28 jun 2011

¡¡MACHO!!, DIJO LA PARTERA...


“¡MACHO! … DIJO LA PARTERA” 
 
31 de marzo de 1997
 

Cuando en un pasado no demasiado lejano, dos hombres de nuestro pueblo, facón en mano se enfrentaban en duelo criollo, con la muerte -entre ellos- indecisa como una moza a la hora de elegir pareja, esto que pareciera tan espontáneo y personal, tan del momento, respondía en realidad a razones profundas e inadvertidas que les propongo analizar.
 

ANTE CUALQUIER DIFERENCIA DE OPINIÓN
 

Perdido en la trama del tiempo, hay un pequeño y fundamental nudo inicial de la genética humana: es la convicción que cualquier diferencia de opinión o intereses, cualquier conflicto sea cual sea la trascendencia del mismo, se resuelve mediante un rotundo y lirondo rompimiento de crisma de nuestro circunstancial interlocutor/adversario.
 

Claro que la cosa se complica ya que nuestro semejante, comparte la creencia en las bondades de un oportuno rompimiento de crisma y así el susodicho rompimiento se convierte en una alternativa de doble vía, ya que puede ser propinado o recibido.
 

Cabe, también, destacar que si bien el rompimiento de crisma tipo o promedio es físico, hay una amplia gama compuesta por categorías y grados. 
 
A modo de ejemplo ilustrativo se pueden señalar algunas, en las categorías: física o moral; en el caso de los grados, estos pueden ser graves – incluso mortales – o no, con motivos o sin ellos, de frente o a traición, etc.
 

Como les decía, la cosa podía ser riesgosa y la aceptación de este riesgo latente ha sido considerada, comúnmente a nivel popular, como una muestra de valor o valentía.
 

En base a lo anterior podría afirmarse que el valor o valentía sería hacer algo que implica un riesgo para el protagonista y que los motivos que lo llevan a actuar, a pesar de ello, pueden ser muy diversos.
 

Otra característica a tener en cuenta es que la valentía en principio es individual, personal. 
 
 
Sin embargo se dan casos de lo que podría llamarse “valentía colectiva”
 
 
Estos casos de “valentía colectiva” van obligadamente acompañados por rompimientos de crisma colectivos y múltiples, los que suceden cuando un partido de futbol, entre equipos de barrios, termina en trifulca y llega al límite cuando las que se enfrentan son naciones.
 

“EMPUJADORES” DE VARIADOS TIPOS

 
Esto va dirigido a los lectores varones, ¿A quien no le ha tocado, en su infancia, ser testigo o protagonista de una escena como esta?: dos varoncitos se enfrentan con los puñitos apretados, vacilando entre el temor a la pelea y el miedo de aflojar ante testigos, que a su vez los impulsan con sus gritos, hasta que aparece el infaltable empujón de algún infantil e impaciente testigo. 
 
 
A continuación venía el ojo en compota o a alguien le hacían “saltar los chocolates”
 
 
De ese empujón infantil tomo el nombre de “empujadores” para aquellos o aquello que empieza una pelea y será el nexo entre la valentía individual y colectiva.
 

Dado que la valentía es algo individual, como se concilia con esto del “valor colectivo” y acá aparecen los "empujadores", que los hay y muy variados, desde los personales y psicológicos en donde el individuo asume el riesgo porque es lo que de el se espera, so pena de la sanción social y moral que conlleva la cobardía. 
 
 
Existen otros “empujadores” que son externos o extraños a las personas como son la arengas a grito pelado de los jefes previo a las batallas: “Cuarenta siglos de historia os contemplan (¡¡¿¿??!!), dijo Napoleón en la batalla de “Las Pirámides”
 
 
Siempre he tenido la curiosidad de saber como se las arreglaban estos generales para arengar a una multitud, de varios miles de hombres, formados para batalla y por lo tanto ocupando un amplio terreno, así nomás a “capella” como quien dice; por otra parte ¿por qué estas arengas – según dicen – enardecía a los destinatarios?.
 

También ha sucedido que se “empujaba” a lo bruto, así nomás, en distintos momentos de la historia y en diferentes lugares del mundo ha pasado que un general por afónico o por no confiar en arengas, recurría al expeditivo procedimiento de colocar a retaguardia de sus hombres a un grupo que tenía por misión matar a los que retrocedieran y como “el miedo no es tonto” los pobrecitos se volvían valientes por miedo.
 

Existieron y existen otros “empujadores” sobre los que nos anoticio don Arturo Jauretche, se trata de los abanderados del “animémonos y… vayan” sobre ellos don Arturo contaba una anécdota que vale la pena recordar: Durante el primer gobierno de Perón, un anciano y cerril opositor arengaba a un grupo de jóvenes reclamándoles un “asesinato patriótico”, a la vez que él se excusaba por lo avanzado de su edad y parece que el hombre ya se había puesto medio cargoso porque uno de los muchachos lo corto al responderle: “pero doctor se trata de matarlo no de… amarlo”.
 

