Matar por el poder
Pese a
su propia experiencia y la represión que sufrió por denunciar un tema
que «para ellos (Ortega y Murillo) se había convertido en letal»,
Zoilamérica reconoce que le «sorprendió» durante las
protestas de 2018, que dejaron más de 325 muertos, ver que sus padres «eran capaces de matar para mantener el poder.
Siempre he tenido claro que ellos no iban a dejar el poder, pero quizá
nadie se imaginaba que les iba a faltar la menor decencia para llegar
hasta donde han llegado».
El estallido social les mandó «señales de alto
riesgo de que podían perder el poder», señala, lo que les llevó a poner
en marcha «una práctica criminal» y todo lo que ha
sucedido después de cara a los comicios de noviembre, en los que el
presidente busca su cuarta reelección consecutiva.
La estrategia
planteada desde entonces por el presidente y su vicepresidenta ha tenido
como fin buscar «una lógica de legitimidad falsa de todo lo que han
hecho», explica.
Ortega y Murillo comenzaron a tejer un plan, con la
aprobación de leyes –apoyadas por un parlamento con mayoría sandinista–,
cuyo fin era el de neutralizar cualquier competencia y silenciar
cualquier disidencia.
Leyes que han llevado a la detención de más de una
treintena de personas, a las que se mantiene casi en aislamiento, sin
poder ser asistidos por sus abogados –algunos han tenido que huir del
país por amenazas–, ni ser visitados por sus familiares.
«El régimen atropella los derechos a través de acciones revestidas de una legitimidad creada por ellos.
Un arma que ha tenido este gobierno para engañar a la ciudadanía y a la
comunidad internacional y que ha consistido en confeccionar ese traje
de legitimidad a temas fraudulentos de concentración de poder brutal».
La
estrategia de Ortega y Murillo no comenzó en abril de 2018, según
Zoilamérica.
«Empezó cuando Daniel Ortega estuvo en el poder en los años
80. Luego, cuando regresó, en el año 2006, tejió un proceso de
concentración de poder, dándole una apariencia de legitimidad,que pasó
inadvertido. Crearon a lo largo de más de diez años un estado a la medida, utilizando la ley para permanecer en el poder y acabar con sus adversarios».
Reacción tardía
Las últimas acciones del régimen han dejado al descubierto el «atropello» de los derechos en Nicaragua y han provocado el rechazo, casi unánime, de la comunidad internacional.
Una reacción «tardía» para muchos nicaragüenses ya que Ortega y Murillo
tuvieron «todo el tiempo del mundo» para crear una concentración de
poder.
«Y a pesar de tenerlo siguen creando leyes, como la más reciente
por la que el Gobierno debe autorizar la entrega de cualquier premio
internacional a sus ciudadanos. Es un intento de controlar todo por la
vía de la norma», asevera.
El mecanismo represor del régimen sigue
adelante a pesar de las sanciones impuestas tanto por la Unión Europea
como de EE.UU. contra la familia Ortega-Murillo y los mandos militares y
policiales responsables de la represión.
«Han tenido mucho tiempo para construir un capital protegido.
Ha sido muy difícil para la investigación periodística demostrar los
vínculos con el narcotráfico, con el lavado de dinero... porque cuentan con una red de complicidades y de alianzas que todavía se benefician del poder que tiene Ortega».
Declaración de guerra
Al
régimen no le preocupa tampoco el creciente aislamiento internacional.
Esta misma semana Nicaragua ha retirado sus embajadores de México,
Argentina, Colombia y Costa Rica por las críticas de sus gobiernos ante
la falta de competencia y transparencia en las elecciones de noviembre.
Con España el enfrentamiento dialéctico ha sido especialmente enconado.
Iniciado con Arancha González Laya, Murillo lo ha mantenido con su
sucesor, José Manuel Albares.
El último comunicado emitido por el
Gobierno nicaragüense, lleno de errores, acusaba al Ejecutivo español de
«intromisión, injerencia e intervención» en los asuntos internos,
acciones que consideraban «impropias de Gobiernos Democráticos» y,
entre otros temas, se refería al «terrorismo de Estado de los GAL».
Esto
ha llevado a Albares a llamar a consultas a la embajadora española en
Managua, María del Mar Fernández-Palacios.
«Ellos han convertido las
condenas internacionales de los actos criminales del régimen contra la
ciudadanía en una guerra ideológica –sostiene Zoilamérica–. Los
argumentos que utiliza su ‘matonaje’ diplomático es que estamos ante una
guerra entre los países imperiales y la autonomía de los pueblos del
sur. Con ese discurso –continúa– fundamentan una especie de guerra
santa. Están haciendo una declaración de guerra a la comunidad internacional
porque es lo que les conviene. Es más fácil que su pueblo y sus aliados
perciban que se están enfrentando al imperio, a reconocer que son ellos
quienes están generando una guerra civil, en la que ellos son los
dictadores».
