Defino la
estupidez como un comportamiento que ignora la pregunta: ¿Qué pasaría
después?
Si alguien se te acerca y te dice: “Creo que voy a dar un paseo
en una tormenta eléctrica con una antena de cobre en la cabeza”, la
estupidez responde: “¡Me parece una idea estupenda!”.
La estupidez es la
tendencia a emprender acciones que te perjudican a ti y a la gente que
te rodea.
Esta semana, el gobierno ha
producido montones de estupidez.
Renovó las amenazas de imponer
aranceles ruinosos a Canadá y México que dispararían la inflación en
Estados Unidos.
Intentó una purga amplia y general de la fuerza de
trabajo federal, aparentemente sin preguntarse cómo afectaría esa purga
al funcionamiento del gobierno.
Pero me gustaría centrarme en otro
episodio: el intento de congelar el gasto federal en programas de
asistencia, y la posterior decisión de Trump de dar marcha atrás y
revocar la medida.
Al anunciar la
decisión, el gobierno declaró su objetivo: desfinanciar cosas como los
programas de diversidad, equidad e inclusión que Trump desaprueba.
Una
gestión prudente habría elegido los programas a los que se oponía y se
habría centrado en recortarlos, mediante un proceso bien establecido
conocido como autoridad de rescisión.
Pero el gobierno de Trump decidió
imponer una congelación vaga y a medias de lo que, según afirmaba,
ascendía a más de 3 billones de dólares de gasto federal.
De repente,
los pacientes en ensayos de cáncer en los Institutos Nacionales de Salud
no sabían si podrían continuar sus tratamientos, los administradores de
Head Start (un programa enfocado en el bienestar infantil) no sabían si
podrían disponer de fondos federales, las ciudades y estados de todo el
país no sabían si tendrían dinero para las fuerzas policiales, las
escuelas, los programas de nutrición, la reparación de carreteras y
otros servicios básicos.
Esta política
de Trump era como intentar curar el acné con la decapitación.
Parece
que nadie pensó en que, si congelamos todo el gasto en subvenciones,
¿qué ocurrirá después?
Una vez que las ramificaciones de esa estupidez
se hicieron evidentes, Trump dio marcha atrás.
Y esta es mi gran
predicción para este gobierno: producirá un flujo constante de políticas
estúpidas, y cuando las consecuencias de esas políticas empiecen a
afectar al índice de aprobación de Trump, dará un giro de 180 grados,
las reducirá o las abandonará.
Ama la popularidad más que cualquier
idea.
Pero sigue siendo cierto que
vamos a tener que aprender mucho sobre la estupidez durante los próximos
cuatro años.
He concentrado lo que he aprendido hasta ahora en seis
principios fundamentales:
Principio 1:
la ideología produce desacuerdo, pero la estupidez produce
desconcierto.
Esta semana, la gente de las instituciones de todo Estados
Unidos se ha pasado un par de días intentando averiguar qué demonios
estaba pasando.
Esto es lo que ocurre cuando un gobierno congela
aproximadamente 3 billones de dólares en gastos con un memorándum de dos
páginas que parece escrito por un becario.
Cuando la estupidez tiene el
control, sostiene el profesor de literatura Patrick Moreau, las
palabras se desatornillan “de su relación con la realidad”.
Principio 2: la
estupidez suele ser inherente a las organizaciones, no a los individuos.
Cuando creas una organización en la que un hombre tiene todo el poder y
todos los demás tienen que adular sus ideas preconcebidas, el resultado
seguro es la estupidez.
Como dijo
el teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer “Se trata prácticamente de una
ley sociológico-psicológica. El poder de uno necesita la estupidez del
otro”.
Principio 3: quien se comporta
estúpidamente es más peligroso que quien se comporta maliciosamente.
Las
personas malintencionadas al menos tienen un sentido preciso de su
propio interés, lo que podría frenarlas.
¡La estupidez se atreve mucho!
¡La estupidez ya tiene todas las respuestas!
Principio
4: quien se comporta estúpidamente no es consciente de la estupidez de
sus actos.
Es posible que hayas oído hablar del efecto Dunning-Kruger,
según el cual las personas incompetentes no tienen la capacidad de
reconocer su propia incompetencia.
Introduzcamos el corolario
Hegseth-Gabbard: el gobierno de Trump está intentando destituir a
funcionarios que pueden o no ser progresistas, pero que tienen enormes
conocimientos en su campo de especialización, y contratar a leales a
MAGA que a menudo carecen de conocimientos o experiencia en su campo.
Es
posible que los resultados no sean los esperados por la gente del
actual gobierno.
Principio 5: es casi
imposible oponerse a la estupidez.
Bonhoeffer señala: “Contra la
estupidez estamos indefensos”.
Como las acciones estúpidas no tienen
sentido, invariablemente son una sorpresa.
Los argumentos razonables
caen en saco roto.
Las pruebas en contra se pasan por alto.
Los hechos
se consideran irrelevantes. Bonhoeffer continúa: “En todo esto, la
persona estúpida, en contraste con la maliciosa, está totalmente
satisfecha de sí misma y, al irritarse fácilmente, se vuelve peligrosa
al pasar al ataque”.
Principio 6: lo
contrario de la estupidez no es la inteligencia, es la racionalidad.
El
psicólogo Keith Stanovich define la racionalidad como la capacidad de
tomar decisiones que ayudan a las personas a alcanzar sus objetivos.
Las
personas presas de la mentalidad populista tienden a despreciar la
experiencia, la prudencia y la pericia, componentes útiles de la
racionalidad.
Resulta que esto puede hacer que algunos populistas estén
dispuestos a creer cualquier cosa: teorías conspirativas, cuentos
populares, leyendas de internet y, por ejemplo, que las vacunas son
perjudiciales para los niños.
No viven dentro de un cuerpo de
pensamiento estructurado, sino dentro de una fiesta delirante y caótica
de prejuicios.
Con el paso del tiempo, he desarrollado cada vez más simpatía por los
objetivos que intentan alcanzar los populistas.
La clase dirigente
estadounidense se ha pasado las últimas generaciones excluyendo,
ignorando, rechazando e insultando a una gran franja de este país.
Es
terrible ser agredido de esta manera.
Es peor cuando finalmente tomas el
poder y empiezas a agredirte a ti mismo, y a todos los que te rodean.
De hecho, es estúpido.
fuente
"THER NEW YORK TIMES", EE.UU-, 31.01.20O25