Otras maneras de “empujar” más sofisticadas son las “campañas” que desde los medios buscan incitar y/o preparar al pueblo para o que viene.
 
 
Recuerdan, Uds., cuado las Malvinas, la imagen de león en la mira mientras una voz en off decía: “jamás nos han vencido, jamás nos vencerán” o al periodista que preguntaba en los noticiosos: “¿Dónde está el ‘Hermes’, señores, donde está el Hermes?” y tantas otras propuestas y promesas que se nos han hecho que como los amores de estudiantes flores de un día son.
 

Y así estas cosas de la valentía y el valor que en una primera instancia es algo personal que se tiene o no se tiene y que por misteriosos vericuetos se vuelve colectivo y que es obligatorio, por lo menos así lo dicen los jefes, y lo peor es que en muchos casos lo exigen sin haber probado – previamente – el suyo propio.
 
 
Pero que lo exigen lo exigen, a punto tal que en las leyes militares existe – o por lo menos existió – considerado como un delito: “la cobardía frente al enemigo”; ¿Qué les parece? ¡Valor por decreto!, si por lo menos, para facilitar la cosa lo hicieran en pastillas, se imaginan antes de las batallas, a los jefes repartiendo coraje en grageas: “Vengan muchachos, acá se reparten las pastillas de coraje, formen fila y en orden que hay para todos”, seguramente aparecerían los revendedores clandestinos (y las grageas truchas): “Eviten la cola, muchachos, eviten la cola pastillas del coraje en todos los sabores menta, mentol y todos los sabores de frutas, eviten la cola”
 
 
Si yo fuera presidente en vez de decretar el valor obligatorio, decretaría que obligatoriamente seamos buena gente, que niños y ancianos sean amados y respetados y también ordenaría por decreto la honestidad y la confraternidad, en una palabra la buena leche porque de la otra… ¡sobra!
 

Si ha resistido a pie firme – como un valiente – esta larga perorata, sírvanos de introducción para hacer referencia al valor entre nosotros, ¿Cómo fue y es la valentía de los argentinos?
 

HABÍA UNA VEZ DOS PUEBLOS
 

En primer lugar debe señalarse que el medio geográfico y/o las pautas culturales pueden determinar que un pueblo sea más violento que otro – no más valiente – y es en este ambiente más violento donde se valora más la valentía y habrá más oportunidades de demostrarla y ejercitarla, creándose así pautas de conductas y actitudes que por necesarias y reiteradas se incorporan prácticamente como instintivas.
 
 
¿Cómo es esto? 
 
 
Considérense dos pueblos agricultor uno pastor el otro.
 

EL AGRICULTOR

 
El agricultor para lograr el alimento de su familia deberá: preparar la tierra, seleccionar la semilla adecuada, proceder a la siembra, cuidar de los brotes primero y de las plantitas después, protegerlas de sequías o heladas, hasta llegar a la cosecha y durante esta – y dependiendo de tipo de vegetal que haya sembrado – retirar el fruto cuidando de no lastimar la planta que lo produce. 
 
 
Estamos ante un tipo humano manso, trabajador, paciente que sabe que para lograr el alimento debe generar vida conservarla y protegerla.
 

EL PASTOR
 

En contraposición consideremos ahora al pastor, que fue el tipo humano de nuestro país en su origen, con llanuras infinitas pobladas por inmensos rebaños de ganado cimarrón, que no era precisamente dócil, por el contrario arisco y bravío, para moverse en ese ambiente y con su alimento en forma de vaca o toro que le aventajaba en peso, fuerza y velocidad, evidentemente el diario manducamiento era todo un problema, para solucionarlo debió hacerse jinete. 
 
 
Y acá puede señalarse la primera y gran diferencia con el agricultor, mientras que este para lograr el alimento iba a buscar en las entrañas de la tierra, en permanente y directo contacto con ella; por su parte el pastor debe poner entre la tierra y él un tercer elemento: el caballo, es decir que el gaucho se aleja de la tierra, ni la toca y esta pasa a ser sólo el piso que los sostiene y sobre e cual se desplazan su alimento, su caballo y el mismo (él sobre el segundo y en persecución de primero).
 

Imaginemos, ahora, al gaucho en el momento y en el acto de conseguir su alimento: en un torbellino de acción, sobre su caballo, la persecución, el objeto de su apetito huye raudo por el campo – pues sabe que le va la vida en ello -, el bicho es boleado o lazado, cae, el paisano se acerca decidido, dominante, sin advertir los mugidos desesperados de su víctima, hunde el cuchillo en su cogote que es una manera rápida de matar. 
 
