SOBRE EL VALOR DE…
LAS COSAS Y…
LA RELATIVIDAD
– II –
…
En teoría, si algún libro sagrado
representa erróneamente la realidad, sus discípulos l descubrirían tarde o
temprano y el texto perdería su autoridad.
Abraham Lincoln dijo que no se puede
engañar a todo el mundo todo el tiempo.
Bien, esto es una ilusión.
En la práctica, el poder de las redes
de cooperación humana depende de un delicado equilibrio en la verdad y la
ficción.
Si distorsionamos demasiado la
realidad, ello nos debilitará y
no seremos capaces de competir contra rivales más perspicaces.
Por otra parte, no podemos organizar
a masas de gente sin recurrir a algunos mitos ficticios.

De modo que si nos mantenemos en la
pura realidad, sin mezclar en ella algo de ficción, poca gente nos seguirá.
Si usáramos una máquina del tiempo
para enviar a una científica moderna al antiguo Egipto, no sería capaz de
hacerse con el poder en caso que denunciara las ficciones de los sacerdotes y
sermoneara a los campesinos sobre la evolución, la relatividad y la física
cuántica.
Naturalmente, si nuestra científica
pudiera emplear sus conocimientos para producir algunos rifles y piezas de
artillería, podría conseguir una gran ventaja sobre el faraón y el dios
cocodrilo Sobek.

Pero para extraer el hierro de minas,
construir altos hornos y fabricar pólvora, la científica necesitaría gran
cantidad de campesinos que trabajaran con ahínco.
¿De verdad cree el lector que podría
inspirarlos explicándoles que la energía dividida por la masa es igual a la
velocidad de la luz al cuadrado?

Si acaso lo cree lo invito a
viajar los actuales Afganistán o Siria y
a probar suerte.

Organizaciones humanas realmente poderosas,
como el Egipto faraónico, la China comunista, los imperios europeos y el
sistema escolar moderno, no son necesariamente perspicaces.
Gran parte de su poder estriba en la capacidad de imponer creencias
ficticias a una realidad sumisa.
Esta es la idea del dinero, por
ejemplo.
El gobierno coge trozos de papel que
no valen nada, declara que son valiosos y después los utiliza para computar el
valor de todo los demás.
El gobierno ostenta el poder de
obligar a los ciudadanos a pagar impuestos mediante el uso de estos trozos de
papel, de modo que los ciudadanos no tienen más opción de hacerse con, al
menos, algunos billetes.
En consecuencia, los billetes
adquieren un valor verdadero, los funcionarios de gobierno son vindicados en sus
creencias y, puesto que es el gobierno quien controla la emisión de papel
moneda, su poder aumenta.
Si alguien objetase que “¡Esto no es
más que trozos de papel!” y se comportase como si solo fueran trozos, no
llegaría muy lejos en la vida.
…
Fuente
“HOMO DEUS”
Yuval Noah Harari
DEBATE, 4ª ED. 2017
{Imágenes seleccionadas por el blog}
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