VENEZUELA Y…
LA IZQUIERDA VERNÁCULA
05/08/2017
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Clarin.com
La columna de Lanata
La hipocresía de la izquierda frente a la tragedia
venezolana
Para el progresismo argentino queda mal criticar a Maduro. Así de leve.
No sería bien visto.
Para la mayoría de la izquierda la democracia ha sido, en el mejor de
los casos, un atajo cínico hacia el poder.
En nuestra propia
historia el argumento de ejercer el derecho contra la opresión fue falaz:
combatió gobiernos democráticos como el de Perón y Cámpora, se organizó con
grados militares e intentó desarrollar una guerra que, a poco de empezar, quedó
sepultada por una represión militar enloquecida.
Hacia adentro, la organización
de las sectas poco tuvo que ver con la libertad de pensamiento: se persiguió la
homosexualidad, se castigaba con cárcel del pueblo los “deslices” conyugales
y se fusiló tropa propia y ajena cuando lo consideraron
necesario.
La contradicción señalada por Camus entre justicia y libertad como
términos antagónicos se volvió cada vez mas cruel: ¿Es necesario que para comer
haya que dejar de pensar?.
A lo largo del Siglo XX la izquierda se enamoró del populismo aunque en
muchos casos fue perseguida por esos mismos gobiernos.
En otros, esa admiración
enferma los llevó a tratar de coparlos desde dentro: los
montoneros queriendo enseñarle el peronismo a Perón.
Como aquel viejo chiste
que remataba “una cosa es la joda y otra es el laburo”: no hay conductas malas
en sí, depende quien las sostenga.
Hay, para la izquierda, muertes buenas y
muertes malas.
Y hay también disparadores que justifican la acción.
La intención justifica la acción: se vive en un estado de guerra
preventiva en el que lo que la izquierda supone como intención del otro (aún no
materializada) alcanza para lanzar la primera piedra.
No importa que el
otro lo haya hecho: importa que estemos convencidos de que quiere hacerlo.
Los sucesos de Venezuela han vuelto a poner sobre el tapete esta
enfermedad: para el progresismo argentino queda mal criticar a Maduro.
Así de
leve. No sería bien visto en las fiestas.
Para Daniel Filmus, por ejemplo, el centenar de muertos en Caracas es
comparable con “la represión del gobierno de Macri”, y a las escenas de Pepsi
Co, donde solo hubo heridos uniformados y cuatro detenidos que ni siqiuiera
eran del gremio que protestaba.
Luis D’Elía, Ariel Basteiro, ATE, la CTA, Nuevo
Encuentro y otros adhieren a las muertes sin chistar.
Atilio Boron también
provoca vergüenza ajena: le pidió a Maduro que “aplastara” a la
oposición con el ejército.
La crítica literaria Beatriz Sarlo intenta
ser más elegante –aunque no lo logra- y le aclara a los Leuco que nunca fue
peronista, confiesa que era maoísta (y que a la vez, ignoraba lo que sucedia en
China.
¿Se referirá a los millones de muertos entre 1966 y 1976 en la
Revolución Cultural?).
Frente a la repregunta “¿Lo de Maduro es una dictadura?”
Sarlo dice: ---Quizás es un problema técnico. Sí, es probable que uno pueda
decirlo.

¿Más de ciento cincuenta mil exiliados venezolanos en Colombia, más de
cien muertos y miles de exiliados económicos y políticos en la región son un
problema técnico?
Los organismos internacionales divagan en zonas parecidas: discuten
pronunciamientos inútiles, himnos vacíos que les permitan seguir viviendo en
sus oficinas de lujo.
En diálogo con Pablo Rossi el ex presidente uruguayo
Julio María Sanguinetti explicó parte de esa conducta a la izquierda de su
país:“Acá en Uruguay la mitad del Frente Amplio no es demócrata, cree en la
lucha de clases, cree en un marxismo de otros tiempos.
Muy curioso, porque actúa
dentro de los cánones tradicionales liberales.
Pero ellos siguen opinando como
si estuviesen en Rusia en 1917”.
El jueves Loris Zanatta, catedrático de la Universidad de Bolonia,
observaba con lucidez el tema y realizó la pregunta exacta.
El examen que el caso
de Venezuela le plantea a la izquierda universal, pero latinoamericana
principalmente, es: ¿Ustedes son verdaderamente democráticos o lo son
cuando les conviene?.
Fuente
“Clarin.com”,
05.08.2017
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