 
El gaucho, a diferencia del agricultor, para alimentarse debe tomar una vida de manera violenta, de ahí el dicho: "todo bicho que camina va a parar al asador"
 
 
Agréguese el hecho que antaño el ganado era cimarrón y las tierras no tenían propietarios; el gaucho no habría de tolerar bichos disparadores o cristianos que interfirieran con su derecho a alimentarse. 
 
 
Surge así un tipo humano bravío, agresivo, violento que no acepta oposición ni resistencia, y estas características se continuarán se mantendrán en su trato diario, en su relación con los demás y en su manera de enfrentar resolver cualquier situación, dada esta base humana la sociedad resultante será acorde e incluso multiplicará y potenciará las características básicas de su componente humano, y esto se dio en todos sus estamentos, desde el más humilde al más encumbrado.
 

Esta comparación, este paralelo entre el agricultor y el pastor, no debe interpretarse como un juicio de valor, no implica valorar a uno y desmerecer al otro, ambos simplemente son.
 

PRIMERA RONDA DE TESTIGOS
 

Así tenemos un hombre bravo en una sociedad brava, que por sus circunstancias presenta un alto grado de indiferencia por la vida y el dolor propio y ajeno. 
 
 
Y así nos vieron y así quedamos reflejados en distintos testimonios de propios y extraños.
 

Hacia 1850, en tiempos de Don Juan Manuel de Rosas, un diplomático inglés: “… Southern… se preguntaba. ¿Por qué se ha de juzgar los motivos de un hombre (Rosas) que ha descubierto la forma de gobernar a uno de los pueblos más inquietos turbulentos del mundo?”.
 

Poco después, 1856, el general Mitre, que cojeaba del mismo pie que todos sus contemporáneos, que cuando no andaba envuelto en una guerra, estaba metido en una revolución y sino echando abajo, a cañonazos, las puertas de los ministerios tal como le gustaba decir, en sus ratos de ocio tenía su vena intelectual de poeta e historiador, en una conversación con Vicuña Mackena, le decía: “… ya estamos hartos de glorias militares,…, ya no necesitamos probar la bravura de nuestra herencia, por que hemos estado medio siglo con las armas en la mano embistiéndonos los unos a los otros. Al contrario los guapos han sido la ruina de este país…, y el peor mal de nuestras revoluciones armadas no está tanto en las ideas que engendran, ni el orden de cosas que dejan tras si, sino los hombres que levantan.”

 
Casi medio siglo antes, en 1808, el general inglés John Whitelocke, que vino, por estas latitudes, por lana y saló esquilado, y por ello fue sometido a una Corte Marcial, la que dictaminó: “… que dicho… general… sea destituido y declarado totalmente incompetente e indigno de servir a s Majestad en cualquier función militar…”.
 
 
Intentaba su defensa con esta argumentación: “… sin exageración todos los habitantes libres o esclavos, combatieron con una resolución y una pertinacia que no podía esperarse ni del entusiasmo religioso o patriótico, ni del odio más inveterado e implacable…”
 

Un pueblo inquieto y turbulento, decía el inglés, y bravo y peleador – se puede agregar – así nos vieron y parece que así éramos nomás, otro inglés que supo andar por acá, allá por 1820 a 1825, contaba luego a sus compatriotas: “El inconveniente de este país es que aún entre las clases inferiores, basta la rencilla más leve para que salgan cuchillos a relucir… las puñaladas eran algo corriente en Buenos Aires donde nadie se ocupaba de prender al criminal. Por casualidad era cogido, bastaba una breve prisión en el calabozo para que el homicida quedara en libertad.”

 
LA HERENCIA APORTA LO SUYO
 

Si bien el medio tuvo que ver, y mucho, la herencia que recibimos de nuestra Madre Patria aportó lo suyo, pues nuestros abuelos “gaitas” no se quedaban atrás en de andar a las cuchilladas por cuestiones importantes o por naderías… ¡qué la cosa era pelear! 
 
Así nos lo cuenta don Eugenio Noel, que tuvo la inquietud de analizar la “Sicología de la navaja española”: “Ignoro si hay un país más pendenciero que el nuestro (España) en lo que ya no tengo dudas es que somos los hombres más irritables, lo cual se revela en la agresividad espíritu de lucha, en la vanidad de las discusiones a los gritos, patadas, puñetazos y cuchilladas… La navaja se llama a veces bastón, y a veces florete, sable y estoque… La veis en la faja de los gitanos, sus esgrimidores por excelencia, pero si sois finos observadores de la realidad, la hallareis vestida de levita y pechera, descorchando champagne y estudiando con atención el Código de los Caballeros.” 
 
