
Hace diez años, cuando sobrevino la ruina, el esfuerzo colectivo de quienes aspiraban a recuperarse habría sido suficiente para la reconstrucción.
Habría bastado con salir a los campos estragados por la compañía bananera; limpiarlos de maleza y comenzar otra vez por el principio.

Pero a la hojarasca la habían enseñado a ser impaciente; a no creer en el pasado ni el futuro.
La habían enseñado a creer en el momento actual y a saciar en él la voracidad de sus apetitos.

Poco tiempo se necesitó para que nos diéramos cuenta de que la hojarasca se había ido y de que sin ella era imposible la reconstrucción.
Todo lo había traído la hojarasca y todo se lo había llevado.
Después de ella sólo quedaba…, el eterno trapisondista electoral en la última noche de Macondo…
… con nuestra casa al fondo.
Sacudida por el polvo invisible de la destrucción, también ella está en víspera de un silencioso y definitivo derrumbamiento.
Todo Macondo está así desde cuando lo exprimió la compañía bananera…
…
… Todo parece destruido desde cuando no volvimos a cultivar el romero y el nardo…
LA HOJARASCA
Gabriel García Márquez
Editorial Sudamericana
2007, Buenos Aires
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