74 AÑOS DESPUÉS, HACE 52 AÑOS
{¡¡Tu quoque juventud!! 20.08.1889/12.10.1963}
Arturo Umberto Illia
Iniciamos hoy con el juramento que acabamos de prestar, una nueva etapa en la larga lucha por afianzar definitivamente en la Argentina, los principios de la democracia y de la libertad.
La Constitución Argentina es, sin duda alguna, una de las más liberrimas, humanistas y generosas de la tierra . “Es cosa de no poner en duda – a podido decirse – que aquellos que dieron una Constitución a Argentina, fueron guiados por un sentimiento que tiene algo de milagroso”.
Pero la democracia que la Constitución ha escogido como forma de vida nacional y que resulta maravillosamente enunciada en su Preámbulo y Declaración de Derechos, Libertades y Garantías, estamos muy lejos de haberse realizado a satisfacción.
Sólo admitiendo esta realidad, adquiriremos la aptitud espiritual indispensable para emprender la ardua empresa de apreciar exactamente la realidad política, económica y social que estamos viviendo, las causas que han dado origen a las desvirtuaciones institucionales y desencuentros del pasado próximo y forjar la democracia orgánica y progresista que debemos ser, la que nuestros antepasados presintieron y las jóvenes generaciones argentinas reclaman como prenda de paz y progreso.
La democracia argentina necesita perfeccionamiento no sustitución totalitaria.
Lo que nuestra democracia necesita es ser auténtica expresión de su verdadera esencia.
Es que, “la esencia de la democracia no queda debidamente expresada por estructuras meramente jurídicas o por líricas afirmaciones de dignidad humana o de igualdad de los hombres ante la ley. Todo eso,sí solo eso fuera, únicamente resultaría u espejismo pernicioso, para calmar las ansias que el pueblo vive, en medio de un desierto de duras realidades económicas”.
Ese propósito de perfeccionamiento de nuestra democracia,como forma de vida, no podrá lograrse a no ser que estemos resueltos a aceptar modificaciones sustanciales en las actuales estructuras económicas-sociales de nuestro país, que devuelvan al pueblo argentino la fe en sus instituciones y gobernantes, y lo alienten para hacer todos los esfuerzos y soportar todos los sacrificios necesarios para afianzar el orden jurídico y materializar el progreso en todos los ordenes de la vida nacional.
Es urgente proceder a modificar y reestructurar un estado de cosas, que por injusta son inhumanas, e instaurar un orden social fundado en la justicia.
“El mundo sufre un mal profundo – advierte la Profesión de Fe Doctrinaria de la Unión Cívica Radical -, proveniente de no adecuar las posibilidades materiales modernas los fines de emancipación del hombre. El Radicalismo cree que sólo una cruzada de honda pulsación humana, por la liberación del hombre contra todas las formas degradantes del imperialismo y del absolutismo, en todos sus aspectos , podrá salvar al mundo de su grave crisis”.
El concepto social de la democracia no es nuevo, ni es solo nuestro, se nutre en la filosofía social contemporánea.
Este concepto de la democracia, justo es reconocerlo, es también compartido por la mayoría de los partidos políticos argentinos.
Más lo importante, no es que el sentido social de la democracia esté en nuestras declaraciones políticas o estatutos partidarios, sino que los argentinos tengamos la decisión y la valentía de llevarlos a la práctica.
Las estadísticas nos colocan ante un dolorosa realidad, pues ellas demuestran en forma irrefutable que, durante los últimos años, se ha ido paulatinamente disminuyendo la participación del sector laboral en el producto nacional, lo que no sólo ha importado una evidente injusticia social, sino que ha repercutido perjudicialmente en nuestro proceso de desarrollo nacional.
Sólo será justo nuestro orden social, cuando se logre que los recursos humanos y los materiales unidos al avance técnico del país, permitan asegurar al hombre argentino la satisfacción de sus necesidades físicas y espirituales. Pero deseamos desde ya alertar a quienes conciban la democracia social como un simple proceso de distribución. Para que pueda existir justicia de la sociedad para con el hombre, es necesario que éste, a su vez, sea justo con la sociedad y que no le niegue o retacee su esfuerzo.
El país no solucionará los graves problemas económicos, sociales, culturales, ni la transformación social que proponemos se podrá concretar, sí cada hombre y cada mujer que habita en esta tierra, a la que Dios ha bendecido con tantos dones naturales, no aporta su esfuerzo para que el país pueda incrementar su producción, de manera que nos permita satisfacer las necesidades de la familia argentina, afianzar el intercambio comercial con los otros países del mundo y cumplir acabadamente los fines del Estado.
