EE.UU.: ELECCIONES Y ENTREMESES - II -
El colegio electoral, una institución cuestionada, se prepara para sellar la victoria de Donald Trump
La demócrata Clinton superó al presidente electo en cerca de tres millones de votos populares
Donald Trump en un discurso en Alabama. E. V. (AP) / VÍDEO: REUTERS-QUALITY
Donald Trump debe recibir
el lunes la ratificación definitiva de su victoria en las elecciones
presidenciales.
El colegio electoral, compuesto por 538 compromisarios de los 50
estados y de la capital, Washington, se reunirá para votar oficialmente al
próximo presidente de Estados Unidos.
Se trata de una institución cuestionada.
En los últimos días han proliferado las iniciativas para cambiar el voto de los compromisarios.
Que la votación del
colegio electoral despierte interés mediático y político es insólito.
Lo habitual es que sea un formalismo.
Pero, como ocurre con todo lo relacionado con Trump, esta vez el formalismo se ha convertido en un evento excepcional.
Lo habitual es que sea un formalismo.
Pero, como ocurre con todo lo relacionado con Trump, esta vez el formalismo se ha convertido en un evento excepcional.
Por segunda vez en 16 años, el ganador en votos no ha coincidido con el ganador
en el colegio electoral. La última vez fue en el año 2000, cuando el demócrata Al Gore saco medio millón de votos al republicano
George W Bush, pero Bush consiguió más votos electorales que Gore y fue el
presidente.
En las
elecciones presidenciales no se elige al presidente por sufragio universal
directo sino que los ciudadanos eligen a los compromisarios, o electores, de
sus respectivos estados, y estos eligen al presidente.
La
distorsión entre el voto popular y el voto electoral ha reabierto la discusión
sobre un sistema que muchos consideran obsoleto y antidemocrático.
Y ha puesto nervioso al presidente electo, que en 2012 dijo que el colegio electoral era “un desastre para la democracia” y que, desde su victoria, no ha dejado de reclamar erróneamente que su victoria había sido arrolladora
Y ha puesto nervioso al presidente electo, que en 2012 dijo que el colegio electoral era “un desastre para la democracia” y que, desde su victoria, no ha dejado de reclamar erróneamente que su victoria había sido arrolladora
No debería haber
sorpresas en las votaciones que se celebrarán el lunes en las capitales de los
50 estados y en Washington, aunque han surgido peticiones para que los
compromisarios ejerzan el voto con libertad de conciencia.
The Washington Post citaba el domingo a una compromisaria republicana de Arizona que recibe 50 cartas al día y tres mil emails para que reconsidere su voto.
The Washington Post citaba el domingo a una compromisaria republicana de Arizona que recibe 50 cartas al día y tres mil emails para que reconsidere su voto.
El resultado final lo declarará el vicepresidente Joe Biden el 6 de enero en el Capitolio de EE UU, tras el recuento oficial de los votos del colegio electoral.
No existe una ley federal que impida cambiar el voto a los compromisarios, aunque 30 estados exigen por ley cumplir con el voto comprometido.
En la historia de EE UU ha habido, según el recuento de la organización Fair Vote, 173 electores sin fe, el nombre que reciben los que no votan por el candidato de su partido.
De estos, 71 cambiaron el voto porque su candidato falleció antes de la elección, y 83 lo hicieron por iniciativa propia.
El último, un demócrata anónimo de Minnesota que votó al candidato a la vicepresidencia John Edwards en vez de al candidato a la presidencia, John Kerry.
VOTO POPULAR O VOTO ELECTORAL
En el colegio electoral, encargado de elegir al presidente
de Estados Unidos, cada estado dispone de un número de compromisarios
determinado.
Este número se corresponde con la suma de los miembros de la Cámara de Representantes por cada estado más lo senadores, que a su vez refleja vagamente refleja el peso demográfico.
Este número se corresponde con la suma de los miembros de la Cámara de Representantes por cada estado más lo senadores, que a su vez refleja vagamente refleja el peso demográfico.
California, el estado más poblado, tiene 55 compromisarios.
Los menos poblados, como Delaware, Montana o Vermont, tres.
Los menos poblados, como Delaware, Montana o Vermont, tres.
Excepto en los casos de Maine y Nebraska, en el resto el
candidato presidencial que gana las elecciones en el estado en cuestión se
lleva todos los compromisarios.
