1.933 TRATADO ROCA
- RUNCIMAN
{El 1º de enero publicamos una nota sobre
el reciente acuerdo/pacto/tratado con China y al titularla hicimos la
comparación con el tratado de 1933 entre Argentina (Roca) e Inglaterra
(Runciman). En dicha nota solo en el título está la referencia al tratado de
1933. Dado que la nota de apertura del año ha sido la más vista por lo amigos
que visitan al blog, la idea es agregar un resumen de tratado Anglo-argentino
ya que existen múltiples similitudes con el actual acuerdo con China. Ambos
acuerdos tiene consecuencias que implican la afectación, por décadas, de temas
estratégicos en todos los ámbitos de la vida económica nacional}
...
DIVISAS,
DIRIGISMO, VACAS (1)
La
situación económica mundial se había complicado mucho al filo de los años '30.
La prosperidad del anterior decenio languidecía de modo alarmante. Estados
Unidos sufrió la crisis más espectacular de su historia. En Europa cundía la
depresión: y nuestro país cuya clase dirigente había despilfarrado - muchas
veces en el extranjero - su opulencia de otrora, encontraba seriamente
comprometido su comercio exterior.
Huera de industrias,
la Argentina chacarera, que había sido "granero del mundo", tropezaba
con terribles competencias; estaba sometida a la voluntad de los compradores tradicionales,
dueños de flete y las finanzas, carecía de posibilidades para abrir
nuevos mercados (2), más aún porque la crisis mundial encerraba los distintos
países en su propio caparazón.
El
gobierno de Justo encaró una vasta reforma financiera, que comenzó por la
eliminación definitiva de la Caja de Conversión, cuyo mecanismo consistente en
canjear billetes por oro, conforme al tipo legal, se había suspendido en 1929.
Para aquello, solicitó oficialmente en 1932 asesoramiento al Banco de
Inglaterra, que accedió enviando a Buenos Aires uno de sus directores, Sir Otto
Niemeyer. Su proyecto (3), creaba un Banco Central, emisor en función de sus
reservas de oro y divisas, las que fueron revaluadas. Pero la Nación Argentina
no tenía mayoría en la asamblea de accionistas, controlada por la banca
extranjera. Así cualquier fiscalización era imposible, con el agravante que el
Estado acudió en socorro de algunos Bancos extranjeros deficitarios, creando un
Instituto Movilizador de Inversiones Bancarias, que tomó a su cargo los
créditos incobrables.
El
control de cambios fue rígido bajo el ministerio de Hueyo, y algo menos bajo
Pinedo, su sucesor. Los exportadores debían vender sus divisas al Gobierno, a
cierto tipo de cambio. Luego, el Gobierno las revendía, en subasta cerrada, por
precio ligeramente mayor, a los importadores de ciertas mercancías privilegiadas
según las necesidades nacionales. Existía un mercado libre paralelo, adonde
debían acudir quienes pretendieran introducir mercaderías no favorecidas;
mercado que funcionaba con dividas de exportaciones no tradicionales, y en cuya
regulación podía intervenir el Estado, inyectando o captando moneda extranjera.
Por otra
parte, se unificaron impuestos internos tradicionalmente cobrados por las
provincias. El Estado nacional se ocupó en su percepción, para prorratear el
producido entre los gobiernos locales. Así surgió también el impuesto a los
réditos, "por tiempo determinado y para urgencias de la Nación", tal
como prescribe la Constitución. Prorrogado sucesivamente, se ha transformado en
la fuente principal e irrenunciable de recursos estaduales.
Esta
política de proteccionismo y dirigismo se completó con la creación de Juntas
Reguladoras de distintos rubros de la producción. Pero sus medidas "no
fueron tomadas en función de las necesidades del abastecimiento interno -
afirma Ciria - ni de las posibilidades de exportación, sino en defensa
de... los grandes productores".
