19 ene 2015

EL TRATADO ROCA - RUNCIMAN - 1933



1.933 TRATADO ROCA - RUNCIMAN

{El 1º de enero publicamos una nota sobre el reciente acuerdo/pacto/tratado con China y al titularla hicimos la comparación con el tratado de 1933 entre Argentina (Roca) e Inglaterra (Runciman). En dicha nota solo en el título está la referencia al tratado de 1933. Dado que la nota de apertura del año ha sido la más vista por lo amigos que visitan al blog, la idea es agregar un resumen de tratado Anglo-argentino ya que existen múltiples similitudes con el actual acuerdo con China. Ambos acuerdos tiene consecuencias que implican la afectación, por décadas, de temas estratégicos en todos los ámbitos de la vida económica nacional}
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DIVISAS, DIRIGISMO, VACAS (1)

La situación económica mundial se había complicado mucho al filo de los años '30. La prosperidad del anterior decenio languidecía de modo alarmante. Estados Unidos sufrió la crisis más espectacular de su historia. En Europa cundía la depresión: y nuestro país cuya clase dirigente había despilfarrado - muchas veces en el extranjero - su opulencia de otrora, encontraba seriamente comprometido su comercio exterior.

Huera de industrias, la Argentina chacarera, que había sido "granero del mundo", tropezaba con terribles competencias; estaba sometida a la voluntad de los compradores tradicionales, dueños de flete y las finanzas,  carecía de posibilidades para abrir nuevos mercados (2), más aún porque la crisis mundial encerraba los distintos países en su propio caparazón.

El gobierno de Justo encaró una vasta reforma financiera, que comenzó por la eliminación definitiva de la Caja de Conversión, cuyo mecanismo consistente en canjear billetes por oro, conforme al tipo legal, se había suspendido en 1929. Para aquello, solicitó oficialmente en 1932 asesoramiento al Banco de Inglaterra, que accedió enviando a Buenos Aires uno de sus directores, Sir Otto Niemeyer. Su proyecto (3), creaba un Banco Central, emisor en función de sus reservas de oro y divisas, las que fueron revaluadas. Pero la Nación Argentina no tenía mayoría en la asamblea de accionistas, controlada por la banca extranjera. Así cualquier fiscalización era imposible, con el agravante que el Estado acudió en socorro de algunos Bancos extranjeros deficitarios, creando un Instituto Movilizador de Inversiones Bancarias, que tomó a su cargo los créditos incobrables.

 El control de cambios fue rígido bajo el ministerio de Hueyo, y algo menos bajo Pinedo, su sucesor. Los exportadores debían vender sus divisas al Gobierno, a cierto tipo de cambio. Luego, el Gobierno las revendía, en subasta cerrada, por precio ligeramente mayor, a los importadores de ciertas mercancías privilegiadas según las necesidades nacionales. Existía un mercado libre paralelo, adonde debían acudir quienes pretendieran introducir mercaderías no favorecidas; mercado que funcionaba con dividas de exportaciones no tradicionales, y en cuya regulación podía intervenir el Estado, inyectando o captando moneda extranjera.

Por otra parte, se unificaron impuestos internos tradicionalmente cobrados por las provincias. El Estado nacional se ocupó en su percepción, para prorratear el producido entre los gobiernos locales. Así surgió también el impuesto a los réditos, "por tiempo determinado y para urgencias de la Nación", tal como prescribe la Constitución. Prorrogado sucesivamente, se ha transformado en la fuente principal e irrenunciable de recursos estaduales.

Esta política de proteccionismo y dirigismo se completó con la creación de Juntas Reguladoras de distintos rubros de la producción. Pero sus medidas "no fueron tomadas en función de las necesidades del abastecimiento interno - afirma Ciria - ni de las posibilidades de exportación, sino  en defensa de... los grandes productores".

 En suma se buscó favorecer a la oligarquía nacional - aliada de intereses extraños - perjudicando al mediano y pequeño producto, y, dese luego, a las masas populares depauperizadas progresivamente.


Algunas medidas demuestran claramente aquel propósito: la Junta Reguladora de Vinos llegó a comprar producción para destruirla, promoviendo la  supresión de cultivos viníferos. Otro tanto hizo la Comisión Reguladora de la Producción y comercio de la Yerba Mate, que estableció un impuesto sobre cada planta nueva. La Junta Nacional del algodón  la Reguladora de la Industria Lechera observaron tácticas similares, mientras que la de Granos favorecía a los grandes monopolios exportadores, primordialmente Dreyfus o Bunge y Born.

Pero donde la situación habría de tocar límites, sería en materia de producción y comercialización de carnes. Gran Bretaña adquiría el 90% de nuestra producción pecuaria; rubro este que representaba un 16% de las exportaciones, las cuales a la vez superaban el 25% del producto bruto. Pero desde 1927, las compras inglesas venían declinando, y las sucesivas medidas proteccionistas adoptadas por Inglaterra amenazaban con reducir todavía esa cuota.

Especialmente los Pactos de Ottawa, acordados hacia 1932 en una conferencia del Imperio Británico, limitaron nuestras posibilidades de colocación de carnes a cuotas que en ciertas categorías no podían exceder el 65% del “año Ottawa”: 1º de julio de 1931 a junio de 1932.

Nuestros círculos ganaderos se alarmaron, y ejercitaron las presiones del caso. Como “la pérfida Albión” anhelaba, sin embargo, proteger los intereses aquí colocados – especialmente, en ferrocarriles, que podían sufrir por la crisis ganadera -, negociar no resultaba imposible. Por fin, en enero de 1933 zarpó rumbo a Londres, para “que retribuya las visitas que realizara a nuestro país S.A.R. el Príncipe de Gales”, una comisión presidida por Julio A. Roca, con agregados y asesores, como Guillermo Leguizamón, Miguel A. Cárcano y Raúl Prebisch.

