VENEZUELA Y…
SU EXODO
Bolívares por caridad en los autobuses de Bogotá
Enero 6, 2018 - AP | Foto: AP |
“Mi nombre es Jorge
Gutiérrez, señores, soy orgullosamente venezolano, señores, y el día de hoy les
vengo a regalar un obsequio de mi país: una moneda que actualmente no tiene
ningún valor”.
Este hombre de 32 años repite enérgico la frase cada vez que se
sube al transporte, decenas de veces durante ocho horas al día en Bogotá, y
saca un fajo de bolívares, la moneda de Venezuela.
Luego continúa: “en la mano
tengo 2.400 bolívares.
¿Saben qué puedo comprar con eso? Absolutamente nada,
señores, porque una libra de azúcar cuesta 80.000 o 90.000 bolívares… el
salario de un venezolano es de 40.000 semanales”.
Gutiérrez, como muchos venezolanos en los últimos meses, llegó a
Colombia en busca de trabajo, pero fue imposible y terminó en el transporte
público ofreciendo sus bolívares a cambio de alguna moneda para poder
subsistir.
La cantidad de venezolanos en Colombia ha crecido de manera
dramática en apenas seis meses: pasaron de 350.000 a más de 550.000 entre julio
y diciembre, según datos oficiales.
Las autoridades colombianas, y también la ONU, no ocultan su
inquietud ante la saturación de los servicios públicos, de por sí
insuficientes.
El Ministerio de Salud ha instalado una campaña de vacunación en
la frontera para evitar eventuales plagas ante la escasez de medicamentos en
Venezuela y ha atendido diez veces más ciudadanos de ese país en 2017 de los
que recibió en 2015.
El número de venezolanos que emigran a otros países se ha
incrementado en los últimos años en medio de la peor crisis económica, con una
inflación de tres dígitos y escasez de alimentos que ha dejado a muchos en la
pobreza.
Gutiérrez viajó en octubre con su esposa y su hija más pequeña,
de un año y nueve meses, pero ellas regresaron cuando vieron que tampoco en
Bogotá tenían perspectivas.
El primer tropezón para Gutiérrez fue en Cúcuta, la principal
ciudad fronteriza del lado colombiano, donde esperaba ganar algo de dinero para
llegar a Bogotá.
Pero con la tasa de cambio oficial, por dos millones de
bolívares -que llenaban un morral- apenas le ofrecieron 60.000 pesos (unos 20
dólares), y decidió quedarse con su dinero.
Una vez en Bogotá, como no encontró un empleo, empezó a darlos
en el transporte público a cambio de la caridad.
Y para su sorpresa, por unos
cuantos billetes que daba cada día ganaba los mismos 60.000 pesos que le
ofrecieron en la frontera por los dos millones.
Lo que obtiene es suficiente
para vivir y mandar de vuelta a Venezuela el sustento para su familia.
En 2010, había poco más de 100.000 extranjeros en Colombia.
Hoy,
solo los venezolanos son más de medio millón, aunque apenas unos 200.000 tienen
su situación regularizada, según los últimos cálculos de las autoridades
migratorias, pese a que flexibilizaron el acceso a los permisos de residencia.
Entre agosto y octubre, las autoridades impulsaron una campaña con la que
regularizaron a unas 70.000 familias con requisitos mínimos, como tener el
pasaporte sellado con la fecha de entrada al país o no tener antecedentes penales.
Los autobuses de Bogotá se han convertido para muchos en la
primera parada donde pueden hacer algo de dinero: además de los bolívares,
algunos venezolanos también venden arepas, la comida típica de su país, o
dulces entre los pasajeros, muchos de ellos trabajadores que ganan un salario
mínimo de unos 200 dólares.
La agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) dice
que sólo en 2017 unos 200.000 venezolanos pasaron por Colombia para salir hacia
otros países, una opción que aumenta ya que la frontera terrestre es el paso
más económico.
Las solicitudes de asilo de venezolanos en el mundo han pasado
de casi 4.000 en 2014 a más de 100.000 en 2017, según ACNUR, que empieza a
destacar las dificultades que tiene Colombia para integrar a los extranjeros en
los sistemas de salud, educación o vivienda.
El país tiene poca experiencia en
recibir extranjeros tras décadas de conflicto armado que empujaron a muchos a
emigrar.
“Es todo un reto”, dijo a The Associated Press Jozef Merkx,
representante en Colombia de ese organismo de Naciones Unidas, que teme a corto
plazo por la deterioración de la seguridad en la zona fronteriza y acaba de
lanzar una campaña para contener la xenofobia.
“Si ya la población colombiana
tiene dificultades para acceder a los servicios básicos, con una población
adicional de 600.000 personas es muy difícil”.
Julio Sáez Beltrán, asesor del Ministerio de Salud de Colombia,
admitió a la AP que “ningún país está preparado para atender fenómenos
emergentes de esta magnitud”.
Aseguró que el gobierno reforzó la financiación
de clínicas y hospitales para que puedan atender por urgencias a los
venezolanos que no están inscritos en el sistema por estar de forma irregular.
Con una frontera compartida de más de 2.000 kilómetros, las
autoridades han facilitado los permisos de residencia para los venezolanos.
Otros países de la región, como Perú, también han flexibilizado los requisitos
para los ciudadanos de ese país.
Argentina y Uruguay, por su lado, les
mantuvieron los beneficios migratorios pese a la suspensión de Venezuela de
Mercosur.
La familia de Noé Bustillos, de 24 años, llegó hace cinco meses
con su esposo y su bebé, sin pasaporte porque los trámites en Venezuela se le
hicieron muy lentos.
Desde una parada del autobús en Bogotá, esta licenciada en
Educación Infantil, dice que un día no tuvieron más opción que salir con lo
puesto.
Ahora espera a que llegue su esposo, que lleva horas vendiendo galletas
con la niña en brazos.
Ella le tomará el relevo hasta última hora de la tarde,
mientras él se va a otro trabajo: repartir a domicilio para un restaurante.
“Yo siempre les digo que venezolanos hay en todo el mundo y que
los que salimos del país somos gente guerrera que no se conforma con comer una
vez al día”, dice Bustillos.
Ella y su esposo también dieron bolívares a cambio de caridad en el transporte, pero se les agotaron en cuatro días.
Su esperanza es abrir pronto un
restaurante en Bogotá.
Jorge Gutiérrez, espera poder llegar pronto a la ciudad de
Valencia, a unas dos horas al este de Caracas, para ver a sus hijas.
Dice que tiene que regresar a Venezuela en cuestión de días por
motivos legales.
Después, asegura, volverá a salir.
“El año que viene me toca migrar para otro país porque aquí en
Colombia también se está poniendo la situación difícil”, comenta.
“Tal vez
hacia Perú o Ecuador… acá ya hay demasiado venezolano”.
Fuente
“EL IMPULSO”, Lara, Venezuela,
06.01.2018
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