Tampoco hubo declaraciones de medidas tendientes a incentivar la economía ni la ampliación en los planes de asistencia social, como se había entusiasmado la dirigencia y la prensa oficialista, ávida de noticias positivas en medio de una recesión.
Lo cierto es que el discurso de Cristina Kirchner al inaugurar el último período legislativo de su mandato presidencial dejó un sentimiento de decepción en quienes esperaban novedades significativas.
Hubo, apenas al pasar, una alusión a las "nueve corridas financieras" y a las trabas que le impone el "Partido Judicial", pero estuvieron lejos de ser el centro de su discurso.
En cambio, sí hubo una abundante dosis de "relato". A lo largo de 3 horas y 40 minutos -su récord personal-, la Presidenta hizo un balance de su gestión en el cual no faltaron ninguno de sus ingredientes clásicos.
Estuvo presente el cúmulo de estadísticas y comparaciones de indicadores económicos, la queja sobre la herencia recibida, la defensa de sus medidas emblemáticas -sobre todo las reestatizaciones-, la autocalificación de su gobierno como reindustrializador, progresista y facilitador de la inclusión social. Y, como era previsible, las "chicanas" a la oposición.
Desmentidas en tiempo real
Si algo quedó en claro es que ya no resulta tan fácil hacer discursos de este tipo en tiempos de Twitter: cada dato que iba mencionando Cristina era refutado en tiempo real en las redes sociales.
En el mismísimo arranque de su alocución, la Presidenta eligió una forma extraña de defender su política financiera: citó a un columnista del prestigioso del diario Financial Times como garantía de objetividad en el manejo de los datos.
Se trataba de un artículo en el cual Joseph Cotterill se manifestaba sorprendido sobre cómo los títulos del canje de deuda argentina cotizan sobre la par.
Para Cristina, esta observación constituía una muestra irrefutable de que, a pesar de los comentarios negativos de los economistas y de los litigios con los "fondos buitre", el país sigue despertando confianza en el mercado global.
Pero el propio periodista inglés le contestó a la Presidenta, a los pocos minutos por la web: "Gracias por la mención en su discurso, @CFKArgentina. Pero me temo que el precio de los bonos va subiendo a medida que a usted le queda menos tiempo para dejar su cargo".
Así, la Presidenta habló sobre la buena posición de los sueldos y jubilaciones en la "tabla" regional, pero la comparación fue formulada en dólares al tipo de cambio oficial.
Cuando se la corrige por el "dólar blue", esas posiciones cambian. Por caso, el salario mínimo argentino -según la Presidenta, el más alto de la región- pasa al tercer puesto, detrás de Uruguay y Chile.
En el plano educativo, a cada dato mencionado por Cristina le siguieron referencias a los retrocesos del país en los ranking PISA.
Cuando mencionó la "reindustrialización" como uno de los principales logros de su modelo, no tardó en llegar la información vía web de que la participación de la industria en el PBI nacional se encuentra en el mismo nivel que en los años '90, cuando gobernaba Carlos Menem.
Lo mismo ocurrió cuando Cristina mencionó cómo su gobierno había favorecido el "federalismo fiscal" -al asistir financieramente a las provincias- o cuando hizo referencia al aumento en el consumo de carne vacuna, o al hablar de los avances en materia energética o en infraestructura.
En varias ocasiones, los propios legisladores de la oposición -smartphone en mano- subían a las redes sus cuestionamientos a los números y realizaban comentarios irónicos.
"La presidenta no puede ignorar que el PBI industrial lleva 18 meses de caída consecutiva y que la tasa de inversión se redujo 11% durante 2014", escribía el diputado Oscar Aguad, de la Unión Cívica Radical.
Cristina, naturalmente, no se enteraba de esa situación y se dedicaba a hacer una extensa exposición.
En la misma, casi no hubo anuncios de proyectos de ley. Apenas quedó para destacar uno que apunta a la estatización del servicio ferroviario.
Pero, a diferencia de lo ocurrido en otras situaciones similares -como el sistema jubilatorio o la petrolera YPF-, acá no hay un componente de "gesta épica", dado que los trenes - en la práctica- ya estaban estatizados.
La propia CFK se encargó de quitarle heroísmo a su medida, al señalar que no la tomaba por "ningún afán estatizador", sino para mejorar la eficiencia en el gasto. Además, el recuerdo de la tragedia de la estación Once sigue siendo una de las manchas de su gestión.
A lo sumo, el proyecto podría ser leído en clave electoral, como otro guiño hacia el ministro de Transporte, Florencio Randazzo quien, tras el acuerdo con China, ha tenido la posibilidad de mostrarse activo en la gestión de la modernización ferroviaria.
A propósito, el acercamiento a China fue la oportunidad para que la Presidenta expusiera su visión geopolítica y el momento en el que "chicaneó" con mayor dureza a la oposición: "¡No se puede ser tan estúpido, ni tan subordinado, ni tan chiquito de cabeza!".