 
Y la herencia se trasladó a estas tierras donde fue conservada, respetada y practicada hasta el hartazgo, ya que si el español era rápido para sacar su navaja, el gaucho no lo era menos para “pelar” su facón, tal vez la única diferencia radicó en que gaucho era menos escandaloso y expresivo que su ancestro ibérico y completa la idea el amigo J.J. de Diego: “En Buenos Aires se peleaba todas las noches y lo hacían con un repertorio de obscenidades que colma cualquier exigencia. No sólo los hombres, las mujeres en igual medida (Vale recordar al tango: “… minas fieles de gran corazón, que en los bailes de Laura… peleaban cada cal defendiendo su amor”)… hasta los inválidos despachaban a sus contrincantes con un barbijo…”

 
Resumiendo en base a los testimonios, apenas retornamos en el tiempo unas pocas generaciones nos encontramos con pueblo belicoso tanto en lo público como en su vida diaria, que resolvía a punta de facón cualquier problema, estas luchas que eran el DUELO CRIOLLO, respondían a pautas que lo convertían casi en una ceremonia, las normas del duelo criollo aunque tácitas eran observadas y respetadas por todos, de no ser así una eventual victoria perdía su merito y el ganador de mala manera sólo podía esperar el menosprecio de una sociedad donde el valor era la norma y las “agachadas” la excepción vergonzosa.
 

UNA RÁPIDA RECORRIDA POR EL MUNDO

A pesar de lo dicho, hasta acá, sería un error pensar que los argentinos fuimos los inventores del valor y de los duelos, líos ha habido siempre y en todas partes (“En todas partes se cuecen habas y en mi casa a calderadas” decía mi abuela). 
 
 
Tal vez todo empezó cuando Tatita Dios, viendo a don Adán medio “boleado” en el Edén, se dijo para sus adentros: “Pobrecito esta muy solo, le voy a dar alguien parecido a él, pero no igual, para que le alegre la vida y a ver si lo aligera un poco” diciendo y haciendo le mandó a doña Eva… 
 
 
Lo que siguió es historia conocida: el asuntito de la manzana, trascartón el desalojo del Paraíso por conducta indecorosa y la frasecita aquella: “ganaras el pan con el sudor de tu frente”, después de esto todo lo demás sería inevitable.
 

Adelantándome a las iras de alguna fémina lectora, me apresuro a aclarar que esta última referencia a la mitad más importante de la humanidad, no es una ociosa muestra de machismo por parte del humilde autor, sino por el contrario es el nexo necesario para mostrar a vuelo de pájaro este asunto de los duelos en distintos tiempos y lugares.
 

GRECIA
 

Pues resulta que hace mucho, mucho tiempo, una verdadera ponchada de años y muy lejos de aquí, ocurrió el primer duelo, la primera topada entre guapos de que se tenga noticias y fue entre Héctor y Aquiles, cuando aquel asunto de Troya y Elenita, nos anoticiamos de todo por las coplas de un payador griego, de mucho mérito, de apelativo Homero y parece ser que fue por una cuestión de faldas o de túnicas, conforme a la moda de la época. 
 
 
Hete aquí que por aquellos años vivía en Grecia una bella muchachita: Helenita, que para más datos estaba casada con un rey: don Menelao, hombre de pocas pulgas y muchas barbas, que con ese nombre seguro que era re-feo sucedió que atinó a pasar por allí el joven príncipe Paris, hijo del rey don Príamo de Troya. 
 
 
Verla, a Helenita, y enamorarse fue todo uno. 
 
 
Y empezó Paris que serenata para acá, que serenata para allá (¿Tendrá que ver con el dicho: “Cuida la flauta que la serenata es larga”?). 
 
 
Por fin, por bonito o por insístidor, Paris se ganó la moza y se alzó con ella. 
 
 
Aclaremos que Helenita tenía sus antecedentes, cuando de jóvenes y apuestos príncipes extranjeros se trataba y ya había tenido un “affaire” con un tal Teseo. 
 
 
Don Menelao montó en cólera, pues no estaba dispuesto a que lo “adornaran” así impunemente, junto a unos amigotes: Agamenón, Ulises, Aquiles y otros y partieron para Troya a pedir explicaciones. 
 
 
Y en la consiguiente guerra que se armó, uno de los episodios fue el choque entre los guapos Héctor y Aquiles, que entiendo que terminó en un empate técnico. 
 
 
Sin embargo se debe aclara que no ha que tomar a pie de la letra los dichos de don Homero, pues sospecho que todo lo sabía de oídas y las verdaderas razones de la guerra fueron la posición estratégica de Troya y su influencia en el comercio de la época, por más que Helenita se nos ofenda.
 

