Arrimarse a la boca del lobo es…
de hombre bobo.
Trump siempre ha sido un lobo disfrazado de lobo
Al respaldar al presidente de manera incondicional, las élites republicanas ayudaron a que sucediera el asalto al Capitolio.
Durante años, ha existido un mantra que los republicanos recitan para consolarse acerca del presidente Trump, tanto por las cosas que dice como por el apoyo que le ofrecen.
Según ellos, Trump debe ser tomado en serio, pero no literalmente.
La frase proviene de un artículo de Salena Zito publicado en The Atlantic, en 2016, en el que se quejaba de que la prensa se tomaba a Trump “literalmente, pero no en serio; sus seguidores lo toman en serio, pero no literalmente”.
Para las élites republicanas, se trató de un argumento muy útil.
Si las palabras de Trump se entendían como una serie de capas de exageración y estilo folklórico, diseñadas para provocar a los pedantes de los medios de comunicación pero perfectamente comprensibles para sus partidarios comunes y corrientes, entonces, mucho de lo que sería demasiado grotesco o falso como para poder ser aceptado de manera literal podría respaldarse cuidadosamente, en el mejor de los casos, o simplemente ignorarse como un mal chiste en las peores ocasiones.
Y las élites republicanas podían caminar por la cuerda floja entre acabar con su reputación o enfurecer al líder de su partido, mientras culpaban a los medios de comunicación por caricaturizar al trumpismo al reportar con precisión las palabras de Trump.
El 5 de noviembre de 2020, pocos días después de las elecciones, el vicepresidente Mike Pence protagonizó un ejemplo perfecto de esa actitud.
Cuando Trump declaró que las elecciones fueron robadas, en términos tan contundentes como un puñetazo en la cara, Pence trató de tomarlo en serio, pero no de manera literal; así que fue solidario con la furia de Trump mientras se alejaba de sus afirmaciones reales. “Estoy con el presidente @RealDonaldTrump”, tuiteó. “Debemos contar cada voto LEGAL”.
Pero Trump no quería que se contaran todos los votos legales.
Quería que se eliminaran los votos contados legalmente y que se consiguieran nuevos sufragios a su favor.
Quería ganar, no perder; costara lo que costara, cualesquiera que sean los medios.
Y, desde entonces, aumentó la presión todos los días, lo que originó la extraña teoría esgrimida por los trumpistas en las últimas semanas de que el vicepresidente estaba autorizado para aceptar o rechazar los resultados de las elecciones del 6 de enero; es decir, que Pence podría, por sí solo, corregir ese error.
Y así, después de años de servicio leal, de degradaciones diarias y humillaciones constantes, Trump también atacó a Pence, declarándolo como un enemigo más del pueblo.
“Mike Pence no tuvo el coraje de hacer lo que debía para proteger nuestro país y nuestra Constitución”, se enfureció Trump, acabando con cualquier relación que Pence haya construido con su base.
El miércoles, en el Capitolio, los que se tomaron a Trump en serio y los que se lo tomaron literalmente chocaron de manera espectacular.
Dentro del edificio, un grupo de senadores republicanos, liderados por Ted Cruz y Josh Hawley, formulaban un desafío irresponsable a los resultados del Colegio Electoral.
No tenían ninguna oportunidad de anular los resultados y lo sabían.
No tenían pruebas de que los resultados debían anularse y lo sabían.
Y no actuaron, ni hablaron, como si realmente creyeran que la elección había sido robada.
Estaban allí para tomar en serio las preocupaciones de Trump, no literalmente sino con la esperanza de que los seguidores del mandatario pudieran convertirse en sus seguidores en 2024.
Pero, al mismo tiempo, Trump les estaba diciendo a sus seguidores que le robaron las elecciones y que ellos tenían que resistir.
Y lo tomaron literalmente.
No experimentaron eso como la actuación de un agravio; lo vieron como un asalto profundo.
Irrumpieron en el Capitolio, atacaron a oficiales de policía, destrozaron puertas, barreras y saquearon las oficinas del Congreso.
En medio del caos, una mujer recibió un disparo y falleció.
Si sus acciones te parecen una locura, imagínatelo desde su perspectiva, desde dentro de la estructura epistémica en la que viven.
El presidente de Estados Unidos les dijo que las elecciones habían sido robadas por el Partido Demócrata, que les estaban negando el poder y la representación que legítimamente habían ganado.
“Conozco tu dolor”, dijo Trump en su video del miércoles, desde el jardín de la Casa Blanca.
“Conozco tu dolor. Nos robaron una elección. Fue una elección arrolladora y todos lo saben”.
Más de una docena de senadores republicanos, más de 100 miembros republicanos de la Cámara de Representantes e innumerables figuras de los medios conservadores respaldaron las afirmaciones de Trump.
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