DON RAÚL RICARDO Y DON JULIO
Siempre sentí que Julio César Strassera nunca tuvo dimensión de lo que su figura representaba para la causa de la justicia universal.
Compartí, en especial desde el año 2000 en adelante, muchos momentos con Julio. Muchas veces se me cruzaba por la cabeza la sensación de estar conversando, cenando, tomando un café, saliendo a fumar a la vereda con parte de la historia.
Sin embargo, el único que no creía ser parte de la (mejor) historia argentina era Strassera.
Su enorme humildad y su sentido (tan olvidado hoy) de que nadie debe ser reconocido por el hecho de cumplir con lo que considera es su deber, hacía que Julio nunca nos haya hablado desde un pedestal. Nunca le gustó ser un “hombre de bronce”. Quizá eso explica que hasta sus últimos días se involucró en la defensa de causas que le parecían correctas, muchas veces incluso frente a esos ganadores que suelen “escribir la historia”. Para Strassera, no había causas victoriosas o causas derrotadas: había causas justas.
Y esas causas justas lo guíaron -junto a sus compañeros de la Cámara Federal y los miembros de la CONADEP, con la decisión del Presidente Alfonsín- a caminar en medio de la tempestad, en la selva, con los leones sueltos, con el poder militar casi intacto- a producir un hecho inédito en la humanidad: la condena de la justicia de una Nación a sus propios verdugos. Nunca antes y nunca después la Argentina fue tan corajuda como durante el Juicio a las Juntas Militares, que puso al máximo en riesgo la democracia al tiempo que la consolidó de la manera más contundente porque nos abrió a los argentinos la puerta al horror y a las atrocidades inhumanas que habíamos sido capaces de tolerar.
Nunca más el golpe de estado y la interrupción del orden constitucional fue la respuesta a los innumerables problemas que los argentinos aún no hemos podido resolver. Y gran parte de ello constituye la deuda de gratitud que la Argentina tiene con un hombre ejemplar como Julio César Strassera.
No lo homenajeamos porque él necesite de nuestras palabras, sino porque –en tiempos de degradación institucional y de injusticias varias- somos los argentinos los que necesitamos de su ejemplo.
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