ESTADOS UNIDOS…
TRUMP CONDUCCIÓN
El peligro que
implican las guerras comerciales de Estados Unidos
Por JEFF SOMMER 24 de septiembre
de 2018

El enfoque de “Estados Unidos primero” del gobierno de Donald
Trump respecto de los aranceles y el comercio no se reduce únicamente a
cuestiones financieras: plantea preguntas esenciales sobre la guerra y la paz.
Esto puede sonar hiperbólico. Sin embargo, dos profesores de
Yale, Oona A. Hathaway y Scott J. Shapiro, argumentan de manera convincente que
el mundo se volvería un lugar mucho más peligroso si el gobierno de Donald
Trump afecta gravemente el consenso mundial que ha estado vigente desde hace
décadas.
“Con todas sus imperfecciones, el mundo opera en la comprensión
de que la guerra es ilegal y las sanciones comerciales son un método legal para
castigar el comportamiento beligerante”, dijo Shapiro.
“Sin embargo, las
sanciones solo funcionan con un régimen saludable de comercio internacional, y
conforme al Estado de derecho internacional. Todo eso está poniéndose en tela
de juicio ahora”.
Por el momento, los problemas más evidentes derivados de las
iniciativas comerciales del gobierno de Donald Trump son principalmente de
índole financiera.
El 17 de septiembre, Estados Unidos impuso nuevos aranceles
a 200.000 millones de dólares en productos chinos, y el presidente Donald Trump
dijo que estaba preparado para gravar todas las importaciones chinas.
Las autoridades chinas de inmediato actuaron en represalia con
nuevos gravámenes a 60.000 millones de dólares en productos estadounidenses.
Además, también se están gestando controversias comerciales entre Estados
Unidos y varios de sus aliados.
Los costos para los consumidores, las empresas
y la economía mundial se están calculando con sumo cuidado.
No obstante, los dos académicos afirman que el enfoque agresivo
del gobierno podría tener un costo mucho más elevado: desmantelar una compleja
serie de reglas y acuerdos que han servido para moderar el comportamiento de
grandes potencias como Estados Unidos, China y la Unión Soviética (ahora
Rusia).
En un libro provocador, The
Internationalists: How a Radical Plan to Outlaw War Remade the World (Simon
& Schuster, 2017), los catedráticos repasan la historia del derecho
internacional.
Afirman que la relativa prosperidad y la paz del mundo posterior
a la Segunda Guerra Mundial tienen una tremenda deuda con un tratado
internacional ahora desconocido: el Pacto Kellogg-Briand.
El tratado, que se suscribió en 1928, prohibió la guerra.
Esa
puede parecer una declaración extraña porque, queda claro, la guerra nunca
terminó.
La Segunda Guerra Mundial fue el conflicto más costoso en la historia
de la humanidad; el terrorismo y la violencia entre las naciones han florecido
en todo el mundo y el conflicto de Afganistán ya es la guerra en curso más
larga de Estados Unidos.
Tal vez por eso el Pacto Kellogg-Briand suele menospreciarse, si
acaso se le recuerda.
El destacado diplomático, historiador y estratega George
Kennan dijo que el pacto era “infantil, simplemente infantil” en sus
aspiraciones utópicas.
No obstante, el libro argumenta de manera vehemente que ese
tratado de 1928 dio lugar de manera gradual a una serie de cambios institucionales
que ayudaron a crear las reglas de un orden mundial que ahora están tan
generalizadas —y son casi tan imperceptibles— como el aire que respiramos.
Ahora, al ser entrevistados, los dos catedráticos argumentan que las acciones y
amenazas del gobierno de Donald Trump están poniendo en peligro ese entorno
estabilizador.
No solo se trata de que aliados como China, Alemania, Japón y
Canadá declaren que están preparando medidas recíprocas en respuesta a los
aranceles en aumento que Estados Unidos amenaza con imponer o que ya impuso.
No
es solo que los mercados financieros y los sectores económicos hayan comenzado
a reaccionar, o incluso que la guerra comercial que se intensifica amenace el
crecimiento económico mundial.
Ni siquiera se trata de la relación cada vez más
cáustica entre China y Estados Unidos.
Hay mayores riesgos en juego, afirman ambos profesores.
Consideremos, dijo Hathaway, a qué tipo de mundo podríamos estar
regresando si la escalada de conflictos con otras naciones del gobierno de
Trump echa por tierra el actual consenso internacional.
“Algunos principios fundamentales están en riesgo”, afirmó la
académica.
“Recordemos que castigar el comportamiento beligerante a través de
sanciones comerciales era ilegal antes del tratado en 1928, y adquirir
territorio mediante la guerra era legal”, explicó.
“Pero en 1928, y con las
reglas que se desarrollaron gradualmente, eso fue invalidado”.
Hathaway continuó: “Es importante que nos demos cuenta de que si
alteramos el sistema de comercio internacional —y el consenso que prohíbe la
guerra que está en efecto ahora— estamos afectando los medios financieros para
castigar violaciones de guerra.
Al final, podríamos quedarnos únicamente
dependiendo de la fuerza”.
La negociación fuerte y respetuosa para mejorar la posición
relativa de Estados Unidos es totalmente adecuada, consideró Shapiro.
“Creo que
nadie afirmaría, en defensa del sistema actual, que es perfecto. Todo lo
contrario. Sin embargo, hay una diferencia entre tratar de reformar el sistema
desde dentro y hacerlo estallar, que es lo que parece estar sucediendo”.
Por ejemplo, dijo el catedrático, las reglas cotidianas y los
procedimientos de arbitraje de la Organización Mundial del Comercio (OMC) por
lo general no llaman mucho la atención, pero son fundamentales para que el
comercio se lleve a cabo sin contratiempos —y en paz— en todo el mundo.
Al invocar disposiciones de seguridad nacional para sustentar sus exigencias
comerciales, el presidente ha ayudado a crear una crisis en la organización.
Además, al bloquear el nombramiento de los jueces de apelación que fungen como
árbitros en las controversias, el gobierno está dificultando que la OMC aborde
los altercados comerciales cada vez más disputados que han ido surgiendo con
mayor frecuencia.
La situación ha empeorado tanto que la Unión Europea ha
comenzado un “último esfuerzo desesperado” para reparar la OMC y salvarla de
los que bien podrían ser los esfuerzos del gobierno de Donald Trump para
destruirla, informó Politico.
La decisión del gobierno de abandonar el Acuerdo Transpacífico y
de usar tácticas de alta presión para rehacer o abandonar el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte epitomizan “el enfoque de actuar por cuenta
propia” que Trump ha usado, rompiendo con las tradiciones de todas las
presidencias posteriores a la Segunda Guerra Mundial, comentó Shapiro.
Bajo estas circunstancias, las resoluciones aburridas y
negociadas a las actuales controversias comerciales serían un final feliz,
afirmó Hathaway.
En cambio, el mundo podría enfrentarse a la lamentable
posibilidad de un conflicto sin las reglas ni los medios para resolverlo
pacíficamente.
Estados Unidos seguiría siendo un actor poderoso en ese mundo,
pero estaría jugando un juego mucho más peligroso.
Fuente
“The New York Times”, 24.09.2018
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