
De esta forma, durante la última década, vastos sectores de la sociedad argentina han gozado de electricidad, gas natural, agua, combustibles, transporte público, fútbol televisado, entre otros, a precios extremadamente bajos, donde el Estado se hizo cargo (en gran parte) de este “abaratamiento”, subsidiando a la oferta (lo que llevó a un fuerte déficit fiscal), y también “obligando” a las empresas de servicios a cobrar tarifas con bajos márgenes de ganancia (lo que llevó a una fuerte desinversión).
O sea, irresponsabilidad del gobierno en ambos casos: fuerte exceso de gasto público (generador de inflación) y fuerte distorsión en los mercados de servicios (generador de desinversión). Se miró solo al corto plazo, cuando los estadistas también miran el largo plazo.
Adicionalmente, hubo un fuerte incremento en las prestaciones previsionales-sociales (que también son subsidios), principalmente en jubilaciones y asignaciones por hijo, y que si bien dotaron de un “piso de consumo” importante a la economía (que sirve de política fiscal contracíclica), también impactaron fuertemente en el gasto público, dado el volumen de nuevas prestaciones que se incorporaron.
En los últimos tiempos, pareciera que Cristina se ha dado cuenta que el exceso de subsidios es un problema, y ha intentado empezar a sacarlos, muy de a poco (principalmente en lo que es electricidad y gas, y solo a ciertos sectores de clase media), pero claro, el agujero en el presupuesto ya se hizo enorme, y la velocidad de la disminución de subsidios es mínima.
Además, la baja en calidad (por deficiente inversión) en estos servicios ya se hizo alarmante (en especial la luz domiciliaria), agravando el problema y malhumor social.
La cuestión de fondo es que el exceso de subsidios ya quedó instalado y Cristina no tiene voluntad política de hacerse cargo del ajuste (el déficit fiscal ya es de 5% del PBI, financiado en buena parte con emisión monetaria), por lo que quedará para el próximo presidente el intentar reordenar un poco el problema.
No será tarea fácil, pero no hay muchas opciones, y una cara nueva, en su primer año de gobierno, debe ocuparse sí o sí de estas cuestiones.
Por eso los mercados están optimistas, saben que a partir de 2016 se viene un giro hacia cierta racionalidad (por convencimiento o por necesidad, pero giro al fin), ya que los parches de Cristina-Kicillof aguantan con suerte hasta diciembre.
{Un comentario: Una triste ironia la mayor concentración porcentual de subsidios se registra en Capital Federal y Buenos Aires, donde perdió las elecciones de 2013 y las recientes primarias (Capital Federal). En el caso de Buenos Aires fue derrotado en 2013 y el panorama para este año no es nada claro. Es para reflexionar que ni así se garantiza ganar}
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