En
suma se buscó favorecer a la oligarquía nacional - aliada de intereses extraños
- perjudicando al mediano y pequeño producto, y, dese luego, a las masas
populares depauperizadas progresivamente.
Algunas
medidas demuestran claramente aquel propósito: la Junta Reguladora de Vinos
llegó a comprar producción para destruirla, promoviendo la supresión de cultivos viníferos. Otro tanto
hizo la Comisión Reguladora de la Producción y comercio de la Yerba Mate, que
estableció un impuesto sobre cada planta nueva. La Junta Nacional del
algodón la Reguladora de la Industria
Lechera observaron tácticas similares, mientras que la de Granos favorecía a
los grandes monopolios exportadores, primordialmente Dreyfus o Bunge y Born.
Pero
donde la situación habría de tocar límites, sería en materia de producción y
comercialización de carnes. Gran Bretaña adquiría el 90% de nuestra producción
pecuaria; rubro este que representaba un 16% de las exportaciones, las cuales a
la vez superaban el 25% del producto bruto. Pero desde 1927, las compras
inglesas venían declinando, y las sucesivas medidas proteccionistas adoptadas
por Inglaterra amenazaban con reducir todavía esa cuota.
Especialmente los
Pactos de Ottawa, acordados hacia 1932 en una conferencia del Imperio
Británico, limitaron nuestras posibilidades de colocación de carnes a cuotas
que en ciertas categorías no podían exceder el 65% del “año Ottawa”: 1º de
julio de 1931 a junio de 1932.
Nuestros
círculos ganaderos se alarmaron, y ejercitaron las presiones del caso. Como “la
pérfida Albión” anhelaba, sin embargo, proteger los intereses aquí colocados –
especialmente, en ferrocarriles, que podían sufrir por la crisis ganadera -,
negociar no resultaba imposible. Por fin, en enero de 1933 zarpó rumbo a
Londres, para “que retribuya las visitas que realizara a nuestro país S.A.R. el
Príncipe de Gales”, una comisión presidida por Julio A. Roca, con agregados y
asesores, como Guillermo Leguizamón, Miguel A. Cárcano y Raúl Prebisch.
La
auténtica intención de los comisionados era obtener un convenio que paliara los
efectos de Ottawa sobre nuestro comercio con Gran Bretaña. Las negociaciones
fueron lentas y trabajosas. Para peor, Roca deseaba “ligar las economías
inglesas y argentina aún más, de modo que las empresas británicas en Argentina
fueran dependientes dela prosperidad general del país anfitrión”. Pero
encontraba para ello oposición por parte del ministro de Hacienda, Alberto
Hueyo, que no admitía concesiones cambiarias en pro de los comerciantes
ingleses radicados en la Argentina.
Otra
gran pretensión era obtener el manejo de un porcentaje de la cuota de la carne,
en detrimento del “pool” de frigoríficos Freight Committee. Finalmente se
obtuvo la administración de un magro 15% para empresas que no persiguieran
beneficio privado… {¡¡¿¿??!!}… y
siempre a través de transportes e intermediarios ingleses. Por otra parte Gran Bretaña se obligaba a mantener hacia la Argentina,
en principio, igualdad de trato respecto a sus colonias.
Estos
propósitos argentinos se obtuvieron a medias y condicionados. De cualquier
modo, el precio fue alto. Roca prometió levantar una serie de medidas
proteccionistas, en beneficio de insumos británicos; destinar a adquisiciones
en el Reino Unido, el total de las
compras inglesas en la Argentina, cediendo importantes ventajas cambiarias;
sostener las tarifas de ferrocarriles, y favorecer a las empresas británicas de
servicios públicos que actuasen en cualquier ámbito nacional.
Además,
llegó a pronunciar frases poco discretas, felicitándose del trato colonial que
recibíamos. Pero si oficialmente nos habíamos convertido en colonia británica,
en verdad aún distábamos de tan envidiable status. Éramos apenas una vicecolonia.
