Para eso cuenta con la
disciplina y la obediencia absoluta del bloque oficialista, que,
presidido por el formoseño
José Maynas
, es mayoría en el Senado.
Lo ocurrido en
la escandalosa sesión de anteayer
bien merece un lugar en la antología del decisionismo personalista
(para ser generosos).
Además, fue un hito (tal vez no una cima) en la
escalada que la vicepresidenta inició hace dos semanas cuando empezaron a
forzarse o romperse los límites que impuso el protocolo acordado con la
oposición para llevar a cabo las sesiones virtuales y semipresenciales
por imperio de la pandemia (y de la voluntad de Cristina Kirchner).
La violación del reglamento del Senado, al aprobar la creación de una
comisión investigadora sin el voto de los dos tercios de la Cámara,
como estipula el artículo 87, no fue el único hecho (aunque sí de una
profunda gravedad) que pone de manifiesto la decisión de la presidenta
del cuerpo con la anuencia del bloque oficialista de imponer su voluntad
a cualquier precio.
Y que se tome nota.
Para los opositores, un elemento previo pone de
manifiesto una actitud deliberada y sistémica, que excede a la
naturaleza de los asuntos debatidos.
Se verifica, según ellos, en la
decisión de imponer el tratamiento de temas que no estén vinculados con
la epidemia del Covid-19, pese a que se había acordado expresamente con
los demás bloques que eso no se haría.
Así consta en el protocolo
firmado por todos a principios de mayo.
Ese acuerdo vencerá dentro de dos semanas, ya que se
había estipulado que regiría por 60 días, por lo que solo debería
haberse esperado a que perdiera vigencia lo pactado para sesionar sin
restricciones temáticas.
Se hubiera evitado un conflicto político y un
escándalo.
Evidentemente, no se quiso.
O, mejor dicho, se prefirió ir al
choque.
Alguna vez fue el látigo y la billetera.
Con la crisis solo
sobrevivió el látigo.
Si esos dos asuntos reúnen condiciones suficientes para
justificar el calificativo de escandaloso impuesto a lo ocurrido
anteayer, el silenciamiento que denunciaron haber sufrido los senadores
opositoresenciende las alarmas democráticas.
Impedir el uso de la
palabra de un legislador, aprovechando y abusando de la contingencia que
obliga a las sesiones virtuales, constituye una herida concreta y
simbólica al poder más representantivo de la democracia republicana.
Por
algo Parlamento es sinónimo de Congreso de la Nación.
"Es como si en una sesión ordinaria nos hubieran cortado
la luz y cuando se encendiera se hubieran ido las autoridades de la
Cámara y todos los miembros del bloque mayoritario", dijo ayer a ln+ el
presidente del interbloque de Juntos por el Cambio,
Luis Naidenoff
para graficar lo ocurrido cuando él se disponía a usar la palabra para
denunciar la inconstitucionalidad de la creación de la comisión investigadora del caso Vicentin
sin el voto de los dos tercios del total de los senadores.
A Naidenoff
le silenciaron el audio y le vaciaron el recinto virtual.
El caso del
diputrucho menemista ya no está tan solo en los anales del Congreso.
Los macristas Esteban Bullrich y Federico Pinedo Fuente: LA NACION - Crédito: Hernán Zenteno
El respeto por la voz y el voto de los legisladores ya había sido
relativizado por Cristina Kirchner cuando hace dos semanas pretendió
forzar el inicio de la sesión pese a que el bloque cambiemita le
advirtió que la senadora mendocina Pamela Verasay no podía ingresar en
la sesión virtual por problemas de conexión.
"Es lo mismo que si le hubieran cerrado las puertas y no
pudiera ingresar al recinto, a pesar de su voluntad de participar de la
sesión", debió explicar, a pesar de la obviedad, su compañero de bancada
y vicepresidente de la Cámara alta,
Martín Lousteau
.
Un escándalo multipropósito
Para los detallistas quedan otros elementos que ponen
condimento para realzar la naturaleza de las anomalías de anteayer y son
los alcances de la comisión investigadora, para muchos
constitucionalistas violatorios de la carta magna, por otorgar
facultades reservadas al Poder Judicial.
La división de poderes suele
ser una ecuación olvidada por los manuales del kichnerismo.
Prefiere la
suma y la multiplicación del poder.
Las formas y el fondo de lo sucedido en el Senado
constituyen un corpus único.
El imperio deCristina Kirchnerdejó su
huella indeleble (para que se note) en la imposición de los temas
tratados y en los propósitos perseguidos.
La comisión investigadora tiene por objeto mucho más que
la presunta asistencia para descubrir irregularidades en el fallido
manejo de la empresa Vicentin en resguardo de los intereses del Estado.
Tampoco solo se pretende allanarle el camino al Gobierno
para la toma de la compañía, como pretende el cristinismo más puro en su
reconocido afán por lograr una mayor injerencia estatal (si no el
control) en el sector agroexportador, único generador relevante de
divisas genuinas.
Aunque nada de eso sea poco.
Se propone, como premio mayor,
deslegitimar a la oposición de Juntos por el Cambio
por una supuesta connivencia dolosa entre el gobierno de
Mauricio Macri
y la familia propietaria del concursado conglomerado agroindustrial.
Golpear sobre caliente se llama eso.
Vendría a sumarse eficazmente a las
denuncias de actos de espionaje ocurridos durante aquella gestión , que
tienen a la defensiva al macrismo.
Todo tiene que ver con todo, diría
la propia presidenta del Senado.
También hay otro propósito: acallar o desacreditar las nuevas protestas desatadas por el anunció de la intervención de
Vicentin
, que expresa y lidera ese viejo adversario del cristinismo que es la
mayoría de los productores agropecuarios de la zona central del país.
La herida provocada en aquella madrugada del 17 de julio
de 2008 por el ya histórico voto no positivo del entonces vicepresidente
de Cristina Kirchner y titular de la Cámara alta,
Julio Cobos
, nunca terminó de cicatrizó en la piel del kirchnerismo.
Haber perdido en el Senado la guerra santa contra el
campo, de la que para peor emergió un nuevo actor político, es para el
kirchnerismo un trauma demasiado difícil de superar.
Los últimos hechos
lo corroboran.
Los enemigos no cambian.
Los modos tampoco.
Los fantasmas
siguen vivos.
El ministerio de la venganza no existe. Pero la Cámara de
la revancha sí.
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