En Caracas es muy común hoy dejar un dólar de propina al chico que empaca las compras en el supermercado. Nada distinto a lo que se hace en cualquier país normal.
Las colas para repostar nafta duran hasta tres días en las gasolineras; los apagones son diarios, la virulenta hiperinflación ya es la tercera más larga de la historia y los supermercados y abastos están atiborrados de bienes importados que muy pocos pueden comprar.
La Venezuela bajo el puño de hierro del chavismo se ha convertido en un sistema autoritario donde prospera un capitalismo salvaje; algunos ricos cercanos al régimen son cada vez más prósperos, cerca del 70% de los trabajadores persiste en la informalidad y millones intentan sobrevivir cada día con lo que llevan puesto.
El régimen atribuye el cuadro actual –gestado durante dos décadas de políticas estatistas y corrupción de un régimen sustentado por bayonetas- a las sanciones impuestas desde 2017 por Estados Unidos al chavismo por sus acciones contra la democracia representativa y los opositores.
La gran mayoría de los empleados públicos, incluyendo burócratas, policías, militares de bajo rango y trabajadores sociales ganan un salario mínimo pagado por un Estado en quiebra, por eso necesitan cada vez más apelar a las coimas, las limosnas o los regalos para sobrevivir la quincena.
Es posible comprar una botella de whisky escocés o de vino argentino por unos 10 dólares, pero el kilo de carne ya vale unos 4 dólares y la canasta mensual de alimentos básicos unos 300, según estudios de Cendas, un centro de investigación del gremio nacional de maestros.
Cáritas, ONG de la iglesia católica, ha encontrado que el 57% de los niños menores de cinco años evaluados en jornadas de auxilio en barriadas tiene algún grado de desnutrición.
Burbujas económicas
Pero a la vez florecen burbujas de una economía paralela donde una pequeña minoría puede permitirse el lujo de viajar, gastar en restaurantes y fiestas de lujo, mientras familias enteras hurgan en basurales en la calle en busca de algo que comer.Caracas es hoy una burbuja de abastecimiento de combustibles, alimentos, electricidad y agua potable.
Por algunos barrios florecen los llamados bodegones, tiendas de productos importados que se tasan y pagan en dólares y que básicamente venden golosinas, productos de higiene, aceites de motor y cereales.
En las farmacias ya se consiguen casi todas las medicinas que escaseaban hace poco, solo que es imposible comprarla para cualquier enfermo que no reciba ayuda desde el exterior.
La enorme contradicción del combustible importado
La capital del país – tenía seis millones de habitantes- ha sido preservada en general del martirio de la escasez de combustibles y comida porque el chavismo quiere evitar cualquier excusa para un estallido social.Otra gran contradicción.
La nafta en Venezuela es más que gratis: con un dólar se podrían comprar al menos 50.000 litros del combustible de alto octanaje, suficientes para llenar 833 veces el tanque de un todoterreno (SUV), y recorrer 416.500 kilómetros, cruzar la Argentina 112 veces de norte a sur.
El chavismo no se atreve a cobrar lo que valen los combustibles, y gasta unos nueve millones de dólares por día en la importación de diesel y nafta para cubrir la demanda interna, pues desde hace tiempo las enormes refinerías del país han colapsado.
“En Venezuela no se está produciendo gasolina de ningún tipo, por problemas. Estamos importado cerca de 100.000 barriles por día”, dijo a Clarín el sindicalista de la industria petrolera Iván Freites, un acérrimo enemigo del gobierno.
La rusa Rosfnet y la española Repsol son hoy dos de los principales surtidores de Venezuela, señala el economista petrolero Rafael Quiroz.
En Venezuela queda una deteriorada flota de 3,4 millones de autos, camiones y autobuses, la gran mayoría con más de 100.000 kilómetros de recorrido, según empresarios de leasing automotriz.
Lo que le cuesta al Estado ese consumo de combustibles y lo que se deja de percibir en impuestos y exportaciones es mucho más de lo que se invierte en educación y salud pública.
Dolarización de hecho
Los medios de pago de la economía se han dolarizado casi por completo.Desde un corte de cabello, una res en pie, hasta la ropa de vendedores callejeros, departamentos y coches, todo se mide en la divisa de EE.UU.
Nadie sabe explicar de dónde salen los dólares que circulan en la economía al menudeo, pero fuentes bancarias asoman que se trata de dinero mayormente asociado a actividades ilícitas de los militares que dominan la economía formal e informal del país y que tradicionalmente hacen sus negocios en efectivo para no dejar mayores rastros.
El 15% de venezolanos que -según la firma Ecoanalitica- hoy tiene alguna forma de acceso directo a las divisas, lo que ha dinamizado el mercado.
Pero la hiperinflación que, según Steve Hanke, experto mundial en el tema, es la tercera más larga y alta de la historia mundial también deteriora el poder del dólar y hacen falta $700 para comprar lo que se compraba con $100 hace un año, calcula Ecoanalítica.
Cuando hay hiperinflación ocurre un proceso de dolarización informal, “es algo normal y típico”, señala Hanke al recordar que lo que ocurre en Venezuela es similar a lo de Zimbabue, que pese a sanciones internacionales terminó dolarizando formalmente su economía y sacando por completo de circulación la moneda local.
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“Las divisas de los venezolanos que están fuera del país y las exportaciones proveerán esos recursos", agrega.
Ya en octubre el 54% de las operaciones comerciales se hacían con dólares, según Ecoanalítica, aunque en ciudades fronterizas el promedio supera el 80% y hay más dólares que bolívares en circulación.
La dolarización, alabada hasta por el gobernante Nicolás Maduro, ha sido una válvula de escape.
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“El golpe de timón fue resultado de los hechos, no había otra alternativa”, afirma el economista Jesús Faría, ex ministro de Comercio Exterior, hasta 2016.
Hay importantes vínculos entre lo que se está haciendo ahora y la política anunciada en 2016 “pero lamentablemente no ejecutada entonces”, en precios, cambiaria, fiscal y sector privado”, dice en breves declaraciones para este artículo.
“Se impuso la realidad y la coherencia. Cuando las condiciones cambian, lo más lógico es que las políticas se adecuen a ellas. Eso fue lo que ocurrió. Nada extraño si revisas la historia de las revoluciones”, dice Faría.
Atribuye, siguiendo la lógica oficial, la situación de la economía venezolana a las sanciones impuestas por Estados Unidos contra Maduro, sus cercanos colaboradores, la estatal Pdvsa y la República.
“No creo que un análisis sólido y serio pueda atribuir la eliminación, la erradicación, el exterminio, del salario de los venezolanos a las políticas economías”, dice.
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Por cierto, Hanke opina que las sanciones son inútiles para intentar derrocar regímenes autoritarios.
Los casos de Corea del Norte, de Irán de los Ayatollahs, y de Cuba, así lo certifican, señala.
Caracas, especial para Clarín
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