17 jun 2015

¿¿Y SI EN VEZ DE JUGAR A LAS/OS ARQUITECTAS/OS EGIPCIAS/OS?

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SALUD PÚBLICA

El drama de los tucumanos para conseguir turnos en los hospitales

En el Hospital de Niños, padres e hijos duermen en el piso para asegurarse una cita por consultorio.

DORMIR EN EL PISO. En el Hospital de Niños, la gente espera sobre las escaleras de la entrada del centro médico. FOTO DE ÁLVARO MEDINA. 

Esperan hasta 15 horas para conseguir un turno en los hospitales 
Esperan hasta 15 horas para conseguir un turno en los hospitales
“A los pobres sólo nos queda amanecernos para que nos atienda un médico. Todo es hacer fila”. Luis Zarzecki miraba su reloj en el pasillo de entrada del Centro de Salud Zenón Santillán, la madrugada del viernes. Conseguir turno para un especialista en los cuatro hospitales de San Miguel de Tucumán es una experiencia traumática y frustrante. Los turnos, según los pacientes, son pocos. 

Algunos esperan hasta 13 horas para asegurarse una cita con un especialista.

No importa la edad, la enfermedad o la localidad donde viva el paciente: algunos resisten sentados, otros dormitan en el suelo. Zarzecki vive en Alderetes, tiene 58 años, es diabético y llegó pasadas las 17 para conseguir una cita para su esposa, discapacitada. En el Hospital de Niños María Florencia Mansilla estaba acostada en el piso de la escalera de entrada junto a su hijo, de tres años. Es de Alberdi y está embarazada de seis meses. El termómetro marcaba 8°. A unos metros de María Florencia, dormía directamente sobre las baldosas Carlos Ojeda, que viajó 118 kilómetros desde El Bobadal (Santiago del Estero), para asegurarse una consulta con un oftalmólogo para su hijo.

La diferencia entre los cuatro hospitales es el lugar de espera. Mientras que en el Hospital Avellaneda hay una sala cerrada y con asientos, en el Centro de Salud se aguarda en un pasillo al aire libre, en el Hospital de Niños en la escalinata que da a la calle y en el Hospital Padilla, directamente en la vereda de ingreso sobre calle Alberdi.

Para Fernando Avellaneda, secretario Ejecutivo Médico del Ministerio de Salud, que haya pacientes que duerman en los hospitales para conseguir un turno es una problemática sobre la que se está trabajando, pero cuya solución no es inmediata.



23:30
Todavía no es medianoche y ya son más de 10 las personas que aguardan en el Hospital Avellaneda por un turno con diferentes profesionales. Faltan más de seis horas para que se asignen las consultas. En éste centro hay una sala de espera a la que se accede tras una serie de pasillos, con dibujos infantiles y mensajes de salud. Casi no hay movimiento a esta hora. En un hall entre pasillos que da a las puertas de los consultorios, Manuel Ahumada, José Sueldo y Andrés Zagaraspe miraban al suelo mientras charlaban, como quien ameniza las horas que faltaban pasar.

Ahumada tiene 36 años y buscaba una cita con un urólogo.

Abrigado con una campera deportiva, con hablar cansino contó que llegó a las 22. Explicó que ahí no pueden dormirse, para evitar confusiones con el orden en la fila, pero que al menos están bajo techo, resguardados y hay baños disponibles.

“Tendría que haber otro sistema para que uno esté tranquilo en casa y venga cuando sea el horario de atención. Como esto que pido es un sueño, trato de llegar a esta hora para conseguir el número, porque se llena”, explicó. Es el primero de la fila. Trabaja como vendedor ambulante y comenzó a visitar especialistas por un dolor intenso en el estómago. “De acá mal dormido hay que ir al trabajo, si no se trabaja no se come. La política debería hacer algo, dicen que en los hospitales se atiende bien y miranos: la realidad no es como se cuenta. Puede haber mejoras pero tengo que venir 8 horas antes para asegurarme que me vea un especialista. Nunca me dieron un turno programado. Las reglas del juego son estas, el pobre la tiene difícil”, reclamó.

