CIENCIA
VS. RELATOS
Caso Maldonado: habló la
ciencia y se acabó la ideología
Periodista y Licenciado en Ciencias Biologicas (UBA).
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Después de dos meses y
medio de especulaciones salvajes y afirmaciones contundentes, habló
la ciencia y disipó el peso de la ideología en la
evaluación de los hechos.
Una larga y minuciosa pericia, realizada en presencia
de todas las partes y tomando parámetros previamente aceptados por todos, echó
luz sobre lo que había pasado el 1 de agosto con Santiago Maldonado.
O
al menos, sobre lo que no pasó.
La
irrupción del método científico en la investigación no comenzó con la autopsia
del cuerpo hallado en el río Chubut.
La prueba de identificación de ADN había
descartado antes una hipótesis cara al gobierno nacional: la de que Maldonado
había sido apuñalado días antes de los episodios que tuvieron lugar luego del
corte de ruta.
También había señalado que no se encontraron restos del joven en
las camionetas de Gendarmería.
Ciega a los reclamos de uno y otro lado,
indiferente a la creciente pérdida de su prestigio en las aulas de las
facultades humanistas de la UBA, la ciencia examinaba indicios y descartaba y/o
no respaldaba determinadas hipótesis.
La
autopsia reveló que el cuerpo no presentaba lesiones y que
había pasado mas de 60 días bajo el agua.
La precisión sobre la
causa de la muerte queda para análisis más elaborados pero la hipótesis más
fuerte, la de la desaparición forzada por
parte de Gendarmería, se convirtió en tan improbable que apenas vale
la pena gastar más energía en discutirla.
Lo mismo con la idea
de que el cadáver había sido "plantado", algo que, dada la
complicadísima logística que implica, podría haber sido rechazado previamente
por el sentido común.
La creencia de que algunas
discusiones sobre hechos del pasado pueden dirimirse a través de parámetros
objetivos, fijados por expertos cuyo conocimiento no está condicionado por la
religión o la ideología, es una característica de las sociedades modernas.
Someterse
a ese saber y aceptar sus resultados, aún cuando estos contraríen nuestras
presunciones, un rasgo de civilización.
El progresismo (y su
versión inescrupulosa, el kirchnerismo) suelen contrariar esa sana práctica.
Con reflejos pavlovianos (es decir, no racionales), la izquierda convocó a una
marcha cuando apareció el cuerpo, cuando se lo identificó y cuando se dio el
resultado de la autopsia, manteniendo la convicción de la desaparición forzada
en los tres casos.
Con admirable capacidad de síntesis, Cristina
Fernández de Kirchner describió ese tipo de accionar: "No
tengo pruebas pero no tengo dudas", probablemente la mejor
definición de las antípodas del método científico.
Algo similar había sucedido durante el kirchnerismo y su reclamo de que los
hijos adoptados de Ernestina Herrera de Noble en realidad habían sido
apropiados a desaparecidos.
A través de la extracción compulsiva de ADN se
comprobó que ninguno de los dos coincidía con el banco nacional de datos
genéticos.
Ni la izquierda, ni los organismos de derechos humanos ni el
kirchnerismo tuvieron la nobleza de aceptar mansamente los resultados y pedir
disculpas por haber afirmado de manera conclusiva una hipótesis sobre la cual
no se tenían suficientes pruebas.
Lo que se hizo fue cuestionar la conclusión
relativizando la exhaustividad posible del banco genético, hablar cada vez
menos del tema y pasar al siguiente de manera imperceptible.
Para
reconstruir una conversación pública razonable y democrática, la Argentina
necesita una pata izquierda.
Sin embargo, es imposible cumplir con ese rol si
no se aceptan las reglas básicas de convivencia.
Una de esas reglas es
confrontar las ideas con los hechos, enfrentarse a la realidad más allá de
presunciones previas.
Una confusa epistemología aprendida en
los primeros cursos del Ciclo Básico expresada en la fórmula "no hay
hechos, solo interpretaciones" sirvió como coartada para, entre otras
cosas, imaginar que la Argentina no contaba con la obscena proporción de
ciudadanos pobres e indigentes que la habitan desde hace años.
La ciencia,
aplicada en este caso a una autopsia, honra la máxima contraria: "Los
hechos son sagrados, las opiniones son libres".
El autor es periodista y Licenciado en
Ciencias Biológicas (UBA)
Fuente
“infobae”, 22.10.2017
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