El Instituto Patria: una colección de irregularidades que una jueza amiga no quiere ver
El presidente es Oscar Isidro Parrilli, ex secretario de la presidencia y hombre de la mas extrema confianza política y verbal de Cristina Kirchner. La vicepresidencia está cubierta por Jorge Horacio Ferraresi, intendente de Avellaneda y organizador de la logística que nutre de militantes y cotillón a las manifestaciones del kirchnerismo tras su salida del poder.
La secretaria es Teresa Adelina Sellares, conocida por su nombre artístico de Teresa Parodi y quien fuera la última Ministro de Cultura del kirchnerismo.
Completan el directorio el ex asesor legislativo de Julio De Vido, Federico Bernal, el ex intendente de Pehuajó, Pablo Javier Zurro, el ex secretario de Relaciones Institucionales del AFSCA de Martín Sabbatella, Sebastián Rollandi, la actriz Rita Cortese, el ex director del Sistema Nacional de Medios Públicos, Tristán Bauer, el ex administrador de la Casa Rosada, Flabio Rogelio Riquelme y la contadora Ofelia Cédola, quien muchos años atrás, siendo amiga de Cristina Kirchner, le presentó al que se convertiría en su marido, Néstor Kirchner.
En particular, se le reclamaba el registro de asociados que deben presentar todas las entidades civiles.
Este listado es considerado necesario, ya que prevé cumplir con las normas de transparencia respecto al origen de los fondos y evitar el lavado de dinero proveniente de ilícitos.
En el escrito presentado ante la justicia, denunciaron la visita de dos inspectores a la sede del Patria el 18 de septiembre de 2017 y el fotocopiado de partes del Libro Registro de Asociados en el que se anotan los aportes recibidos.
El mismo registro de asociados y aportes les había sido exigido durante años a las asociaciones civiles sin mayores inconvenientes y nunca había originado una respuesta tan enérgica como la que devolvía el Patria.
Allí, los que reclamaban que el Patria abriera los libros, esperaban que hubiera un escrutinio severo sobre los papeles presentados por el Instituto, que mostraban una serie de irregularidades de diferente gravedad.
La Cámara que debía revisar si existían motivos para revisar el origen de los fondos que financian la actividad de Instituto, prefirió omitir su análisis para concentrarse en la cuestión política detrás del reclamo de las autoridades de la asociación civil.
En ese mismo período, duplicó el ingreso del Patria; pasaron de recolectar $2.367.232,72 en 2016, a juntar $4.349.547,23 en el año siguiente.
Los gastos entre un año y otro se incrementaron de $1,748.866,83 a $4.384.300,85.
La mayor parte de ese incremento lo intentan justificar mostrando que se duplicaron los gastos en personal y alquiler, el ítem de cargas sociales triplicó los costos de un ejercicio a otro, en honorarios profesionales los gastos subieron de $11.273 en 2016 a $239.236 en 2017, y un rubro como el de folletería que no había tenido consumos el cierre anterior, terminó el ejercicio último con más de $164.000 de gastos.
De ese total, $49.784,41 no es exigible, es decir que puede ser pagado más adelante sin mayores contratiempos.
En total, el pasivo declarado en 2017 fue de $448.902,13, bastante mayor al del año anterior que cerró con $120.276,58.
En el acta del 28 de abril, se explica que el presidente Oscar Parrilli propuso aumentar las cuotas a cobrar a los socios activos de $500 a $600, de $300 a $360 a los adherentes y de $1.000 a $1.200 para los socios contribuyentes.
Para los socios fundadores, se aprobó un aumento de $400 más sobre los $2000 que venían aportando.
Los $2.448.080 que recaudan en cuotas sociales, los $150.600 en cuotas de ingreso y los $31.840 en donaciones, representan el 60% de los ingresos.
El resto proviene de lo que recolectan en los eventos y cursos que organizan.
Y otra parte de los bonos contribución, que les permitieron recaudar $565.627,23.
La pasión por el dinero en efectivo del Patria se contradice con lo que exige la AFIP hace años y no existen excepciones de ninguna clase, incluso cuando se trate de una asociación civil como el Patria.
Los aportes de sus benefactores se realizan contra unos tickets troquelados con el logo del Patria que varían de valor, con el menor por 100 pesos y el mayor por 500 pesos.
