FUNCIONARIOS DE MACRI Y…
LA COHERENCIA NECESARIA
Lunes 19 de Febrero de 2018
En el gobierno de Macri hay que ser, parecer,
explicar o renunciar

Macri y Peña, durante una conferencia de prensa en Chapadmalal
Qué habríamos escrito quienes nos consideramos periodistas
críticos si a un subsecretario General de la Presidencia de Néstor Kirchner o
de Cristina Fernández le hubieran encontrado un millón 200 mil dólares en una
cuenta, en Andorra, que no fue declarada ni ante la AFIP ni ante los organismos
de control?
Le hubiésemos pedido a Néstor o Cristina que le solicitaran la
renuncia por haber ocultado la información.
Y a los fiscales y jueces, que
investiguen el presunto delito de evasión.
Por eso, sin estridencias ni
sobreactuaciones, hay que decir que Mauricio Macri debería pedirle a Valentín
Díaz Gilligan que abandone su puesto.
Y después, porque su explicación lo dejó todavía más complicado.
¿Cómo habríamos actuado ante el
caso que involucra al ministro de Finanzas, Luis Caputo, a quien se lo acusa de
haber ocultado la propiedad de empresas ofshores en las Islas Caimán?
Caputo
sostiene que nunca fue propietario ni accionista, pero los documentos que
publicó la periodista Emilia Delfino demuestran lo contrario.
La fuente de
Delfino es irreprochable: la Comisión de Valores de los Estados Unidos.
Una vez
más: si Caputo omitió información ante la AFIP y los organismos de control, el
Presidente o el jefe de gabinete deberían pedirle la dimisión.
Caputo, según el Presidente,
uno de los más valiosos ministros de su gobierno.
Asegura que sus contactos y
formación profesional están haciendo que Argentina consiga préstamos que antes
no lograba.
Y a tasas razonables, para lo que es la economía internacional y la
economía del país.
Así que seguramente Macri lo va a sostener, hasta que el
caso se vaya diluyendo o el ministro pueda demostrar su inocencia.
O quizá le
terminará soltando la mano si las pruebas lo terminan abrumando.
Sin embargo el Presidente debería exigirle que presente
explicaciones públicas y argumentos convincentes y certeros, o pedirle que se
aparte del cargo.
Porque el tiempo y la duda
conspiran contra el principal sustento político de Cambiemos y el Gobierno: la
hipótesis de que ahora no se toleran los niveles de corrupción de las
administraciones pasadas; que sus altos funcionarios deben ser y parecer,
porque esa es la razón más poderosa por la que Macri se transformó en
Presidente y le fue ratificada su confianza en octubre del año pasado.
Lo mismo debió haber hecho con
Jorge Triaca: apartarlo del cargo.
Pero primero lo retó. Después le hizo pedir
disculpas ante toda al gabinete. Y al final lo sostuvo.
Y se bancó el enorme
costo político de hacerlo.
Macri privilegió los resultados
de su gestión, el vínculo con los gremios y su lealtad para enfrentar a su
nuevo adversario político, Hugo Moyano.
¿Qué reacción habría provocado
en la prensa una intromisión como la de Macri en el Poder Judicial, a propósito
del caso del policía Luis Chocobar, si en su lugar la hubiera hecho Cristina
Fernández?
El jefe de Estado salió a dar
su opinión como ciudadano contraria a un fallo de segunda instancia, que
consideró al accionar de Chocobar un exceso de legítima defensa.
Como decía
Carlos Fayt, las opiniones son libres y los hechos son sagrados.
Pero un
Presidente no es un ciudadano cualquiera. La influencia de su palabra y de su
pensamiento es enorme.
Los focus groups de Jaime Durán
Barba podrán decir que la opinión de Macri sintoniza con la de la mayoría de
los votantes. Incluso los hombres de la mesa chica del Gobierno podrán
argumentar que Macri siempre fue sincero y nunca lo ocultó.
Que él piensa lisa
y llanamente que después de dar la voz de alto cualquier policía puede y debe
disparar, y que no estará cometiendo un delito sino cumpliendo con su deber.
Es cierto. Los jueces se pueden
equivocar. Las leyes se pueden cambiar.
Lo que no puede hacer Macri es imponer
el cambio cultural a golpe de declaraciones, por muy simpáticas que caigan a
sus electores y quienes no lo eligieron.
Los consultores interpretan que
la caída de la imagen del Gobierno y de quien lo encabeza es tolerable y
pasajera.
Que el dato más preocupante, de cara al futuro, es la caída de las
expectativas sobre el consumo, la economía en general, y de cada elector en
particular.
Pero Macri es un hombre de
suerte.
En uno de los momentos más difíciles de su gestión el dirigente con
peor imagen de la Argentina lo enfrenta, se asocia con Cristina Fernández y
Máximo Kirchner, y lo coloca una vez más del lado de los buenos.
Los nubarrones que aparecen en
la economía, por lo vaivenes del dólar y la lenta baja de la inflación,
compiten, en el interés de los lectores más informados, con el caso Chocobar y
la inseguridad de todos los días.
Esta semana, además de Moyano,
regresará a la tapa de los diarios Roberto Baradel, y competirá una vez más con
María Eugenia Vidal, la figura política de mejor imagen en todo el país.
Macri percibe ahora esta
pequeña ventaja circunstancial.
Por eso le pidió a cada uno de los integrantes
de su equipo que no se calienten y que salgan a explicar cada una de las
decisiones políticas y económicas controvertidas.
Que si son inocentes se
defiendan de las acusaciones y presenten pruebas.
A algunos ministros y secretarios
les sonó como un ultimátum.
Mejor.
Fuente
“EL CRONISTA”, 19.02.2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario