¿El
presidente ruso, Vladimir Putin, realmente va a recurrir a las armas
nucleares en su esfuerzo por subyugar y dividir a Ucrania?
Hace
algunos meses, la mayoría de los observadores descartaron esa
posibilidad y la calificaron como altamente improbable.
Putin lo había
insinuado, pero no existían señales concretas de preparación para el uso
de armas nucleares, y parecía ser una medida irracional incluso para
los estándares de lo que solíamos pensar de Putin.
Hoy existen razones
para tomar el asunto con mayor seriedad.
El discurso
que pronunció Putin el 30 de septiembre, durante una ceremonia que
marcó la anexión ilegal de gran parte del territorio ucraniano, dejó en
evidencia una mentalidad desprovista tanto de racionalidad como de
conexión con la realidad.
Atrás quedaron casi todas, excepto un par de
referencias fugaces a la expansión de la OTAN, e incluso hasta Ucrania
figuró solo de forma marginal.
Putin ilustró un panorama claramente
oscuro en el que existe una confrontación con el intento del satánico Occidente
por dividir y destruir a la propia Rusia.
Y ahora, como para subrayar
aún más esa ira, sus fuerzas han estado realizando una serie de brutales
ataques con misiles contra objetivos en su mayoría civiles en Kiev y
otros lugares.
Si esta es su mentalidad, no hay ninguna razón para suponer que no habla
en serio cuando amenaza con usar armas nucleares.
La doctrina oficial
rusa permite el uso de armas nucleares
cuando la propia existencia del Estado ruso está bajo amenaza y, aunque
el esfuerzo ucraniano para expulsar a las fuerzas rusas de su
territorio difícilmente puede describirse en estos términos, la retórica
actual de Putin se acerca mucho a enmarcar la situación en términos
existenciales.
Ya ha descrito en ocasiones anteriores el conflicto como
de “vida o muerte” para Rusia.
Durante
toda la Guerra Fría, la OTAN logró disuadir a la Unión Soviética de
usar armas nucleares al amenazarla con responder también con armas
nucleares, en una postura que se conoce como “destrucción mutua asegurada”.
Sin embargo, en la actualidad Occidente pareciera estar dando el mensaje de que cualquier respuesta directa no será nuclear.
Esta es una medida bastante sensata que busca evitar la escalada a una
guerra nuclear total, pero al mismo tiempo corre el riesgo de debilitar
el poder de disuasión.
Como
resultado, hoy existe la necesidad de discutir cómo se podría
incrementar el esfuerzo general para disuadir a Putin de cualquier uso
de armas nucleares.
A continuación, presento los elementos de una
política necesaria para lograrlo.
En
primer lugar, se debe dejar bien claro que cualquier uso de armamento
nuclear debería convertir de inmediato el cambio de régimen en Rusia en
el objetivo principal de la política occidental.
Debe explicarse además
que “cambio de régimen” significa destituir del poder a Putin —así como a
todas las demás personas implicadas de forma directa en la decisión de
utilizar armas nucleares— y que, al final, se les hará personalmente
responsables de este crimen contra la humanidad.
En
segundo lugar, debe quedar muy claro que cualquier ataque nuclear ruso
—incluso si Putin destruyera varias ciudades y causara decenas de miles
de muertes— de ninguna manera alteraría la política fundamental de
Occidente.
Tal acción, por el contrario, fortalecería aún más la
determinación de garantizar que Putin pierda la guerra que ha iniciado.
El ingreso de Ucrania en la OTAN sería parte de la respuesta en este
respecto.
Ya se le ha otorgado el estatus de candidato a miembro de la
Unión Europea.
En
tercer lugar, Occidente debería buscar movilizar de forma preventiva el
apoyo internacional más amplio posible para esta política.
Usar armas
nucleares es cruzar la línea más grave en nuestro mundo actual, y
debemos comenzar de inmediato a buscar apoyo para generar las medidas
más fuertes posibles contra Rusia si esto sucede.
En cuarto lugar, se debe realizar un esfuerzo especial para involucrar a las hasta ahora titubeantes China e India.
Es muy probable que ambos países tengan fuertes objeciones a que Putin
utilice armas nucleares, pero se les debe alentar a comunicar eso al
Kremlin con anticipación, así como de preferencia también expresarlo
públicamente.
Debemos dejar claro que si desean preservar lazos con
Occidente ya no podría ser una opción continuar con su política de
tolerancia hacia el comportamiento ruso.
En
quinto y último lugar, se deben realizar preparativos activos y
visibles para ataques convencionales creíbles contra importantes activos
rusos.
El país tiene numerosas vulnerabilidades críticas —como las
bases de apoyo de sus flotas del mar Negro y del Báltico, o sus
instalaciones de gas natural licuado en el Ártico— y aún no se sabe con
certeza si sus defensas cibernéticas pueden resistir un ataque
sostenido.
Poner activos como estos en riesgo explícito podría ser parte
una política reforzada de disuasión.
Se
debe diseñar una política en esta dirección con el propósito explícito
de disuadir a Putin de continuar su rumbo hacia delirios peligrosos y
comportamientos descabellados.
Para lograr esto hay que dejarle claro a
todos los que lo rodean que cualquier intento de Putin de presionar el
botón nuclear tendría consecuencias catastróficas para Rusia, así como
para ellos personalmente.
Sin
embargo, tenemos que ser realistas.
Si llega a darse el peor escenario,
debemos estar preparados para ejecutar estas políticas. En esa
situación, habría que añadir rápidamente nuevos elementos a las medidas.
Estamos en una situación potencialmente más peligrosa que la crisis de los misiles en Cuba.
Nos enfrentamos a un líder en el Kremlin que en realidad podría estar
hablando en serio cuando dice que esta es una lucha de “vida o muerte”.
Debemos hacer todo lo posible para disuadir a Moscú —y a todos aquellos
que estén en posición de influir en los acontecimientos— de la locura
total.
fuente
"THE WASHINGTON POST", EE.UU., EE.UU., 10.10.2022
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