En los listados de tickets, se observa por ejemplo la entrega de 17 tickets consecutivos a un mismo aportante hasta alcanzar los $17.500, lo cual ameritaba la entrega de al menos un recibo oficial.
De algún modo, todos ellos se las arreglan para llegar hasta la sede del Instituto y pagar en efectivo, aunque para ello tengan que viajar desde Santa Cruz u otros sitios del país en donde viven.
El problema es que no se sabe cuántos aportantes y socios tienen, cuestión que viene arrastrándose desde su creación.
Y con ello la nómina de sus aportantes para demostrar tanto que ese dinero se encuentra debidamente declarado por cada uno de ellos y para transparentar que no hay algún personaje o maniobra delictiva detrás.
Entre las actividades más usuales del Patria están las charlas dadas por los ex funcionarios del gobierno de Cristina Kirchner.
A juzgar por los números, las más exitosas fueron las conferencias del ex vicepresidente y ex ministro de economía Amado Boudou.
De manera que no hubo gastos de honorarios, ya que los propios integrantes del Patria aclaran que los costos de las conferencias fueron asumidos por organizaciones sindicales, teatros o auditorios, que cedieron sus instalaciones para hacer los cursos.
Se trata de una cifra exigua para tantos encuentros, más aún si dentro de ese rubro se incluyen desde torneos de ajedrez, recitales y hasta jornadas de solidaridad con la dirigente jujeña Milagro Sala.
El problema es que al no poderse consultar los registros de aportes ni presentarse convenios de cesión de locaciones y servicios, es imposible saber cómo financiaron tantos eventos a lo largo del año pasado a un costo promedio de unos dos mil pesos cada uno.
De los $604.041,17 que gastaron en 2016, pasaron a gastar $1.304.486,33 en 2017.
Dada la falta de información en los documentos presentados, es imposible saber si aumentaron el personal o firmaron paritarias que implicaron duplicar los sueldos de la dotación del Patria.
De contar con una acción del Banco Credicoop por un valor de $88,80, pasó a tener un depósito en esa entidad por $300.000 adicionales en 2017 sin explicar el origen de aquellos fondos, más aun cuando entre ambos años se triplicó su deuda comercial y su mora por el pago de aportes previsionales pasó de $2.790 a $73.781,69.
Los especialistas consultados, coincidieron en la incoherencia que mostraba el atesorar recursos e incurrir en una deuda previsional, particularmente porque no hay forma de hacer rendir un plazo fijo a valores superiores a la tasa que se impone por el pago fuera de término de deudas previsionales.
Dicho de otra manera, no sólo se pierde dinero con tal maniobra, sino que además se expone a una entidad política a ser acusada de evadir aportes de los trabajadores mientras sus cursos hablan en sentido opuesto a la solidaridad previsional.
El edificio de tres plantas de Rodríguez Peña 80 sufrió un inusitado aumento de un año al otro.
De los $580.800 pesos que pagaron durante 2016, pasaron a $1.263.522 al año siguiente sin que sea posible explicar una indexación de más del 100% fuera de toda escala en el mercado inmobiliario.
Tampoco es posible saber a quién le alquilan el inmueble, ya que nunca presentaron el contrato de alquiler debidamente registrado en la IGJ, pese a que oportunamente le fuera requerido.
Allí funcionaba la escuela de gobierno del Frente Renovador, el partido liderado por Sergio Massa, ex jefe de gabinete de la presidente honoraria del Patria.
Allí funcionó uno de los bunkers de campaña de esa corriente en las elecciones de 2011 y 2013.
En esos días, el partido Frente Renovador declaró pagar unos 150 mil pesos mensuales de alquiler, algo menos que los que pagaría su siguiente inquilino al ocuparlo.
O la curiosa forma de contabilizar los gastos de oficina; en lugar de hacer un ítem para el rubro como suelen hacer los contadores, se dividió entre diversos apartados caprichosamente separados que reparten “útiles y elementos de oficina”, gastos de “energía” o “gastos de limpieza” presentados de tal manera que resulta complicado entender cómo se imputan gastos que, invariablemente, tienen incrementos en algunos casos del 600% sin otra explicación que el registro del aumento en el balance.
Incluso señalan que la falta de detalle y el desorden favorecen la idea de un descontrol en el gasto que amerita una auditoría externa para comprender que sucede con el dinero que entra en esa institución.