FRANCIA
 

Siguiendo la huella de los duelos, pasemos de la Grecia Antigua a la Francia de los Luises: “El cardenal Richelieu estimaba en 400 en número de nobles que habían muerto en duelo, fueron famosos en la época de los Luises y se mantuvieron durante la Revolución Francesa para disminuir durante el periodo napoleónico y vuelve a aumentar con la restauración borbónica, durante el romanticismo se extiende por todo el mundo y es en esa época que intervienen figuras literarias, en Francia: Lamartine y Merinée; en España: Espronceda y el Conde de Chesta; en Rusia: Puskin y Lemerton, que mueren por heridas recibidas en estos lances.” 
 

A modo de testimonio de lo dicho sobre Francia, remito al sufrido lector, a una hermosa película “Los duelistas” (¿Scott Rydel?) y a “Los Tres Mosqueteros” de don Alejandro Dumas. 
 
 
Recuerden Uds. a: D’Artagnan, Athos, Portos y Aramis quienes defendían a su reina de los enjuagues del tenebroso Cardenal Richelieu, por lo menos así pensaba yo cuando en mi lejana infancia, descubrí la novela de don Alejandro y seguía las peripecias de los ¿¡cuatros!? Mosqueteros.
 

Y acá permítaseme una digresión para realizar un desagravio al Cardenal, que por designio de Dumas fue el villano de la novela y el malo de las películas posteriores. 
 
 
Recordemos rápidamente la trama de la historia: resulta que la reina de Francia, al parecer no andaba bien con su real consorte y "pa' pior" le hacia “ojitos” a un noble inglés, y para “pior” el inglesito era nada menos que el primer ministro inglés o algo así y para “requetepior” Francia estaba en guerra con “la rubia Albión”, y como si esto fuera poco la reina va y le da al lord unos aretes que le había regalado su propio y legitimo esposo. 
 
 
Entonces el Cardenal, de metido y malintencionado que era, habiéndose dado cuenta de todo va y le dice al Rey, que le diga a la infiel y casquivana reinita que se ponga los benditos arete para un bailecito al que iban a ir.
 
 
Con semejante problema la reina consigue por medio de una dama de compañía la ayuda de los tres mosqueteros, que en realidad eran cuatro, y estos deben vencer mil peripecias y como dos mil hombres del Cardenal para encontrarse con el lord y recuperar los aritos y así salvar a la ingrata… esto hecho parten muy orgullosos a la guerra para luchar contra los ingleses por el honor de su Rey y de Francia… ¡¡Anda!!
 

Apretadamente este el argumento de "Los Tres Mosqueteros"
 
 
Y… en la actualidad me pregunto: ¿Eran tontos los mosqueteros? 
 
 
Y a don Dumas, que era francés, ¿los libretos se los escribían… los ingleses? 
 
 
Aventuro dos hipótesis A) ¿don Dumas habrá sido el protoperiodista de investigación que contó como si fuera una novela algo que realmente pasó? B) era un "franchute" mercenario, que por treinta monedas, prostituía su pluma. 
 
 
En este sentido vale recordar que como “escriba” supo acompañar las malandanzas imperialistas de ingleses y franceses por estos pagos en la primera mitad del siglo XIX, cuando escribió “La Nueva Troya” novelucha de poca monta y mucha mala leche que escribió para justificar la intervención europea, (Ver en el blog sobre la batalla de La Vuelta de obligado, 20.11.1845).
 

ESPAÑA

Y a tanto llega esto de los duelos que tuvieron que ver con la coronación de un rey, pues sucedió que en España, la revolución de 1868 terminó con el reinado de Isabel II y aunque parezca mentira los círculos políticos españoles se vieron en figurillas para encontrar un rey para el país, a pesar que la búsqueda se extendió por media Europa - finalmente fue coronado Amadeo, duque de Aosta e hijo de Víctor Manuel II, rey de Italia -, sin embargo en el ínterin se consideraron muchos candidatos, entre ellos el duque de Montpensier, a quien llamaban “El Naranjero”, hijo del rey de Francia Luis Felipe de Orleans, el que fue desechado, al decir de algún autor, por tacaño y duelista, a punto tal que había matado en duelo al infante don Enrique de Borbón, lo que no aclara dicho autor que pesó más para su rechazo si la fama de tacaño o de duelista.
 

Y EN EL FAR WEST
 

Otro lugar clásico, en esto de estropear al semejante, fue sin dudas el Lejano y Salvaje Oeste, desde Jesse James hasta Dillinger, que se puede decir sobre los duelos de los norteamericanos que no se haya dicho y mostrado en tanta película sobre el tema. 
 
 
Aún así me voy a permitir señalar, a riesgo de ser considerado parcial, algo de mi propia cosecha ya que entre nuestros duelos y los duelos del norte existe una gran diferencia, los de ellos son “duelos mecánicos”, ¿Por qué mecánicos?... y por que usan una maquinita, ya que el revolver – el famoso “Colt 45” – es una máquina.
 