“Acá al menos la espera no es peor. En el Padilla estas obligado a dormir afuera, expuesto a cualquier cosa. Tramité la pensión de discapacidad por la vista (no puede ver de un ojo), y me amanecí varias veces esperando turno con un profesional”, comparó Sueldo. 

Tiene 40 años y trabaja en un lavadero de autos. La noche del jueves amaneció esperando un turno con un urólogo. Cuando se hicieron las 7 se enteró de que ése día no había consultas de esa especialidad. “Toda la fila que hice no sirvió de nada, así que hoy volví. Al final venir acá es un lance, no tenés seguridad de que te atiendan”, completó.

Para Zagaraspe, la atención de los médicos es ejemplar. El problema es el trato de los empleados de seguridad. “Los que más padecen aquí son los del interior. Te tratan mal y no te responden. 

Cuando buscas un médico, recién al otro día en ventanilla te enterás de que ese día no hay atención”, criticó el vecino de El Ticucho, de 42 años. Sufrió un accidente conduciendo un camión hace varios meses, pero sigue con dolores en el cuerpo. “Con que haya un cartel donde digan qué especialidad se atiende cada día ya es un avance, yo salí a las 20 de mi casa y gasto $35 en colectivo. Nos mantenemos a mate y golosinas”.

Envuelta en colchas, Liliana Flores acompañaba a su hermana de 19 años y su novio. Ella asentía cuando escuchaba hablar a Zagaraspe. Se vinieron desde Los Pereyra, al este de la provincia. 

Su hermana necesita operarse de la vesícula. Ya tiene programada la cirugía, pero necesita hacerse análisis. Por eso están desde las 8 del jueves en el Hospital. Como no pudieron terminar con todos los estudios y consultas complementarias, se quedan toda la noche, porque gastarán más dinero volviendo a sus casas.

“De todo se ve en los hospitales. A las 6 la sala de espera se llenará y comenzarán las peleas”, anticipó. Contó que hay gente que vende sus turnos, pero los “guardas” los tienen “junados” y a veces no los dejan pasar. “Una mujer embarazada llega a las 7 y prefiere comprar el lugar a pagar como particular la ecografía o venir a las 2. Acá uno viene a sufrir”, lamentó.



1:37
En el Centro de Salud los pacientes esperan en una galería descubierta del hospital. No los dejan esperar adentro de las instalaciones, porque hace un tiempo hubo varios robos, según contó un empleado de seguridad. Tampoco pueden usar los baños. Antes de las dos ya había 20 personas. En el vidrio de una oficina de informes, un papel amarillo informa los turnos a asignar para cada especialidad. Algunos dormían en el suelo, envueltos en mantas. Otros esperaban vencidos.

El segundo de la fila es Luis Zarzecki, abrigado con una campera gruesa y un gorro. La primera en la fila es una mujer de Lastenia que dormitó envuelta en una colcha sobre el suelo. Zarzecki vive en Alderetes y llegó a las 17 para conseguir turno con un médico laboral para revalidar el certificado de discapacidad de su esposa. Lleva más de ocho horas de espera y aún le quedaba otro rato hasta las 6.

Su esposa padece una cardiopatía congénita, según contó. Le colocaron una válvula mecánica hace 10 años. “Hace cuatro le pusieron un marcapasos. Su cuadro se agravó por una infección. Se estaba por morir pero aquí la trataron y la pudieron salvar. Vengo con tanta anticipación porque mañana hay sólo siete números para ‘laboral’. Si vengo más tarde, a las 23, no tengo asegurado un turno”, comentó. En el Centro de Salud, según dijeron los pacientes, el lugar en la fila puede venderse hasta por 300 pesos.



“Tengo 58 años, soy diabético pero no me puedo apechugar. Un discapacitado no puede andar haciendo filas. La procesión sigue porque con el turno hay que esperar igual, todos los días es el mismo peregrinar”, agregó. Su pesar pasa también por la falta de trabajo. Contó que supo trabajar como empleado administrativo en una fábrica, pero desde hace unos años está desocupado, y se volvió “changarín”. “Si sos viejo ya estás deshecho. No tengo horizonte de trabajo. Las obras sociales nos matan, por eso nos queda morir en hospitales públicos. A diferencia de un político que no tiene límite de edad, yo estoy descartado”.