De hecho, es quien le presentó a su marido, Néstor Kirchner, allá por los años setenta en algún lugar de la ciudad de La Plata.
En lugar de darse un tiempo para explorar los cuestionamientos que señalaba la oficina de control, optó por concentrarse en un asunto abstracto como era la pretensión de las autoridades del Instituto Patria de no hacer aclaraciones sobre el origen de los fondos que recibía.
La respuesta del Instituto Patria fue denunciar una “evidente persecución política de la que somos víctimas todos los que pensamos distinto a las actuales autoridades nacionales”.
Y en el mismo párrafo, invocando la filtración de los datos a la prensa como parte de esa campaña que denuncian, advierten que “amparándonos en la Ley de Protección de Datos Personales, nos negamos a hacerlo”.
Completaron así el balance correspondiente a 2017 y las actas en las que describían las actividades de la entidad.
La ausencia de estos papeles, una irregularidad que para las autoridades de la IGJ justificaban precisamente poder ejercer un escrutinio mayor sobre el Patria, no fueron tenidos en cuenta por los jueces.
Los magistrados opinaron que los datos reclamados por la IGJ “Son datos sensibles, según el art. 2 de la ley 25.326, los datos personales que revelan origen racial y étnico, opiniones políticas, convicciones religiosas, filosóficas o morales, afiliación sindical e información referente a la salud o a la vida sexual”.
Existía la esperanza que la jueza Gabriela Alejandra Iturbide se excusara, atento a que su llegada al cargo fue promulgada mediante un decreto del 3 de junio de 2015 firmado por Cristina Kirchner en el que nombró de forma masiva a 69 jueces y fiscales afines.
Esperaban además que la jueza Marcela Pérez Pardo se apartara por ser una militante activa del kirchnerismo que maneja el Instituto Patria.
Junto al camarista Jorge Ballestero – que también falló automáticamente a favor a cada personaje del kirchnerismo alcanzado por la justicia – firmaron el que sería su mayor logro político al sacar en 2015 al juez federal Claudio Bonadío de la causa en la que se investiga su enriquecimiento ilícito.
El fallo de Freiler, firmado también por su socio Jorge Ballestero, fue anulado luego por la endeblez jurídica de sus argumentos.
Es decir que la sociedad entre la jueza Pérez Pardo, que favoreció al Patria, y el ex juez preferido del kirchnerismo, funciona desde hace ya 30 años.
La puntera justicialista fue quien movió los hilos políticos para que Eduardo Freiler entrara y escalara en la carrera judicial a partir de su designación en la Fiscalía de Instrucción N° 22 en la década de los noventa.
Y la coincidencia no solo fue en torno al estilo de vida acomodado, sino que además se amplió a la militancia política.
La jueza que falló a favor del Instituto Patria fue vocal suplente de la entidad y participó de los eventos que organizaba esa agrupación política.
Y Eduardo Freiler, fue uno de los jueces que firmó la solicitada inaugural de esa corriente judicial, publicada en los principales diarios del país el 11 de diciembre de 2012.
Patricio Pereyra Arandia es sobrino de la jueza y en su momento fue uno de los hombres que integró el círculo de confianza del matrimonio de Néstor y Cristina Kirchner.
Tan es así que varias fuentes confirman que durante años fue el encargado de hacer los asados cuando el matrimonio presidencial organizaba encuentros sociales en la residencia de Olivos.
De acuerdo a las investigaciones judiciales, “Monona” Pereyra Arandia fue dueña de una cantidad considerable de acciones “clase C” de la sociedad Hotesur.
Al tanto de la particiacion de su familia política en la trama Hotesur, Freiler decidió no excusarse cuando debió analizar el pedido de apartamiento de la causa del juez federal Claudio Bonadío que realizó Romina Mercado, actitud que en 2018 repetiría su entonces esposa al llegarle el trámite del Instituto Patria cuando le tocara el turno de juzgar a la mayor integrante del clan Kirchner.
Ese emporio hotelero sería la fase inicial para la ampliación y justificación de la fortuna del clan Kirchner en los años siguientes.
Otra de las misiones que se le encomendó al sobrino de la jueza, fue negociar con Aerolíneas Argentinas un contrato que favoreció a los Kirchner con 2,5 millones de dólares por el alquiler de 35.000 alojamientos para sus tripulantes entre 2008 y 2015.