La auténtica intención de los comisionados era obtener un convenio que paliara los efectos de Ottawa sobre nuestro comercio con Gran Bretaña. Las negociaciones fueron lentas y trabajosas. Para peor, Roca deseaba “ligar las economías inglesas y argentina aún más, de modo que las empresas británicas en Argentina fueran dependientes dela prosperidad general del país anfitrión”. Pero encontraba para ello oposición por parte del ministro de Hacienda, Alberto Hueyo, que no admitía concesiones cambiarias en pro de los comerciantes ingleses radicados en la Argentina.

Otra gran pretensión era obtener el manejo de un porcentaje de la cuota de la carne, en detrimento del “pool” de frigoríficos Freight Committee. Finalmente se obtuvo la administración de un magro 15% para empresas que no persiguieran beneficio privado… {¡¡¿¿??!!}… y siempre a través de transportes e intermediarios ingleses. Por otra parte Gran Bretaña se obligaba a mantener hacia la Argentina, en principio, igualdad de trato respecto a sus colonias.

Estos propósitos argentinos se obtuvieron a medias y condicionados. De cualquier modo, el precio fue alto. Roca prometió levantar una serie de medidas proteccionistas, en beneficio de insumos británicos; destinar a adquisiciones en el Reino Unido, el total de las compras inglesas en la Argentina, cediendo importantes ventajas cambiarias; sostener las tarifas de ferrocarriles, y favorecer a las empresas británicas de servicios públicos que actuasen en cualquier ámbito nacional.

Además, llegó a pronunciar frases poco discretas, felicitándose del trato colonial que recibíamos. Pero si oficialmente nos habíamos convertido en colonia británica, en verdad aún distábamos de tan envidiable status. Éramos apenas una vicecolonia.

Sin embargo, las reacciones fueron muy diversas. Desde la renuncia de Hueyo, hasta las editoriales de “La Prensa”…, que atacaron el Pacto desde la trinchera librecambista. Y si el clamor de la izquierda y del nacionalismo fue tumultuoso, tampoco faltaron voces que campeasen por el Tratado, alegando que nada mejor podía obtenerse. …, en carta a “Clarín” (14.08.1972), Juan J. Guaresti (h) defendió el Pacto en estos términos:

La cláusula cambiaria, muy poco comprendida por los especialistas, disponía que del cambio disponible la Argentina retiraría la cantidad necesaria para el pago de la deuda pública y de resto entregaría a Gran Bretaña una suma proporcional a las adquisiciones de este país en la Argentina… El secreto de la cláusula, que era uno de los objetivos de la misión, consistía en que obtenida, quedaba extendida al resto de los países del mundo que habían redactado con nuestro país la cláusula de la nación más favorecida”.

De todos modos, el Pacto tuvo corta vida: tres años. Denunciado por Inglaterra el 07 de agosto de 1936, fue sustituido de inmediato por la Convención que firmaron Eden, Runciman, Malbrán y Le Bretón, la que a su vez fue prorrogada por Perón en 1947. Allí admitíamos un impuesto británico sobre la importación de carne. Pero lo más riesgoso era la reiteración del tratamiento benévolo al capital británico. Según Leslie Burgin, representante del Board of Trade, en carta a Roca, el gobierno de Su Majestad interpretaba así esa benevolencia:


1. Que la Oficina Argentina de Cambio asigne suficiente cambio de libras esterlinas a los ferrocarriles;
2. Que el Gobierno argentino investigue la situación de las compañías británicas de seguros;
3. Que el Gobierno argentino tome medidas para ayudar a la Compañía Tramways Anglo Argentina;
4. Que el Gobierno argentino dé preferencia a compañías británicas en licitaciones públicas;
5. Que el gobierno argentino cancele el impuesto general el 10% “ad valorem” sobre importaciones.

En realidad, todos esos forcejeos diplomáticos habían consolidado el monopolio en manos de seis frigoríficos: Smithfield y Anglo (ingleses); Armour, Swif, Wilson y La Blanca (norteamericanos), tenían asegurado un 12% anual. Mientras, los estancieros e invernadores poderosos aceptaban una ganancia mucho menor, de apenas 2%, per consoladora en medio dela depresión. La situación del pequeño productor independiente, el que arrendaba la tierra cara y producía – sobre todo, en el Norte – carne de inferior calidad, era crítica. Una gran voz se alzaría entonces en su defensa. La de Lisandro de la Torre vinculado a los colonos santafecinos y cordobeses, y el mismo estanciero en Pinas. (4)

FUENTE
“La Democracia Ficta”, Horacio Sanguinetti
Memorial de la Patria, 1975


1. Y petróleo es un rubro fundamental que estaba incluido y debe ser tenido en cuenta.
2. Lo expuesto por el autor no es compartido  por otros autores que señalan los acuerdos bilaterales que estaba desarrollando el gobierno de Hipólito Yrigoyen hasta el golpe de setiembre de 1930.
3. Diversos autores señalan que el proyecto aprobado fue tomado (o era muy similar) del Banco Central de la India, colonia británica por aquellos años.
4. La intervención de Lisandro de la Torre lleva al “Debate de las carnes” en el Congreso, todo termina con el asesinato de Enzo Bordabehere, en el recinto, al duelo de la Torre – Pinedo y finalmente el suicidio de Don Lisandro.
{Sobre el pacto y el petróleo ver la entrada del 08.12.2010 “El Pacto, el petróleo y los trusts” de la autoría de Juan Carlos Vedoya}


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