Sin
embargo, las reacciones fueron muy diversas. Desde la renuncia de Hueyo, hasta
las editoriales de “La Prensa”…, que atacaron el Pacto desde la trinchera
librecambista. Y si el clamor de la izquierda y del nacionalismo fue
tumultuoso, tampoco faltaron voces que campeasen por el Tratado, alegando que
nada mejor podía obtenerse. …, en carta a “Clarín” (14.08.1972), Juan J.
Guaresti (h) defendió el Pacto en estos términos:
“La cláusula cambiaria, muy poco comprendida
por los especialistas, disponía que del cambio disponible la Argentina
retiraría la cantidad necesaria para el pago de la deuda pública y de resto
entregaría a Gran Bretaña una suma proporcional a las adquisiciones de este país
en la Argentina… El secreto de la cláusula,
que era uno de los objetivos de la misión, consistía en que obtenida, quedaba
extendida al resto de los países del mundo que habían redactado con nuestro
país la cláusula de la nación más favorecida”.
De
todos modos, el Pacto tuvo corta vida: tres años. Denunciado por Inglaterra el
07 de agosto de 1936, fue sustituido de inmediato por la Convención que
firmaron Eden, Runciman, Malbrán y Le Bretón, la que a su vez fue prorrogada
por Perón en 1947. Allí admitíamos un impuesto británico sobre la importación
de carne. Pero lo más riesgoso era la reiteración del tratamiento benévolo al capital británico. Según Leslie Burgin,
representante del Board of Trade, en carta a Roca, el gobierno de Su Majestad
interpretaba así esa benevolencia:
1.
Que
la Oficina Argentina de Cambio asigne suficiente cambio de libras esterlinas a los
ferrocarriles;
2.
Que
el Gobierno argentino investigue la situación de las compañías británicas de
seguros;
3.
Que
el Gobierno argentino tome medidas para ayudar a la Compañía Tramways Anglo
Argentina;
4.
Que
el Gobierno argentino dé preferencia a compañías británicas en licitaciones
públicas;
5.
Que
el gobierno argentino cancele el impuesto general el 10% “ad valorem” sobre
importaciones.
En
realidad, todos esos forcejeos diplomáticos habían consolidado el monopolio en
manos de seis frigoríficos: Smithfield y Anglo (ingleses); Armour, Swif, Wilson
y La Blanca (norteamericanos), tenían asegurado un 12% anual. Mientras, los
estancieros e invernadores poderosos aceptaban una ganancia mucho menor, de
apenas 2%, per consoladora en medio dela depresión. La situación del pequeño
productor independiente, el que arrendaba la tierra cara y producía – sobre todo,
en el Norte – carne de inferior calidad, era crítica. Una gran voz se alzaría
entonces en su defensa. La de Lisandro de la Torre vinculado a los colonos santafecinos
y cordobeses, y el mismo estanciero en Pinas. (4)
FUENTE
“La
Democracia Ficta”, Horacio Sanguinetti
Memorial
de la Patria, 1975
1. Y petróleo
es un rubro fundamental que estaba incluido y debe ser tenido en cuenta.
2. Lo expuesto por el
autor no es compartido por otros autores que señalan los acuerdos
bilaterales que estaba desarrollando el gobierno de Hipólito Yrigoyen
hasta el golpe de setiembre de 1930.
3. Diversos autores
señalan que el proyecto aprobado fue tomado (o era muy similar) del Banco
Central de la India, colonia británica por aquellos años.
4. La intervención de
Lisandro de la Torre lleva al “Debate de las carnes” en el Congreso, todo
termina con el asesinato de Enzo Bordabehere, en el recinto, al duelo de la
Torre – Pinedo y finalmente el suicidio de Don Lisandro.
{Sobre el pacto y el petróleo ver la
entrada del 08.12.2010 “El Pacto, el petróleo y los trusts” de la autoría de Juan
Carlos Vedoya}
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