Además, Patricio fue apoderado de Idea SA, otra de las empresas de Cristina Kirchner usadas para tejer el entramado de compañías que integran el patrimonio de la familia.
Su hermano, Mariano Pereyra Arandia fue nombrado secretario de la Cámara de Apelaciones en lo Civil que dirigió Freiler hasta su reciente destitución, de manera que el corte de los vínculos familiares no significó el fin de su relación política con la familia de su ex mujer.
Y llegado el caso, el vínculo familiar entre Pérez Pardo y el juez Freiler continúa inalterado hasta el presente.
La sola presencia del cuñado de Natalia Mercado en su oficina, cuya familia estaba implicada en la causa, hubiera sido causal de excusación.
Nuevamente, primó el interés familiar por sobre la ética del magistrado.
Todavía estaba casada con Eduardo Freiler cuando su marido recibió la denuncia que involucraba a la viuda del narco Oscar Gaviria en el lavado de activos en la Argentina.
Eduardo Freiler terminó sobreseyendo a la viuda de Gaviria, lo cual quizás fue un tema tratado en alguna charla de sobremesa de la pareja.
El caso va a ser tratado el próximo 28 de junio en el Consejo de la Magistratura.
Ese día no sólo se va a pedir una sanción contra Pérez Pardo, sino que además se ampliará a los otros dos integrantes de la Cámara por lo que consideran un fallo inusualmente irregular.
Y mientras tanto se prepara una apelación ante la Corte Suprema por lo que consideran un caso testigo para el futuro de la persecución contra el lavado de activos provenientes de actividades ilícitas.
Lo que está en juego en este caso no es la identidad de los aportantes al Instituto Patria, sino el nombre de aquellos que en el futuro pudieran querer lavar sus activos con tranquilidad, sabiendo que en última instancia pueden gritar una persecución política y negarse a abrir la puerta cada vez que la ley les toque el timbre.
Curiosamente, uno de los argumentos que desfavorece al Patria proviene del propio kirchnerismo.
En la denuncia, declaró que ese dinero pertenecía a la Fundación SUMA, una asociación civil que responde al partido PRO, integrante de la alianza de gobierno Cambiemos.
Michetti explicó que el dinero desaparecido provenía de aportantes a su fundación y que iban a ser utilizadas en la campaña presidencial en curso.
En su escrito, indicó que el manejo de efectivo y la falta de bancarización era un claro indicio de ilícitos que debía ser investigado.
La denuncia fue luego ampliada por los diputados kirchneristas Juan Cabandié y Roberto Tahiade, que invocaron la ausencia de comprobantes entregados a cambio de la entrega de donaciones, para solicitar que se procese a la vicepresidente como partícipe de una maniobra de lavado de dinero.
Este magistrado es otro que arrastra una pesada historia, que lo une con Eduardo Freiler a través de lazos familiares.
Su ex cuñada, Carla María Lago, recientemente separada del abogado y operador judicial Alfredo Lijo, es una de las dueñas de un emprendimiento financiero denominado Minning Pride SA.
La empresa fue fundada en 2012 en conjunto con un comerciante llamado Marcelo Sutton y con Eduardo Freiler, cuando el ex magistrado aún estaba unido a la jueza Marcela Pérez Pardo.
El juez a cargo de la causa SUMA es una de las figuras centrales de la Asociación de Jueces Federales, una entidad que fue armada por la escribanía Gerarduzzi y el estudio Fernández y Asoc, cuyas oficinas en Callao 468 3° A coinciden con el domicilio de la Inversora Callao SA.
Es la misma que, de acuerdo a Freiler y Pérez Pardo, financió la mitad de la compra y construcción de la mansión en Olivos del todavía matrimonio.
Y ese mismo buffete también asesoró a Freiler en la constitución de la empresa Minning Pride SA, según lo explicó el abogado Horacio Fernández, dueño del estudio jurídico de la calle Callao.
Pero solo Pérez Pardo y Lijo fallaron en casos en los que se investigó el lavado de activos mediante fundaciones políticas.
Dos semanas después de iniciada la causa, la Fundación terminó de presentar los balances en la IGJ y otros documentos que venía adeudando.
El Juez Lijo sobreseyó finalmente a la vicepresidente y cerró el caso en abril de 2017.
Ahora, en lugar de reclamar información protege la protección de los datos, como si fueran el reverso de ellos mismos hace apenas unas semanas atrás
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