 
Y puesto a comparar… no hay comparación, el caso de los pistoleros de Oeste… (“guman” en las novelitas de Marcial Lafuente Estefania, que para mi sorpresa todavía se encuentran)… la cosa se reducía a la rapidez para accionar una máquina que expelía un trocito de plomo – mortífero él, por cierto – a distancia y todo terminaba en un segundo.
 
 
En cambio en nuestro caso, el floreo de los facones, el viborear de las colas de los ponchos, los rivales que se acechan, que se amagan buscando el mínimo resquicio para ir a fondo sobre el cuerpo de su rival. 
 
 
Se imagina amigo lector, lo que debe haber sido el duelo entre Moreira y Leguizamón. 
 
 
Mientras que le duelo con armas de fuego es en alguna medida impersonal por la distancia y la rapidez de su definición, nuestro duelo criollo es personal, casi intimo, el facón es una prolongación de brazo del gaucho y por otra parte lo más importante: el tiempo ya que un duelo entre rivales de valía y habilidad pareja, no se definía rápidamente, requería de un lapso de tiempo y en ese lapso esta implícita la posibilidad de pensar, de dudar, del temor y la necesidad imperiosa, inmediata de dominarse porque es precisamente esa vacilación mínima lo que espera el rival.
 

DE REGRESO AL TERRUÑO PATRIO
 

En cuanto a nuestro país ya se ha hecho referencia a la belicosidad y gusto por la pelea proverbial de los argentinos, por ello es pertinente una mirada sobre el protagonista, el individuo, su idiosincrasia, su ambiente y el duelo en si mismo.
 

A la inclinación natural, se sumo la guerra de la independencia primero y la civil después; incluso el General San Martín“… al crear el regimiento de granaderos a caballo, estableció con el propósito de estimular el sentido del honor entre sus oficiales,… un reglamento de 14 puntos… (por el cual)… un oficial no podía desatender un desafío fuera justo o injusto, defender en todo trance el honor del cuerpo cuando lo ofendan en su presencia, o sepa que lo han ofendido en otra parte”
 
 
Así siguiendo la tendencia y sin pretender agotar la lista, se producen los duelos entre Federico Brandsen – oficial francés – (habría de morir años después por una orden de Alvear, de imposible cumplimiento, cuando la guerra con el Brasil) y el teniente Pedro Rocha; entre el coronel José Meilán y el teniente Manuel de Olazábal; entre O’Brien y Juan Lavalle. 
 
 
A posterior los políticos también incursionaron por las lides caballerescas: 1877, Leandro Alem con el teniente coronel Manuel Rocha; 1880, Lucio V. Mansilla con Pantaleón Gómez – el que murió en el lance -; 1894, Lucio V. López con el capitán Sarmiento, por una infortunada e innecesaria intervención de su padrino el ya mencionado Lucio V. Mansilla, López muere días después por las heridas recibidas; 1898, Lisandro de la Torre con Agustín Lando –previamente don Lisandro se había batido con Hipólito Yrigoyen y posteriormente con el ministro Pinedo -.
 

TESTIMONIOS SOBRE EL HOMBRE Y EL MOMENTO INICIAL
 

Ya se ha hecho mención a la relación el gaucho con medio ambiente y de que manera, el mismo, es un factor más que contribuye a conformar su idiosincrasia y carácter a lo cual se debe agregar la influencia, nada desdeñable, de la herencia; también testimonios de testigos presenciales sobre la idiosincrasia de nuestro pueblo, se incluyo una breve referencia sobre el duelo en distintos momentos de la historia y en diferentes escenarios geográficos. 
 
 
Corresponde ahora centrar la atención en el núcleo, en el sujeto de nuestra cuestión, en el actor activo del duelo, en el practicante del culto al coraje que fue nuestro pueblo – es decir nosotros – en un pasado inesperadamente cercano cuando se examina la cuestión.
 

A tal efecto, recurriremos nuevamente al testimonio de testigos, que describieron el tipo humano en nuestro país desde principios del siglo XIX, a principios del presente (XX), igualmente una aproximación especifica sobre el DUELO CRIOLLO, su técnica, su esgrima, su estrategia, etc., así se lograra congelar la imagen, pues estaremos frente al momento y el hombre inicial, ya que posteriormente la sociedad, el país cambiarían consecuentemente las condiciones de vida y las costumbres, sin embargo en esa evolución dos elementos se habrían reprolongar el duelo y el culto al valor.
 

