ENTRE BAMBALINAS
-LO QUE MAL EMPIEZA, MAL ACABA -
El 11 de diciembre, Cristina Fernández de Kirchner quedará, como ella dispuso al no ser candidata, sin fueros y con una condena de seis años pendiente de análisis por la Cámara de Casación.
¿Irá presa?
Presidente cree que sí. El
“Dos o tres años de prisión domiciliaria parecen inevitables”, suele decir sin mostrarse consternado.
Alberto Fernández comenta en su círculo chico que leyó de principio a fin la sentencia del Tribunal que la juzgó. Lector obsesivo de fallos judiciales,
En su intimidad, asegura que a pesar de algunos vacíos y omisiones, el fallo “está bien escrito”, una manera muy usada en la jerga judicial para decir que los argumentos son sólidos.
Con otra perspectiva muy distinta, imagina para sí mismo un futuro más luminoso.
Trabajando en un peronismo -que sueña no kirchnerista-, volviendo a su estudio jurídico y dejando el departamento de Puerto Madero, que todavía usa permanentemente, para mudarse con su familia y sus tres perros a un lugar de la zona norte del conurbano.
¿Será así? Te lo cuento acá abajo.
El despacho presidencial es una muestra clara del vínculo entre Alberto y Cristina.
Hay dos mesas donde se apoyan sus afectos, por un lado, y sus referentes políticos, por el otro: en un costado, portarretratos con fotos junto a Fabiola el día de su asunción; con su bebé Francisco y con su hijx Dizzie.
En el otro, Néstor Kirchner aparece en un marco grande, pegado a una foto de José “Pepe” Mujica, el expresidente de Uruguay rodeados por imágenes de las Madres y Abuelas.
No está Cristina en ningún lado.
Ni siquiera una instantánea del día de la asunción.
Entre los dos no hay más encuentros sonrientes con té de dulce de leche para ella y de menta para él.
Su rutina sólo incluye rencores y saludos protocolares por Telegram para cumpleaños, fiestas y día del padre y de la madre.
“Campeones del cinismo”, dicen a su alrededor.
El año pasado, Cristina le mandó de regalo un libro “imperdible” en palabras de ella: Diario de una temporada en el quinto piso, del exfuncionario alfonsinista Juan Carlos Torre.
Todo lo que toca esa relación se enreda.
Alberto leyó que era un mensaje donde le recordaba que el gobierno de Alfonsín no terminó y que a él podría pasarle lo mismo.
Le escribió por chat que conocía de cerca esa temporada en el ministerio de Economía porque trabajaba en Legales para Sorrouille.
Cristina le recomendó que lo leyera igual.
Él lo hizo y marcó uno a uno los párrafos que le resultaron interesantes, sobre todo los que tenían que ver con las negociaciones con el FMI.
“Te mando esta captura del libro. ¿Viste que dice que era imprescindible acordar?”, le escribe.
Ella sistemáticamente le clava el visto.
Alberto y Cristina saben que la historia de su Gobierno será la historia de la relación tóxica que construyeron.
Ese ensayo mal ejecutado tiene fecha de caducidad y faltan apenas cuatro meses.
Para ese final, el Presidente sólo tiene una obsesión: “terminar con la forma de ejercer el poder del kirchnerismo”, dice cada vez que puede cuidándose de no repetir aquella frase filtrada de un off que negó en público y que le generó más problemas (“hay que terminar con 20 años de kirchnerismo”).
“por la personalidad de ella, el kirchnerismo se achicó muchísimo. Nadie quiere a la Cámpora y ella ahora sólo es la Cámpora”. Al final de su mandato, juzga que
No hace falta adivinar que su vínculo con Máximo es todavía peor.
Sostiene AF en sus reuniones: “Máximo me desilusionó mucho. pensaba que era parecido a Néstor, que pensaba como Néstor, pero no”.
Ni Alberto ni Cristina estuvieron en esta campaña
Presidente cree que es lo mejor: “ella divide cuando aparece, expulsa. Y yo, si no sumo, no aparezco”. El
Todo indica que el objetivo mayor de su gestión terminó siendo intentar dejar un kirchnerismo más limitado, menos poderoso.
Por eso, vaticina que Sergio Massa no tendrá sus problemas “vinculares” con Cristina si ocurre la milagrosa ecuación que le permita ser Presidente con una inflación del 115%.
Una peligrosa condición de confundir deseo con realidad.
Ese análisis no incluye la empatía que Massa supo construir con la Vice y con su hijo.
inauguración del Gasoducto Néstor Kirchner, una pequeñísima convivencia que tiene más secretos de los que se conocen. El último encuentro entre los dos fue en la
Lo que se vio no deja dudas: Alberto decidió poner cara de fastidio, ella lo ignoró.
“Cristina habló de su Gobierno, yo hablé del mío”, dijo AF a sus funcionarios al volver.
“No se miraron nunca a los ojos durante todo el día”, cuentan quienes estaban ahí.
Aunque parezca una cursilería, hay que hacer un esfuerzo grande para compartir foto, combi, escenario sin mirarse a la cara.
Presidente todavía no acepta que apenas después de lanzar la fórmula presidencial Massa-Rossi, Cristina usara la recuperación de la aeronave de los vuelos de la muerte para criticarlo y decir que su candidato era Wado. A días de las PASO, el
Ni hablar de que el acto se hizo justo en el único día que él no podía estar porque viajaba a Brasil a ver a Lula por los 200 años de las relaciones diplomáticas entre los dos países.
“Ella no está bien. si no, no se explica las cosas que hace”, dice cuando le preguntan.
Esta relación tiene un hito que nadie negará.
El día que se acordó con el FMI y Cristina estaba en Honduras.
Según suele reconstruir el Presidente, aquel diálogo telefónico para informarle la definición, no tuvo retorno: CFK: “No estoy de acuerdo. Es un error. No digas públicamente que yo apoyo esto porque no lo apoyo. Y algo más: sabé que por este acuerdo vos no vas a terminar tu mandato. Vos vas a terminar como Alfonsín”.
Dicen que Alberto cortó el teléfono.
El resto es historia.
A 120 días del final, con un país en crisis, coqueteando siempre con la tragedia, esta fórmula presidencial sólo puede mostrar que fueron un proyecto que nunca iba a funcionar.
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fuente
El newsletter de Luciana Geuna
"TN", 11.08.2023
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