El nuevo Presidente estará acompañado por la personalidad excluyente y polarizante de Cristina Fernández de Kirchner, en su carácter de vicepresidenta (disparando la chanza que, en la Argentina estemos quizás ante un nuevo y exótico sistema de gobierno: el "Hiper Vice Presidencialismo").
La estrategia electoral de presentar un verdadero "caballo de Troya transparente" -ya que se distinguía claramente en su interior a la ex presidenta- igual sirvió para neutralizar el rechazo que ella despertaba en el electorado y reunir así decisivamente a todo el peronismo.
Sin embargo, a partir de su victoria en las urnas, Alberto Fernández se vio sometido a un desgastante proceso de proliferación de rumores en torno a quienes serían sus colaboradores.
Las supuestas marchas y contramarchas en esos nombramientos dejaron la impresión que el flamante Presidente ha perdido ya a varios ministros aunque todavía ni siquiera se calzó la banda presidencial.
El Presidente deberá encontrar consensos y pulsear algunos disensos diferenciadores con Cristina Fernández y los suyos, pero la clave está en la construcción en paralelo de una robusta gestión presidencial.
Seguramente, esa situación lo ha llevado a preferir un gabinete sin figuras de peso políticas -salvo la del del canciller Felipe Solá-, dispersándolo en múltiples mini-ministerios, y un superministerio, el de Producción, que aunque reunirá carteras muy importantes aparece presidido por un cultor del bajo perfil como lo es Matías Kulfas. Esto le da un protagonismo en la gestión no disputado al Presidente e intenta una coordinación mayor del área económica que la atomización decisional del presidencialismo segmentado de Mauricio Macri y Marcos Peña.
Pero siempre es más fácil coordinar pocos ministerios jerarquizados, y más en tiempos críticos, que muchos y débiles.
Para ello contará con la asistencia en la Jefatura de Gabinete de Santiago Cafiero y Cecilia Todesca -como controllers político y económico respectivamente-.
Las decisiones iniciales tendrán que asegurar confianza, aunque al frente de la conducción económica se ha nombrado a un joven académico, Martín Guzmán, experto en deuda sin ninguna experiencia de gestión, que tendrá que hacerse cargo del principal problema macroeconómico, que es el del financiamiento externo.
Por contraste, el Banco Central será presidido por alguien con mucho rodaje como Miguel Pesce, que fue vicepresidente de ese organismo del 2004 al 2015 y Secretario de Hacienda y Finanzas de CABA en las épocas críticas que rodearon el estallido del 2001.
La constitución de ese núcleo de gobernabilidad es el que a Alberto Fernández le permitirá hacer pie para avanzar en la resolución de los graves problemas sociales y económicos que enfrenta la Argentina.
Seguramente, demande de un dispositivo aceitado de comunicación con la vicepresidenta, quien sentará sus reales sobre el Congreso Nacional y tendrá influencia importante sobre el Gobernador de Buenos Aires, Axel Kicilloff.
Todo esto pondrá a prueba la ideologización que últimamente exhibió el Presidente electo.
Se sabe que en momentos críticos, las palabras prueban su validez casi inmediatamente, ocupándose la realidad misma de dejar en claro su efectividad o el fracaso para dar cuenta de ella.
El primer desafío, ineludible y decisivo, será entonces el de la construcción de una autoridad presidencial.
(*) Director de la carrera de Ciencia Política de la UBA
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