Veamos, pues, los testimonios:
 

Guillermo Miller: “… desde tiempo inmemorial han gozado los gauchos de un grado tal de libertad individual, desconocidos quizás en los demás pueblos de mundo. Esparcidos… sobre llanuras inmensas, apenas percibían las trabas de la magistratura local y se oponían abiertamente a la autoridad del Virrey, siempre que intentaban coartar su libertad. En un estado tan atrasado de civilización, conservaban más rasgos nobles del carácter español en el tiempo de la grandeza de la monarquía, que los que se encuentran en la Madre Patria o en cualquier otro punto de sus antiguas colonias. Herederos de la sobriedad de sus mayores y teniendo en abundancia más de lo preciso para llenar sus necesidades… de esto resulta que a deshonestidad es rara y los robos desconocidos.”

 
Charles Darwin quien supo andar por estas tierras, en tiempos de Don Juan Manuel de Rosas,: “… gauchos que todos sin excepción; poseen alta idea de su igualdad y dignidad”.
 
 
Coincidiendo, Leonardo Favio en su película sobre Juan Moreira, hace decir a su personaje:"Sobre de yo, mi sombrero y la tierra con ser tan grande la tengo bajo mis pieses".
 

Germán Burmeister, que viajó por nuestro país entre 1857 a 1860: “… son más bien hombres que tienen dignidad y cierta caballerosidad, por lo cual advierten enseguida la superioridad y se la reconocen a cualquier persona de mayor cultura y más alta posición social, que los trate decentemente. No toleran el trato grosero y la pretenciosa arrogancia. Esto despierta en ellos muy pronto pasiones latentes y aquel que pretende tratar de arriba abajo a un gaucho… puede estar seguro de escuchar su replica con el mismo menosprecio.”


R: B. Cunninghame Graham: “Los hombres… eran por lo general altos, cenceños y nervudos, con no pequeñas dosis de sangre india en sus enjutos y musculosos cuerpos… Si las barbas eran ralas, en desquite el cabello luciente y negro como ala de cuervo, les caía sobre los hombros, lacio y abundante. Tenían la mirada penetrante.”

 
Samuel Haig:"He mencionado a los habitantes de la Pampa que se llaman gauchos. No existe ser más franco, libre e independiente que el gaucho… Nunca se los oye proferir quejas contra su destino. En efecto constituyen una raza con menos necesidades y aspiraciones que cualquiera de las que yo he encontrado. Sencillas, no salvajes, son las vidas de esta ‘gente que no suspira’, de las llanuras".
 

Guillermo Miller: “Los gauchos son generalmente de bastante estatura y se hallan con frecuencia caras bonitas entre las mujeres; los hombres son atrevidos, sociales y francos en sus maneras, tienen buen humor y son obsequiosos; pero al mismo tiempo tan altivos, que si alguien les levanta la mano, bien puede prepararse, porque en el acto sacan el cuchillo para vengar la afrenta.”

 
Juan Bialet – Massé, su informe sobre las clases obreras argentinas (1904): “El obrero criollo es en su mayoría, casi podría decirse en su totalidad, moreno oscuro, de frente elevada y ojos, muy vivos, negros, la boca grande y la barba aguda, cuello seco más bien largo, ancho de hombros y de talla esbelta, su estatura de mediana a arriba, tiene ejemplares muy altos, las articulaciones voluminosas y temperamento nervioso,… Posee una alta intelectualidad (en el sentido de inteligencia natural) y es de gran esfuerzo muscular instantáneo, resiste el trabajo largas, horas, aún sin comer y hace marchas asombrosas bajo un sol abrasador, con media docena de mates por todo alimento, es sobrio para la comida, como pocos madrugador,… Altanero, independiente, de un amor propio extraordinario, valiente hasta la temeridad y ceguera, sin embargo se subordina bien en el ejército y en el trabajo, más por convicción que por la fuerza.”

 
Marcelo Sánchez Sorondo, rescata una imagen concordante: “… su coraje es sencillo, arrebatado y sanguinario cuando el abismo se asoma. Como la oración de cada día cultiva el valor personal – por momentos resbaloso y pendenciero – inherente a la condición fabulosa de centauro.” 
 

León Benarós, desde “Todo es Historia” agrega lo suyo en el mismo sentido: “La palabra gaucho se presta para mil interpretaciones y equívocos… gaucho parece ser un estilo de vida – al comienzo libérrimo y salvaje – más que una escala de la raza. Entre los avatares de la palabra gaucho, su significación ha ido desde el desmedro insultante a la glorificación desmesurada. Para algunos la palabra gaucho fue, primitivamente, sinónimo de vago, mal entretenido, matrero, salteador, robador de mujeres, holgazán, jugador empedernido… es en realidad un caballero vestido humildemente de poncho y chiripa. Tiene la dignidad y el orgullo del hidalgo hispano. Criado en una naturaleza salvaje, habituado a la vista diaria de la sangre, es cierto que pudo en las batallas, ser degollador sin remordimientos y que, como Sarmiento recordaba con igual tranquilidad podía degollar a un cuadrúpedo que a un bípedo… Amó las distancias. No quiso patrón o si lo acepto, lo quiso con igual guapeza. Fue silencioso y lacónico porque la inmensidad de la llanura y las nubes le sellaban la boca con un infinito que le achicaba en el todo. El gaucho es altivo… no soberbio. Su aparente humildad, su respeto por el extranjero, son formas encubiertas de una gran quisquillosidad interior por su honor y su honra. No soporta ser humillado, y quien lo haga, le devolverá la afrenta con la puñalada de su cuchillo.”
 

