La sola mención de que el Congreso se convierta, otra vez, en una "escribanía" del Poder Ejecutivo provoca escozor en aquellos legisladores de Cambiemos que fueron testigos de la etapa más radicalizada del kirchnerismo, sobre todo entre 2011 y 2015, cuando las leyes más polémicas se aprobaban sin debate y a libro cerrado.
Los resultados de las primarias proyectan un futuro Congreso polarizado, con terceras fuerzas en disolución y un crecimiento exponencial del PJ kirchnerista, ahora rotulado Frente de Todos. Si se repite el mismo resultado en octubre, este frente se llevaría entre 68 y 70 de las 130 bancas en juego en la Cámara de Diputados, más de la mitad.
Sumaría en diciembre, cuando se renueven ambas cámaras, un piso de 117 bancas, cifra que podría incrementar con aliados seguros, como los santiagueños del Frente Cívico, por caso.
Apenas una decena de bancas los separan de los 129 legisladores necesarios para la mayoría absoluta y el quorum.
En el Senado la situación es todavía más apremiante para el actual oficialismo.
Según el resultado de las primarias, el kirchnerismo obtendría 14 de las 24 bancas en disputa y sumaría 36 escaños a partir de diciembre. En un eventual regreso al poder, el peronismo tendría asegurado el quorum de 37 senadores con el apoyo de fuerzas provinciales aliadas, como los frentes Cívico de Santiago del Estero y Renovador de Misiones.
No será un espacio homogéneo el del Frente de Todos.
Al contrario, allí confluyen distintas vertientes, como el kirchnerismo puro y duro (incluida la agrupación La Cámpora), los legisladores que responden a los gobernadores peronistas, el Frente Renovador de Sergio Massa, Proyecto Sur, el Movimiento Evita, entre otros.
Todo indica que, al menos en la Cámara baja, se articulará un interbloque a partir de diciembre próximo.
El actual jefe del Frente para la Victoria, Agustín Rossi, llevaría las riendas de este nuevo espacio, mientras que Massa presidiría el cuerpo.
Si bien esto último aún no está confirmado, fue una de las promesas de Fernández al tigrense para convencerlo de sumarse al Frente de Todos.
Preocupación oficialista
En Cambiemos no ocultan su preocupación por este renovado avance kirchnerista en el Congreso."La República es más importante que una elección. Hay muchas cosas importantes en juego, entre ellas la definición del próximo Congreso. Por eso debemos pelear la elección de octubre con el objetivo de preservar el equilibrio de los poderes y la independencia de los organismos de control", arengó el diputado Mario Negri, jefe del interbloque de Cambiemos.
La cuestión fundamental, coinciden los legisladores oficialistas, es aquietar durante los próximos dos meses las aguas del mercado cambiario, impedir que se dispare el dólar y focalizar todas las energías en la gestión para neutralizar el efecto de la inflación en los precios.
No se ilusionan; creen que difícilmente se podrá ganar (sería un milagro, admiten), pero se contentarían con evitar que Fernández se alce con un triunfo aún más arrollador que en las primarias.
El otro desafío que tendrá por delante Cambiemos será mantener la unidad después de una eventual derrota electoral.
El radicalismo guarda no pocos reproches hacia sus socios de Pro: marginado de la toma de decisiones más importantes del Gobierno, confinado a ser solo un "socio parlamentario" durante los cuatro años de mandato, en el partido están convencidos de que la derrota obedeció a la mala praxis política y económica del macrismo.
Las derrotas electorales suelen ser causales de diásporas políticas.
Habrá que ver si en Cambiemos prevalece la unidad, amalgamada por su oposición al kirchnerismo, o bien termina por implosionar por los resentimientos acumulados.
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