PROPUESTA DE introspección
¿Quién es el enemigo del pueblo?
El director teatral
Àlex Rigola invita al público a votar en su versión libre del clásico de Ibsen
Madrid 26 AGO 2018

Seguro que el dramaturgo Henrik Ibsen no
imaginó que el título de una de sus obras más conocidas, Un enemigo del pueblo, iba a convertirse en una
expresión multiusos más de un siglo después. “La prensa es el enemigo del
pueblo”, dice el presidente estadounidense Donald Trump.
“Trump
es el enemigo del pueblo”, apuntan desde otra trinchera.
“El pueblo es el
enemigo del pueblo”, asegura otro frente…
Y usted, lector, ¿quién cree que es el enemigo del pueblo?
La pregunta no va
lanzada al aire.
En la versión libre de la obra de Ibsen que el director Àlex Rigola estrenará
la próxima semana en el teatro Pavón Kamikaze de Madrid, rebautizada como Un enemigo del pueblo (Ágora), cada
espectador debe responder a esta cuestión en una votación real.
¿Es el
protagonista de la obra, el doctor Stockmann, el enemigo del pueblo como le
acusan sus vecinos o no?
Recordemos la posición de este personaje: “El enemigo
más peligroso de la razón y de la libertad de nuestra sociedad es el sufragio
universal. (...) ¿Quiénes suponen la mayoría en el sufragio? ¿Los estúpidos o
los inteligentes?
Espero que ustedes me concederán que los estúpidos están en
todas partes, formando una mayoría aplastante.
Y creo que eso no es motivo
suficiente para que manden los estúpidos sobre los demás".
Cuando Ibsen escribió este
parlamento, en 1883, levantó ya una buena polvareda pese a que el sufragio
universal estaba todavía en pañales.
“¿Todo el mundo tiene derecho a votar?
¿Está el pueblo capacitado para gobernarse a sí mismo?”, preguntaba el
dramaturgo noruego, azuzando la polémica.
Hoy la soberanía del pueblo es
incuestionable y la única respuesta posible a estas preguntas parece ser “sí”.
¿O no?
LÍNEAS ROJAS
La obra Un enemigo del pueblo adquiere una resonancia
especial en versión de Àlex Rigola. El pasado octubre el director dimitió de su puesto al frente de los Teatros del
Canal de Madrid por la “violencia ejercida contra los
ciudadanos catalanes” durante el referéndum soberanista, según explicó en una
carta, por considerar que no podía seguir ejerciendo un cargo para el que fue
nombrado por el partido político que ordenó aquella intervención. Actuó, como
el protagonista de la obra de Ibsen, contra sus intereses por una cuestión
ética. ¿Por eso monta ahora esta pieza? “Evidentemente, en el trabajo siempre
influye la situación personal. Pero no creo que yo deba sentirme más
identificado con esta historia que cualquier ciudadano. Todos tenemos nuestras
líneas rojas”, responde.
Rigola no da por hecho
la respuesta fácil.
“Cada día puede salir un resultado distinto. Quizá cada
espectador crea que lo tiene claro al comienzo de la función, pero tal vez
cambie de idea a medida que avanza la historia --explicaba la semana pasada el
director durante un ensayo en el Pavón--. He convertido el patio de butacas en
una especie de ágora en la que los actores exponen los hechos y el público
debe emitir su dictamen con una votación real”.
Repasemos la historia. Imagine
que usted tiene un bar en un pueblo en decadencia. Vive con lo justo. Pocos
ingresos, pocos gastos. Hasta que de pronto un gran proyecto se pone en marcha:
un balneario que aprovecha las aguas puras que bajan de una montaña cercana.
Todos los vecinos se implican en su construcción, usted se convierte en
accionista del balneario. El lugar se llena de turistas y el dinero fluye.
Todos felices. Pero resulta que el doctor Stockmann descubre que esas aguas
puras no son tan puras y están envenenando a los clientes. Cuando quiere
hacerlo público, todas las fuerzas vivas del lugar (incluida la prensa) se le
echan encima y lo declaran “enemigo del pueblo”.

Imagen Pixabay
Todo esto lo cuentan cinco actores
(Israel Elejalde, Irene Escolar, Francisco Reyes, Nao Albet y Óscar de la
Fuente) interpelando directamente al público para que vaya juzgando los hechos
a medida que se van exponiendo, en un difícil ejercicio en el que combinan la
interpretación de sus personajes con la defensa pública de sus posiciones.
Así
la cuarta pared desaparece.
“A estas alturas no tiene sentido la cuarta pared.
Teniendo el cine y la televisión, es difícil que el espectador de hoy se crea
historias sobre un escenario. Por eso creo que es mejor aprovechar la gran baza
que le queda al teatro: la posibilidad de conectar físicamente con el público y
hacerle cómplice”, explica Rigola.
La versión libre de Rigola no
se limita a actualizar el contexto y los personajes de Ibsen.
El director mete
más cizaña introduciendo un elemento nuevo en la historia, una compañía de
teatro que depende de las subvenciones públicas para sobrevivir, cuyo conflicto
puede influir también en el voto del público.
¿Quién cree Rigola que es el
enemigo del pueblo?
“El enemigo siempre es uno mismo. Cuando miramos para otro
lado al ver una injusticia por miedo a perjudicar nuestros intereses. Cuando
votamos sin saber en realidad qué estamos votando ni cuál es el programa de
cada partido”, opina el director.
Eso es, en el fondo, lo que temía ya Ibsen a
finales del siglo XIX: el peligro de que la democracia se pierda en la
demagogia.
Y usted, lector, después de
haber leído este artículo, ¿quién cree que es el enemigo del pueblo?
¿Piensa
que los votantes de Donald Trump conocían su programa político? ¿Por qué el
pueblo vota a partidos xenófobos? ¿Por qué políticos acusados de corrupción
ganan elecciones?
¿Hay alguna manera de mejorar el sistema democrático?

De izquierda a derecha, Óscar de la Fuente, Francisco Reyes, Irene Escolar, Nao Albet, Israel elejalde y Álex Rigola, en un ensayo de la obra. INMA FLORES
Fuente
“EL PAÍS”, España, 25.08.2018
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