No importa que un candidato haya ganado con una ventaja de millones de votos, como la demócrata Hillary Clinton en California, o por un puñado de votos, como el republicano Donald Trump en Michigan, Wisconsin o Pensilvania: todos los votos electorales son para el ganador.
No importa que un candidato haya ganado con una ventaja de millones de votos, como la demócrata Hillary Clinton en California, o por un puñado de votos, como el republicano Donald Trump en Michigan, Wisconsin o Pensilvania: todos los votos electorales son para el ganador.
En raras ocasiones el voto popular y el voto electoral no
coinciden.
En 2016, Trump se ha impuesto con holgura en el colegio electoral —ganó por poco en los estados donde necesitaba ganar— aunque perdiese con claridad en la suma total de votos.
En 2016, Trump se ha impuesto con holgura en el colegio electoral —ganó por poco en los estados donde necesitaba ganar— aunque perdiese con claridad en la suma total de votos.
El carácter atípico
del presidente electo Trump, desde sus conflictos de interés hasta su posición
favorable a Rusia en el contencioso que enfrenta a este país y a Estados Unidos
por la interferencia rusa en las elecciones, es un argumento que usan quienes
creen que los electores deberían reconsiderar su voto.
Diez electores pidieron sin éxito a los servicios de espionaje una sesión informativa sobre el robo y distribución de correos electrónicos de los demócratas durante la campaña.
Diez electores pidieron sin éxito a los servicios de espionaje una sesión informativa sobre el robo y distribución de correos electrónicos de los demócratas durante la campaña.
El colegio
electoral se explica en su origen por el deseo de los padres fundadores de
introducir un filtro elitista a la voluntad bruta del pueblo.
Alexander Hamilton escribió en los Papeles federalistas, en 1788, que el colegio electoral garantiza que “el cargo de la presidencia nunca recaiga en un hombre que no esté dotado en un grado eminente de las calificaciones requeridas”.
Según Hamilton, “los talentos para la baja intriga y las artes pequeñas de la popularidad” son insuficientes para ser presidente de EE UU.
El colegio electoral es, según Hamilton, una protección contra “el deseo de potencias extranjeras para ganar un ascendente impropio en [los] consejos [de EE UU]”.
“¿Cómo podrían lograr una mejor gratificación en esto que elevando a una criatura propia a la magistratura principal de la Unión?”
La injerencia rusa en favor de Trump reaviva este argumento.
Alexander Hamilton escribió en los Papeles federalistas, en 1788, que el colegio electoral garantiza que “el cargo de la presidencia nunca recaiga en un hombre que no esté dotado en un grado eminente de las calificaciones requeridas”.
Según Hamilton, “los talentos para la baja intriga y las artes pequeñas de la popularidad” son insuficientes para ser presidente de EE UU.
El colegio electoral es, según Hamilton, una protección contra “el deseo de potencias extranjeras para ganar un ascendente impropio en [los] consejos [de EE UU]”.
“¿Cómo podrían lograr una mejor gratificación en esto que elevando a una criatura propia a la magistratura principal de la Unión?”
La injerencia rusa en favor de Trump reaviva este argumento.
Otra crítica al
colegio electoral es su posible origen racista.
Estos estados, aunque no consideraban ciudadanos a los negros, sí los contaban a efectos del censo, con lo que contribuían a aumentar su peso demográfico y por tanto político.
Es improbable que haya una sorpresa en
las votaciones del lunes.
Si ocurriese, podría provocar una crisis sin precedentes en Estados Unidos.
Clinton aceptó la victoria de Trump desde la misma noche electoral.
Nadie duda de que, con el sistema aceptado por todos de antemano, Trump es el justo vencedor.
Pero todos los
factores citados han convertido el voto en el colegio electoral en algo más que
un trámite.
Una rebelión de compromisarios, aunque no alterase el resultado, daría la medida del descontento que ha causado la llegada al poder del magnate neoyorquino, un candidato que en campaña agitó el racismo y que llega a la Casa Blanca sin experiencia política.
Una rebelión de compromisarios, aunque no alterase el resultado, daría la medida del descontento que ha causado la llegada al poder del magnate neoyorquino, un candidato que en campaña agitó el racismo y que llega a la Casa Blanca sin experiencia política.
El propio Trump,
con fama de supersticioso, ha mostrado interés en superar el trámite cuanto
antes.
Es una de las últimos formalismos burocráticos antes de que el 20 de
enero jure el cargo y se convierta en el presidente número 45 de los Estados
Unidos de América.
fuente
"El País", Epaña, 19.12.2016
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