Para esta gran tarea, que importa no sólo derechos sino también obligaciones para el Estado y para todos los sectores que integran la vida nacional, desde el más modesto hombre que trabaja, hasta los más poderosos sectores del capital, sin dejar de lado los intelectuales, profesionales y militares, convocamos a nuestros conciudadanos.
Ésta es la hora de la reparación nacional, a la que todos tenemos algo que aportar.
Ésta es la hora de la gran revolución democrática, la única que el pueblo quiere y espera, pacífica sí, pero profunda, ética vivificante, que al restaurar las fuerzas morales de la nacionalidad, nos permita afrontar un destino promisorio con fe y esperanza.
Ésta es la hora de las grandes responsabilidades. La transformación nacional que nuestro concepto de democracia, así como las necesidades del desarrollo y el propio indice de crecimiento demográfico nos imponen inexcusablemente a los argentinos, no podrá ser afrontado solo por una parcialidad política, sino que demanda el esfuerzo conjunto y la responsabilidad de toda la Nación.
Ésta es la hora de los grandes renunciamientos de los hombres y de los grupos sociales, en aras del bienestar de la comunidad; quien así no lo entienda está lesionando al país y se está frustrando a sí mismo.
…
Todas las fuerzas políticas argentinas participan desde hoy, en mayor o en menor medida, según haya sido su circunstancia electoral, en el gobierno de la cosa publica. Éste hecho, de suyo significativo, compromete la responsabilidad del conjunto.
En este proceso de recuperación y transformación social argentina el Poder Ejecutivo cumplirá su parte.
…
Implementaremos en la administración pública un sentido moral, y normas de austeridad que restablezcan la fe y la confianza del pueblo en sus gobernantes.
Proyectaremos, colaborando con vuestra Honorabilidad, una legislación que castigue severamente el enriquecimiento ilícito de los funcionarios públicos y a quienes sean instigados o cómplices de tales hechos.
El odio y la violencia son vacíos por sí mismos, porque los que se lanzan a la violencia o la inescrupulosidad, no tienen que vencer nada, ni en su corazón, ni en su inteligencia.
Debemos luchar por el hombre mismo, porque es la evidencia humana la que hace bambolear los tiranos y falsos dioses. Y si no sabemos con seguridad que nuestra verdad es la verdad, sabemos bien, en cambio dónde está la mentira.
Si nos esforzamos en formar una conciencia nacional, con justo sentido moral, no nos desesperaremos nunca, ni nos agotará cualquier encarnizada adversidad porque sabemos también las razones fundamentales de porque luchamos, y desterraremos el temor y será superada cualquier acción psicológica que pretenda desnaturalizar nuestras rectas intenciones. En este obstinado combate para lograr una justa convivencia nacional, no asumimos el poder para dominar nuestro país, sino para servir a su grandeza, no apartarnos jamás de la Constitución y de la Ley, asegurando a todos nuestros conciudadanos iguales derechos y responsabilidades.
Nos moderaremos constantemente para no ceder a los agravios contra las virtudes republicanas, y acompañaremos y comprenderemos a nuestro pueblo para que todos cumplamos con nuestro deber: sentir la Patria y servirla en profundidad y con sencillez.
Somos conscientes de la responsabilidad que importa el honor con que el pueblo y los partidos políticos generosamente nos han honrado, así como también de la multiplicidad y complejidad de los problemas que debemos afrontar; pero tenemos la firme convicción de que con la ayuda de la Divina Providencia y de todos los sectores de la nacionalidad, el país podrá ver concretado un porvenir venturoso de Paz y de Felicidad.
Señores embajadores, agradecemos vuestra presencia en esta asamblea y os rogamos llevéis a vuestro países las seguridades de nuestra vocación democrática y nuestro deseo de poder ser útiles en alguna medida a la causa de la humanidad.
Dicha concepción tiene valor universal y al afanarnos por concretarla, estamos trabajando no sólo para Argentina o América, sino por el mundo.
Señores legisladores: es tiempo nuevo el que empieza. Levantemos bien alto las divisas precursoras, concitando a todos para la hazañoza faena, como en las horas liminares; el país retomará su puesto de prestigio entre los pueblos libres del mundo.
Hay una meta fijada que debemos alcanzar: la felicidad de la Patria.
ARTURO U. ILLIA – 12.10.1963
“Grandes Discursos de la Historia Argentina”
Selección y prólogo de Luciano Privitello – Luis Alberto Romero
Aguilar. Octubre de 2000.
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