Fanny Díaz y Américo Pachado vociferaban sus penas en el medio de la fila. Pachado llegó a la fila a las 21, para asegurarse un turno con un oftalmólogo. El viernes hay tres turnos

Díaz llegó a la misma hora para una cita con un médico laboral para su hijo. “Siempre la misma zamba en los hospitales, nos merecemos mejor cobertura”, reclamó la mujer. “Queremos que nos tengan consideración, somos pobres, pero de carne y hueso”, clamó Pachado.



2:38
En el Hospital Padilla, para aguardar un turno se debe esperar sobre la vereda de la calle Alberdi. Blanca Ovejero y Romina Monteros esperaban desde las 23 para asegurarse un turno con un traumatólogo y un reumatólogo, respectivamente. La calle estaba desolada, salvo por las dos mujeres.

Ovejero vive en San José y buscaba un traumatólogo para su esposo, que se quebró la pierna jugando al fútbol. Había peregrinado por varios hospitales. En el Hospital Carrillo, después de amanecerse, la derivaron a otro hospital. Había llegado a las 20 al Centro de Salud, pero como no había número para traumatólogo el viernes, se fue caminando hasta el Hospital más grande de la provincia, según contó. “Me da bronca. Mirá donde estamos, con el cielorraso roto aquí. Si los policías fueran más gente nos harían pasar adentro. Estoy helada. No me queda otra, si mi marido no puede caminar”, dijo Ovejero, que acaba de terminar una capacitación en el marco del programa Ellas Hacen.

Monteros había llegado pasadas las 23. Por sus problemas de reuma, se hace chequeos cada seis meses. “Sobre todo vengo en invierno porque me aumentan los dolores. A las cinco se colmará de gente”, comentó. Como no puede sentarse en el piso, trajo un banquito plegable. Detrás suyo, una gigantografía decía “Estamos trabajando para mejorar su salud”.



3:30  
En el Hospital de Niños, la espera por turnos es arriba de las escalinatas sobre el pasaje Hungría. Varios grupos de personas dormían sobre el suelo, separados del suelo por colchas o cartones. 

Entre las mantas, dos padres dormían con un niño en medio, para abrigarlo. A su lado estaba el cochecito.

Al lado de la ventanilla 1, María Florencia Mansilla, de 19 años, miraba videos en su celular acostada en el suelo junto a su hijo, de tres años. El niño estaba arropado. Mansilla, que está embarazada de 6 meses, se separaba del suelo con una bolsa. Ella llegó desde Alberdi a medianoche, en colectivo, para hacerle estudios a su nene y saber si tiene celiaquía. “La semana pasada me vine a las 4, pero daban 10 números. Vengo a pasar frío, pero es lo que hay que hacer para que lo atiendan”, contó la mamá, que estudia profesorado en física en su ciudad.

Sentada en un banco de cemento al lado de las escaleras de acceso, Isabel Lacroix masticaba impotencia, mientras jugaba con sus pies entre los barrotes de una reja. Buscaba cita para su hijo, que tiene que operarse porque está con el párpado caído. “Dan cuatro turnos para el oculista, tres días por semana. Es frustrante porque tengo que ver qué hago con mis hijos, con quien los dejo. Es frustrante: todo es espera”, lamentó la mujer, segunda en la fila.

Directamente durmiendo sobre el suelo estaba Carlos Ojeda (32 años), que se vino desde El Bobadal, Santago del Estero, para conseguir un turno para su hijo. Llegó a las 22, y descansó un poco. A su hijo lo operaron hace un año y lo trae para control, dijo. Salió a las 17 de su casa, con su esposa y su hijo. “Nos atendemos aquí porque mi cuñado vive en la ciudad. Ella y mi hijo se quedan ahí mientras yo consigo un turno”, explicó con tranquilidad.

