Los crímenes de Ortega
El hecho de que la receta chavista se repita en otras latitudes es un asunto que debería ser motivo de preocupación para el continente entero.
Lo malo de este detalle es que no es un problema nuevo: Daniel Ortega y Rosario Murillo llevan varios años en la presidencia de Nicaragua y han recibido la bendición de los que controlan el poder desde Miraflores, cuyos métodos antidemocráticos para perpetuarse en el gobierno siguen al pie de la letra.
En las mazmorras de Ortega y Murillo hay aproximadamente 177 presos políticos encarcelados desde 2018, cuando comenzaron a recrudecer las protestas; cuentan organismos multilaterales como la OEA que además de estos privados de libertad hubo 355 muertes relacionadas con las manifestaciones.
En 2021, desde mayo hasta noviembre fueron apresados 44 líderes de la oposición, entre los que se cuentan 7 aspirantes a la presidencia, como Cristiana Chamorro, hija de la expresidenta Violeta Chamorro.
Los candidatos que osaron disputarle el puesto a Ortega han sido sentenciados en estos días a penas de entre 8 y 13 años de cárcel por ningún delito, sencillamente por oponerse.
Los juicios fueron a puertas cerradas, así que nadie sabe qué se dijo, pero lo cierto es que fueron sometidos a un proceso para el cual ya estaban previamente condenados.
Las recientes declaraciones del embajador de Nicaragua ante la OEA, Arturo McFields, abrieron los ojos a muchos que no estaban poniendo atención al caso nicaragüense.
El diplomático dijo que había presos políticos enfermos que no recibían ayuda.
Justamente, el general de brigada y exsandinista Hugo Torres Jiménez, de 73 años de edad, falleció el 12 de febrero estando tras las rejas porque no recibió atención médica.
¿Todo eso le parece conocido, amigo lector?
Es una versión nicaragüense de la tragedia venezolana.
Por eso los países agrupados en la Iniciativa Democrática de España y las Américas emitieron un comunicado para llamar la atención sobre estos hechos de persecución por ideas políticas que se están haciendo de manera sistemática, lo que los califica de crímenes de lesa humanidad.
Lo mismo que ocurre aquí todos los días.
Qué lástima que Venezuela sea reconocida por semejante legado.
Antes, nuestra historia democrática, nuestros valores humanos y nuestro crecimiento sorprendía al mundo; ahora el país, empobrecido y aniquilado, es además la cuna de un sistema que inspira a los totalitarios y a los populistas.
Por eso es imperativo no dejar pasar estas denuncias.
Por eso es tan importante actuar en vez de contemplar lo que sucede como si no fuera asunto de la ciudadanía.
Los venezolanos tienen que procurar un cambio para dejar en claro que, a pesar de llevar más de 20 años bajo este yugo, siguen defendiendo los derechos humanos, respetando al prójimo y añorando volver a vivir en democracia.
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