Zoilamérica considera también que el incremento de la «brutalidad y agresividad»
del régimen es una consecuencia del momento de debilidad que atraviesa
el matrimonio presidencial, amenazado por una sociedad cada vez más
crítica hacia los que en su día se consideraron los salvadores de
Nicaragua, tras la dictadura de Somoza.
«Su misión es permanecer en el
poder mientras tengan vida, y eso les hace muy peligrosos».
Una de
las preguntas recurrentes es quién del tándem Ortega-Murillo está
detrás de las decisiones de los últimos años.
Mucho se ha hablado del
papel en la sombra que durante décadas ha jugado Rosario Murillo, antes
de que Ortega la nombrara vicepresidenta en 2016 (en noviembre se vuelve
a postular), para m
uchos un pago por haberle respaldado frente a las
acusaciones de abusos sexuales.
Otros ven al presidente como un títere
de su esposa.
«Decir que es un títere lo eximiría de su responsabilidad.
Daniel Ortega siempre ha tenido una imagen sobre la que se basó todo el
poder de Rosario Murillo. Mientras él le siga prestando a ella un poder
ante sus seguidores habrá una alianza. Ortega aprueba todo lo que ella
planifica. Y la persona que está detrás de toda las estrategias de eliminación de disidentes es ella,
una persona capaz de crear vulnerabilidades para que después los
asesinos atrapen y eliminen a su presa de la mejor manera. Ella es capaz
de convertir al más fuerte en cómplice».
Zoilamérica no titubea
cuando se le pide que defina a su madre a quien retrata como una persona
«absolutamente cruel», cuya «única razón de vivir en este momento es
permanecer en el poder».
En cuanto a su padrastro, Daniel Ortega, lo ve como «una persona atrapada en su propio poder.
La gran coincidencia con mi madre es que los dos necesitan el poder
para vivir. Sin embargo, él es el primer preso de esa cárcel de poder
que ellos han construido porque para preservarlo solo pueden ejercer la
fuerza, como sucedió en 2018 cuando sintieron que perdían su ‘reino’. Y
esa fuerza son los barrotes de esa cárcel».
Todo ello ha provocado que «a estas alturas no puedan confiar en nadie» y que esto pueda generar escisiones en su entorno que llevarán al tándem Ortega-Murillo «a su propio final».
Ortega, rehén de Murillo
¿Ortega
se convirtió en un rehén de su madre tras defenderlo cuando usted lo
denunció en 1998?
«Sí, porque el precio más alto que él pudo haber
pagado por el abuso sexual que cometió contra mí fue entregarle el poder
a Rosario Murillo. Y precisamente, como él dijo un día, el arma más
importante que tuvo siempre contra mí para negar mi verdad ha sido mi
propia madre. Esa transacción perversa de ocultar la verdad a cambio de
otorgarle a ella una cuota de poder ni siquiera le permitió entender que
ella no se iba a conformar con una parte sino que quería todo el poder.
Ella empezó su cruzada por conquistar el poder vendiendo a su propia
hija, como la primera y más importante ofrenda para garantizarse algo que nunca había logrado
tener en su vida».
Entre los recuerdos más doloroso que guarda sobre su
madre es la obsesión de esta por controlarlo todo y ser el centro de
atención .
«Eso siempre fue una necesidad para ella a cualquier costo».
La última vez que Zoilamérica habló con Murillo fue después de abril de 2018: «Me llamó para hacer ostentación de su poder.
Me amenazó sobre su capacidad de continuar manejando ciertas cosas de
mi vida desde allá. Y a la par, para hacerme evidente que la única
manera de salir de este círculo de violencia contra mí, que no ha parado
a lo largo de toda mi vida, era retractándome y cediendo. Por eso creo
que ella es la persona más capaz de identificar cuál puede ser tu mayor
debilidad para luego darte la estocada final. Para nadie es un secreto
que la realidad más dolorosa del día a día para mí es no poder volver
con mis hijos a Nicaragua, y tener a mi familia dividida en varios
países... Un daño infligido por Murillo, que quiso recordarme que solo
ella podía detener la represión y el control que ha tenido sobre mí en
Costa Rica. Y que la única solución era rendirme. El premio sería volver a la misma cárcel en la que ellos viven».
Zoilamérica
hace tiempo que aceptó que no había vuelta atrás.
«La familia que un
día me cerró las puertas, me las cerró para siempre. Y esta vez soy yo, por coherencia, la que no está dispuesta a abrirla en sus condiciones,
que son las que pone un criminal a sus enemigos».
A pesar de las
afrentas a lo largo de su vida, asegura que no siente «rencor» hacia su
madre para «no caer en ese mismo círculo de violencia».
Y mantiene que
su mayor compromiso durante todos estos años ha sido el de dar a sus
hijos «una ejemplo de coherencia y de dignidad», palabras que incluso
uno de ellos lleva hoy tatuadas en su piel.
fuente
"ABC. es", España, 15.08.2021
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