Muchos sostienen que el gobierno kirchnerista habría avanzado en cuestiones de derechos de los trabajadores, aunque faltaría regularizar la situación de los asalariados no registrados.
El empleo no registrado, en realidad, no es una “falta” del modelo sino un mecanismo más para compensar la ineficiencia del capital radicado en Argentina y una de las condiciones del crecimiento de los últimos años del que se vanagloria el oficialismo.
Es decir, es una condición de su existencia. Por lo tanto, lejos de combatirlo, es el propio Gobierno quien se beneficia del mismo, al igual que los empresarios.
En efecto, la existencia del trabajo en negro es uno de los pilares de un crecimiento basado en empresas que compensan su ineficiencia con bajos salarios. Desde 2010, la tasa de empleo no registrado (ENR) no baja del 33%. A su vez, desde ese mismo año el porcentaje de asalariados “en negro” que trabaja en más de una ocupación tendió a crecer.
Es decir, se mantiene un porcentaje relativamente constante del ENR desde hace cuatro años, pero crece la cantidad de puestos de trabajo precarios. Estas cifras expresan la consolidación del ENR en la economía argentina como mecanismo de compensación del capital ineficiente.
El Gobierno y gran parte del progresismo sostienen que el fortalecimiento de las pymes es fundamental para el crecimiento económico y el sostenimiento del empleo.
Ahora bien, las pymes son las empresas que mayor ENR contratan y las que peores salarios pagan. Entre 2003 y 2014, los establecimientos con hasta 5 personas empleaban en promedio el 60% de los obreros “en negro”.
Estos patrones suelen ser quienes contratan obreros para las actividades que tercerizan las grandes empresas. Una estimación conservadora pone en evidencia la elevada evasión de los empresarios que emplean trabajadores en “negro” y sus exorbitantes ganancias a costa de la precariedad laboral.
En 2013, la diferencia entre el costo salarial y las remuneraciones netas del empleo registrado privado fue del 43%. Si tomamos por ciertas las cifras oficiales de empleo no registrado y sus ingresos promedio, la evasión anual en cargas sociales fue de 57.700 millones de pesos, 10.530 millones de dólares oficiales de entonces.
Cabe destacar que las ganancias a expensas del pago de las cargas sociales son aún mayores si se suma el ENR que aparece bajo la forma de “cuentapropismo”.
Pero los capitales privados no son los únicos que se benefician a costa de los obreros peor pagos. El Estado también lo hace. Se estima que en 2013 el 12,2% de los empleados públicos en el país no estaba registrado, implicando un ahorro para el conjunto del capital local.
Además del ahorro que implica no pagar aportes, el empleo en negro permite aumentar las ganancias por la vía de los bajos salarios. Los empresarios pagan a los trabajadores no registrados un salario mucho menor que el que reciben los registrados en mano.
Según las manipuladas cifras del Indec, en lo que va de 2014, el salario no registrado representa apenas el 51% de lo que se paga al trabajador registrado privado. Incluso entre los años 2005 y 2013 el ingreso medio laboral no registrado se ubicó por debajo del Salario Mínimo, Vital y Móvil.
De 2013 a esta parte la suma del ingreso medio laboral y no laboral (subsidios del Estado y demás) de los trabajadores en negro se encuentra por debajo de la canasta básica familiar. La evolución de esta última muestra que la inflación crece a un ritmo mayor que el ingreso total del empleo precario.
Como puede observarse, los bajos salarios y la precariedad en los empleos de los trabajadores en negro expresan no sólo el carácter relativo de la recomposición económica luego de la crisis de 2001, también la consolidación de una capa de la población obrera cada vez más pobre. No obstante, el empleo en negro no es un fenómeno propio de la última década.
Viene creciendo por lo menos desde los '80 (en ese entonces comenzó a medirse anualmente). Sin él, un conjunto importante de capitales no podría subsistir.
Su eliminación bajo estas relaciones sociales tendría como consecuencia inmediata un problema económico (la contracción de la ya chica estructura económica actual), social (mayor desempleo) y político (cuestionamiento del orden y estallido social). Por eso, este mecanismo se convirtió en condición estructural de la economía argentina.
Por otra parte, en contextos de crisis como el actual, el ENR y precario es uno de primeros afectados por los despidos puesto que los empresarios se ahorran el pago de indemnizaciones.
En este sentido, la consolidación del empleo no registrado no sólo muestra la debilidad de la última recuperación económica y las bases de la denominada “década ganada”.
Su expansión en las últimas décadas también deja una enseñanza: la necesidad de organización de los trabajadores ocupados (sean precarios o no) y desocupados. Sólo la unidad de los obreros y sus propias fuerzas políticas pueden cambiar las bases de aquello que los lanza a la precariedad absoluta.
FUENTE
"LOS ANDES", 21.12.2014