ES LA ECONOMÍA….
La caída de las
divisas emergentes anuncia un periodo de turbulencias
El epicentro de la crisis cambiaria está
en Turquía, pero las reverberaciones llegan a Argentina, Sudáfrica, Brasil,
Rusia e India
Madrid 29 AGO 2018
La señal
definitiva de que algo no iba bien entre las divisas de los países emergentes
la dio la lira turca en julio.
Varias sacudidas y la puntilla en forma de aranceles por parte de
EE UU al acero y aluminio de Turquía acabaron llevando en agosto a su moneda a su
mínimo histórico respecto al dólar.
Eso, para un país con un fuerte
endeudamiento en dólares y un preocupante déficit por cuenta corriente, es el
inicio de un complicado círculo vicioso.
Y la lira no es la única divisa
emergente que pierde el paso.
El epicentro de esta crisis está en Ankara, pero
las reverberaciones llegan a Argentina, Sudáfrica, Brasil, Rusia e India.

En lo que va de año, la
lira turca se ha dejado casi un 40% de su valor.
Solo en agosto, la bajada
acumulada respecto al dólar es de más del 20%, tras varios desplomes abruptos.
En Argentina, con el peso, la caída ha sido más progresiva en los últimos
meses, con una bajada del 14% este mes, pero en lo que va de año la caída
devaluación con respecto al dólar supera el 40%.
El rublo ruso ha vuelto a la
debilidad de 2016.
El real brasileño ha tocado cotas mínimas de más de dos años (con
una depreciación de casi el 20% desde el inicio de 2018).
Y la rupia india está
desde mayo en mínimos históricos, tras bajar este año cerca del 9%.

Los nubarrones parecen haberse instalado
sobre muchas divisas emergentes.
Otra vez. Los motivos que han llevado a esta
situación a las monedas no son exactamente los mismos.
En algunos casos, la
incertidumbre política hace de lastre.
En otros pesa la dependencia de las
materias primas o de China.
Pero la política monetaria de Estados Unidos es un
catalizador para los problemas de la mayoría.
Porque de forma cíclica, cada vez
que la Reserva Federal emprende una senda de subida de los tipos de interés, el
dólar se refuerza y los mercados emergentes se resienten.
El peso de la deuda
El golpe es más fuerte si
además, como ahora, las tensiones suceden tras un periodo de fuerte
endeudamiento de estas economías, en gran medida en moneda extranjera.
De ahí
que las divisas más castigadas sean aquellas con mayor vulnerabilidad exterior:
Turquía, con un déficit por cuenta corriente del 5,5% del PIB; Argentina, del
4,3% del PIB, y Sudáfrica, con una deuda externa del 50% del PIB.
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“En los años
de bonanza, los mercados donde los inversores se sienten seguros están más
dispuestos a tomar ciertos riesgos a cambio de mayores rentabilidades.
Así que
su interés por los emergentes crece.
Al tiempo, durante esas etapas, estos
países vieron la oportunidad y se endeudaron en dólares.
El problema es que
cuando el ciclo se acaba y sus divisas se deprecian, no alcanzan a pagar esas
deudas contraídas en dólares.
Y en ese punto es donde están Turquía y
Argentina, con deudas corporativas en divisa extranjera muy potentes”, explica
Ignacio de la Torre, socio de Banca de Inversión en Arcano.
Este analista cree
que ambos países se han metido en círculos viciosos muy difíciles de romper.
Cuando las deudas en dólares se hacen impagables, las empresas quiebran, los
balances de los bancos se resienten, la inversión extranjera se retrae más... Y
la bola crece.
En estos casos, la única solución suele pasar por el auxilio del
FMI.