En ese preciso momento, en la transmisión de la TV pública aparecía la imagen del diputado José Ignacio de Mendiguren, el principal crítico del acuerdo con China.
"Ponchame allá"
La labor del director de cámaras fue uno de los aspectos destacados en el acompañamiento del mensaje de Cristina.
Como si tuviera el guión de antemano, mostraba una altísima capacidad de reacción para "editorializar" con las imágenes.
Así, cuando Cristina hacía referencia a la "ley Banelco" del gobierno de la Alianza, la cámara "ponchaba" a Patricia Bullrich que, por ese entonces era ministro de Trabajo.
En el extenso pasaje sobre Aerolíneas Argentinas, hubo un plano de Mariano Recalde, que estaba en uno de los palcos. Y cuando hablaba sobre las mejoras en transporte, de inmediato se veía a un sonriente Randazzo.
El "relato" no se evidenció sólo en lo que Cristina mencionó sino, además, en lo que omitió.
Como se encargaron de recordar muchos legisladores de la oposición, no hubo referencia alguna a a la inflación, ni al atraso cambiario, ni a la delincuencia ni a la tragedia de la Estación Once.
"Nisman versus Nisman"
Ajena a las polémicas que levantaba en las redes sociales, Cristina mantuvo en su extenso discurso un tono tranquilo, por cierto mucho más de lo que auguraban los analistas, para quien "subiría la apuesta" para recuperar la iniciativa política.
Acaso la decisión del juez Daniel Rafecas en el sentido de desestimar las acusaciones del fallecido fiscal Alberto Nisman hayan sido el factor clave para ello.
Recién sobre el final pareció algo alterada, cuando algunos legisladores le mostraron hojas con la inscripción "AMIA". Allí, con un tono más crispado, defendió su estrategia de relaciones internacionales y rechazó las acusaciones de encubrimiento del atentado terrorista.
Su momento más polémico fue cuando volvió a cuestionar al fallecido Nisman, de quien se supo guardaba, en una caja fuerte, documentación que contradecía su propia denuncia contra Cristina. Esto motivó a la presidenta a pedir que la causa fuera retitulada "Nisman versus Nisman".
"Es una verdadera vergüenza y bochorno. ¿Con cuál Nisman me quedo?, ¿Con el que nos acusa de encubrimiento o con el que se dirigía a mí reconociendo todo lo que habíamos hecho?", apuntó la primera mandataria.
De todas formas, el pico de tensión se quedó allí, porque si bien reiteró sus habituales críticas a varios jueces e integrantes de la Corte Suprema -a los cuales acusa de haber constituido un "Partido Judicial"- no anunció medidas que pudieran interpretarse como agresivas.
De hecho, hace dos años, la Presidenta, en este mismo discurso legislativo, había anunciado una serie de proyectos de ley para "democratizar" la Justicia.
Incluían medidas como la elección por voto popular del Consejo de la Magistratura (órgano que designa y destituye fiscales), si bien la iniciativa quedó frustrada en manos de la Corte Suprema, al declararla violatoria de la Constitución.
En los días previos a su último discurso, había circulado la versión de que Cristina intentaría un avasallamiento del Poder Judicial, mediante un "pase a comisión" de parte de la justicia federal, lo cual implicaría hasta desplazar a Ricardo Lorenzetti, presidente del Máximo Tribunal.
Ese era el núcleo del "golpe" que se había alertado, aunque nada de eso ocurrió.
Ya sobre el final, Cristina Kirchner sólo dejó la reiteración de sus conceptos habituales y hasta dejó entrever un tono de despedida, cuando se refirió al país "incómodo" que le dejaría como herencia a su sucesor.
Hasta deslizó una frase llamativa que algunos interpretaron como una pista sobre su futuro político: cuando el senador radical Gerardo Morales pidió hacer uso de la palabra para contestarle una afirmación, le dijo que polemizarán cuando ella volviera a ser legisladora.
Hasta ahora, nunca había admitido esa posibilidad y hasta se había mostrado enojada con quienes "me postulan a cargos".
La extensa jornada, que había sido pensada además como una reafirmación de la militancia y de la autoestima del espacio político K, terminó con el saludo de CFK a la multitud que la esperaba en la plaza. Había soportado estóicamente más de cuatro horas, de las cuales un buen tramo fue bajo la lluvia.
Como respuesta al "18F", no impresionó por su capacidad de movilización. Por cierto que el kirchnerismo tuvo jornadas de una masividad muy superior.
Terminado el acto empezó la consabida puja de cifras. Esta vez, en una situación absolutamente opuesta a la del homenaje a Nisman, la policía metropolitana estimó una concurrencia mucho menor que la prensa oficialista, que habló de 300.000 personas.
A esta altura, un detalle menor. Después de todas las versiones alarmistas, de las chicanas políticas, de las 3 horas y 40 minutos de discurso sin anuncios y del acto militante, la sensación que dejó el discurso de CFK es que, ahora sí, empezó a transitarse la etapa del post-kirchnerismo.
FUENTE
"iProfesional", 02.03.2015
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