HISTORIA Y “MEMORIA MILITANTE”
Luis Alberto Romero:
"Hebe de Bonafini reivindica la violencia armada y el asesinato...y quien
niega la cifra de 30 mil desaparecidos pasa a ser un miserable
negacionista"
El historiador participó de La
noche de la Filosofía.
Las ocho mejores frases de su ponencia
27 de junio de 2017
1.- A lo
largo de los años noventa surgió una variante de la memoria del Proceso, que
podemos llamar "militante".
Resurgió una épica nostálgica de los
setenta.
Se declaró, o reconoció, que muchas "víctimas inocentes"
habían sido militantes revolucionarios.
Se recuperó su pasado, y también los
valores de la llamada "juventud idealista".
Finalmente, en las
palabras se revaloró su estrategia y su táctica.
Esta nueva Memoria
modificó las existentes.
Las organizaciones de derechos humanos radicalizaron
su postura intransigente.
2.- Por
influjo de la nueva militancia pasaron de su reclamo inicial de justicia,
memoria y verdad, a la reivindicación de la violencia armada y el asesinato por
parte de su figura emblemática, Hebe de Bonafini.
3.- La sutura de 1983 comenzó a rasgarse.
Se desgarró
completamente desde 2004.
El gobierno y las organizaciones de derechos humanos,
incorporadas a la alianza política gobernante, construyeron una nueva versión,
sustancialmente distinta de la de 1983.
Los buenos eran los militantes de los
setenta, las Madres y los Kirchner.
Del otro lado quedaban los militares, sus
cómplices civiles y todos los anteriores gobernantes de la democracia.
La línea
fue tajante, el maniqueísmo se profundizó y sus expresiones pasaron de lo
verbal a los escraches y de allí a una Justicia orientada hacia la revancha.
4.- La versión,
fuertemente conflictiva, va más allá de los kirchneristas.
Se ha convertido
en una creencia, con sus dogmas incuestionables.
Uno de ellos es la cifra de
los 30.000 desaparecidos.
Quien niega la cifra es un miserable negacionista.
Sobre verdades de fe los historiadores no tenemos nada que decir.
5.- Enfrentamos uno de los problemas que la construcción de su
Memoria puede generar en una colectividad.
Hay un combate que bloquea el
desarrollo de cualquier proyecto colectivo para un país que necesita tomar
algunas decisiones y pensar para adelante.
No nos ayuda, no nos es útil.
6.-
Debemos recuperar algunos valores del proyecto democrático inicial, afectados
por este giro de la memoria.
Uno de ellos es la valoración del Estado de
derecho y de la igualdad ante la ley.
El otro son las garantías individuales,
los derechos humanos, cuyo valor consiste en que rijan para todos, y
especialmente para las minorías, incluso los reos, por horrible que haya sido
su crimen.
El trabajo de los historiadores consiste en comprender
antes que en juzgar.
7.- Esto puede aplicarse al problema de la violencia asesina o
terrorista.
¿Cuándo comenzó en la Argentina? ¿De quién fue la culpa?
Nadie ha
sido ajeno, ni es "inocente" en el sentido religioso del término.
A
la vez, nadie es totalmente culpable.
A los ojos de quien quiere comprender,
todos los actores, activos o pasivos, se ubican en alguna de las gradaciones de
un gris infinito.
8.- La
violencia nos pasó a todos, nos victimizó a todos.
Si queremos reparar los
daños, también debemos hacerlo entre todos.
Y entre esos daños se encuentra una
memoria traumática, que hay que curar.
Hacerlo es responsabilidad de la
sociedad y el Estado, es decir de la política.
Quizá podamos llegar a ese final
que hace unos años nos dibujó Héctor Leis: un único monumento que recuerde a todos los
muertos durante los años de la violencia, sin otra indicación que el orden
alfabético.
El mensaje es que, de un modo u otro, todos fueron víctimas.
No sé
si es verdadero, pero con seguridad sería muy útil.
Fuente
“infobae”, 27.06.2017
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