La caída casi
sincronizada de las divisas emergentes ha despertado los temores a una
repetición de las peores crisis, como la que sacudió al Sureste asiático, Rusia
y Latinoamérica entre 1997 y 1998.
Cierto contagio, en efecto, se ha producido:
según los datos del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, en sus siglas
en inglés), tras el desplome de la lira turca, la salida de capitales se ha
acelerado este mes en Sudáfrica y en China.
Pero, como dirían los economistas
Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart, esta vez es diferente.
Los inversores parecen
distinguir entre las divisas lastradas por el deterioro de sus fundamentos
económicos y aquellos afectados por cuestiones de política interna, como Brasil
o India.
En India, la rupia está en mínimos, pero su deuda no es preocupante y
no se auguran problemas en el sistema bancario.
Su problema está más vinculado
al fuerte déficit por cuenta corriente.
Necesita inversiones extranjeras y
algunas se están retrayendo, porque el grado de cumplimiento de los planes de
modernización del Gobierno de Narendra Modi no están siendo tan rápidos y profundos
como se esperaban.
En el caso de Brasil, donde el
real está a niveles de 2016, pesan las próximas elecciones.
El inicio de la
campaña electoral arroja unos resultados inciertos y una competición muy reñida
para las presidenciales del 7 de octubre.
Además, ninguno de los candidatos ha
detallado su programa de reformas ni de ajustes necesarios para una economía
con un débil crecimiento y una elevada deuda pública.
Y eso desanima a los
inversores.
Sin embargo, este país no acumula mucho déficit por cuenta corriente,
gracias a su potencia exportadora en materias primas.
Y la deuda en dólares es
más o menos limitada.
Tensiones comerciales
Eso no significa que los
emergentes no tengan motivos para la preocupación, especialmente ante una
escalada de las tensiones comerciales.
Como recuerdan los economistas de ING,
los productores de materias primas pueden verse duramente golpeados por la
nueva ronda arancelaria anunciada en la guerra que mantienen China y EE UU.
La nueva política exterior
estadounidense, que tiene en las sanciones económicas su principal arma —como
ha sucedido con Turquía, Rusia, Irán o China—, hace especialmente vulnerables a
las economías emergentes.
Sudáfrica es el ejemplo más reciente. Un tuit del
presidente Donald Trump criticando las expropiaciones de tierras de cultivo sin
compensación a los propietarios causó mayor debilidad del rand ante el temor a
represalias en forma de sanciones económicas.
En Rusia, las sanciones
internacionales empujan al rublo.
La última tanda aplicada por EE UU llevó la
semana pasada a la divisa a los 69,01 dólares, un nivel que no alcanzaba desde
el 5 de abril de 2016.
Y la política exterior de Putin hace temer otra nueva
oleada, ya que Reino Unido pide más dureza a la UE, lo que hace prever a los
analistas que la divisa siga a la baja.
TURQUÍA,
LA CRISIS QUE AÚN ESTÁ POR VENIR
El Instituto de
Finanzas Internacionales (IIF, en sus siglas en inglés) calcula que en términos
reales la lira se ha dejado un 30% de su valor en los últimos dos años, “una
cifra muy alta, se mida como se mida”.
Desde 1980, solo ha habido nueve
episodios en los que el tipo de cambio real haya caído tanto y durante tanto
tiempo como lo ha hecho la lira turca, todos ligados a fuertes episodios de
crisis en sus respectivos países: México (1995); Indonesia (1998); Rusia
(1998); Brasil (1999), Argentina (2002), Uruguay (2002), Egipto (2003), Ucrania
(2014), y Egipto (2016).
En todos los casos, el Fondo Monetario Internacional
(FMI) acabó acudiendo al rescate de esas economías, con programas de asistencia
financiera.
Como en los episodios
relatados —salvo Argentina en 2002—, tras la depreciación inicial de la lira en
2016 el PIB registró un fuerte repunte en 2017 (7% frente al 3,2% del año
anterior), impulsado en buena medida por la expansión del crédito.
De hecho, el
crecimiento turco es el más dependiente del crédito de todos los emergentes.
Mientras, el déficit por cuenta corriente siguió creciendo (-5,5% del PIB). Con
el frenazo del crédito que se registra en lo que va de año, “eso puede provocar
una fuerte caída de la actividad en la segunda mitad del año y entrar en 2019
con crecimiento negativo, la primera caída del PIB desde 2009”, recuerda Robin Brooks,
economista jefe del IIF.
Fuente
“EL PAÍS”,
España, 29.08.2018
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