Zarzecki, después de más de 12 hora de espera, consiguió el turno para que su esposa pudiera revalidar su certificado de discapacidad. "Todos los días es el mismo peregrinar", repitió el hombre.

fuente
"La gaceta" (Tucumán), 16.06.2015
"Contexto" (Tucumán)

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¡BIENVENIDOS, GRACIAS POR ARRIMARSE!

Me atrevo a interpelar, por sentirlos muy cercanos, por más que las apariencias parecieran indicar lo contrario; insisto en lo de la cercanía, por que estamos en el mismo bote – que hace agua - , tenemos pesares, angustias y problemas comunes, recién después vienen las diferencias.

La idea es dialogar, hablar de nuestras cosas, hay textos que nos proporcionan la información básica – no única-, solo es una propuesta como para empezar. La continuidad depende de Ustedes, un eventual resultado adicional depende de todos.La idea es hablar desde un “nosotros” y sobre “nuestro futuro” desde la buena fe, los problemas exigen soluciones que requieren racionalidad, honestidad intelectual que jamás puede nacer desde la parcialidad, la mezquindad, la especulación.

Encontraran en “HASTA EL PELO MÁS DELGADO ...”, textos y opiniones sobre una temática variada y sin un orden temporal, es así no por desorganizado, sino por intención – a Ustedes corresponde juzgar el resultado -.Como no he vivido en una capsula, ya peino canas, tengo opiniones y simpatías, pero de ninguna manera significa dogmatismo, parcialidad cerrada.Soy radical (neto sin adiciones de letras ninguna), pero no se preocupen no es contagiosos … creo, solo una opción en el universo de las ideas argentinas. Las referencias al radicalismo están debidamente identificadas, depende de Ustedes si deciden “pizpear” o no.

El acá y ahora, el nosotros y el futuro constituyen la responsabilidad de todos.Hace más de cuatro décadas, en mi lejana secundaria, de una pasadita que nos dieron por Lógica, recuerdo el Principio de Identidad, era más o menos así: “Si 'A' no es 'A', no es 'A' ni es nada”, por esos años me pareció una reverenda huevada, hoy lo tomo con mucho más respeto y consideración. Variaciones de los mismo: no existe un ligero embarazo; no se puede ser buena gente los días pares.

Llegando al Bicentenario – y aunque se me tildé de negativo- siento que como pueblo, desde 1810, hemos estado paveando … a vos ¿qué te parece?. En algún momento perdimos el rumbo y ahí andamos “como pan que no se vende. Cuentan que don Ángel Vicente Peñaloza decía: “Como ei de andar, en Chile y di a pie, cuando hay de que no hay cunque, cuando hay cunque no hay deque”.

De tanto mirarnos el, ombligo y su pelusa, tenemos un cerebro paralitico, cubierto de telarañas y en estado de grave inanición. Padecemos una trágica concurrencia de factores que nos impiden advertir – debidamente -, este, nuestro triste presente y lo que es peor aún, nos va dejando sin futuro.

A los malos, los maulas, los sotretas, los villanos, los mala leche, los h'jo puta, los podemos enfrentar pero … ¿qué hacemos con los indiferentes, con los que solo se meten en sus cosas, y no advierten que el nosotros y el futuro por más que sean plurales son cosas personalisimas? Y luego dicen que quieren a sus hijos y su familia; ¡JA!, ¡doble JA!, ¡triple JA! (il lupo fero).

¡¡EL REY ESTÁ EN PELOTAS!!, dijo el niño de la calle, hijo de padre desconocido y madre ausente, ese niño es mi héroe favorito.

¿QUÉ ES PEOR LA IGNORANCIA O LA INDIFERENCIA?

¡¡NO LO SÉ Y NO ME IMPORTA!!

El impertinente, el preguntón es nuestra esperanza, nuestro “Chapulin Colorado”.

Mis querido “Chichipios” - diría don Tato- no olviden que además de ver el vaso medio vació o medio lleno, hay que saber que contiene – sino que le pregunten a Socrates - ¡Bienvenidos! Adelante. Julio


Mendoza, 11 de noviembre de 2009.