EL DUELO CRIOLLO
 

En el duelo criollo, los contendientes se enfrentaban empuñando el facón y con el otro brazo envuelto en el poncho, además el duelo implicaba el dominio de una esgrima o técnica de combate que era propia de los elementos ofensivos (facón) y defensivos (poncho) que se utilizan.
 

EL PONCHO
 

El poncho era de rigor, su falta constituía una grave desventaja, existían distintos tipos de ponchos: el patria, el calamaco, el puyo, el poncho de cuero y cumpliendo la misma función, a posterior, y entre los puebleros la chalina.
 

Hudson, en “Allá lejos y hace tiempo”: “Un duelo entre dos hombres, esgrimiendo facones, los ponchos envueltos en el brazo izquierdo a modo de escudo, constituía un espectáculo que nos hacía estremecer.”

 
Justo P. Sáenz (h.), en “Pampas, montes y cuchillos”: “… arremangado hasta el codo/ y el poncho arrollado al brazo”.
 

Cuando Güiraldes, en “Don Segundo Sombra”, quiere poner de relieve las habilidades de visteador de un personaje, lo enfrenta con un paisano que esgrime facón y poncho, cuenta que Antenor: “… sin poncho para meter el brazo, salvaba toda arremetida sacando el cuerpo…”, la carencia del poncho lo colocaba en gran desventaja.
 

Para sorpresa de muchos varones, estos aspectos del duelo criollo han sido descriptos por una dama: Aurora A. de Rocha, quien explica como se usaba el poncho: “Enrollado en el antebrazo izquierdo, aunque no del todo… (se dejaba)… una cola suelta de treinta o cuarenta centímetros. La utilidad de esta cola era múltiple:… para tirar un chicotazo desdeñoso,… o bien para distraer al rival con su flameo. Se sabe también de hábiles cuchilleros que mediante una rápida maniobra, enredaban los flecos del poncho o la chalina en el gavilán de arma del contrario y, con un fuerte tirón, lo desarmaban…, el poncho sirve como escudo pero dada la textura de la tela no puede evitar una puñalada de frente al como haría un escudo de hierro o de cuero. En consecuencia no se lo emplea para detener la puñalada, sino para desviarla. Para ello no puede estar pegado al cuerpo sino más bien alejado o a una distancia que permita cubrir los flancos y todos los ángulos. El hachazo si podía ser detenido dado que el espesor de la envoltura hacía perder eficacia a filo… en ambos casos la distancia del poncho al cuerpo debía ser la misma.”
 

EL CUCHILLO
 

En cuanto al cuchillo, las crónicas antiguas señalan como el primer fabricante, allá por 1556, a Domingo Martínez. 
 
 
Entre las armas de filo que caracterizaron al gaucho se puede mencionar al cuchillo, puñal, facón, daga y estoque, este último lo supo empuñar el hombre urbano.
 

El arma se llevaba en una vaina o funda de cuero, asta, metal, o en una combinación de estos materiales. 
 
 
Estaba formada por el cuerpo, la boquilla con su gancho o reten – a veces con botón sujetador de metal o de cuero – y la puntera, redondeada para no pinchar al portador.
 

El paisano llevaba el arma en el tirador y a la espalda, atravesada a la cintura, y con una marcada inclinación de derecha a izquierda con la punta hacia abajo. 
 
 
El filo quedaba hacía arriba y el cabo asomaba por el flanco derecho. 
 
 
Otra forma corriente, era llevarla adelante en la línea ideal entre el, ombligo y la cadera derecha, el filo iba hacia abajo. Por lo general se usaba de este modo un cuchillo más chico. 
 
 
Lo más corriente era llevar los dos.
 

En el recado sólo se portaban el caronero o la fachinera de grandes dimensiones y se acomodaban entre la carona y el basto o el lomillo. 
 
 
El mando ibas hacía adelante… y a la izquierda de caballo, o sea, del lado de montar. 
 

Las mujeres… de campo o de los suburbios solían llevar como arma defensiva, frecuentemente necesaria, un cuchillo chico, en la liga o en la caña de de la bota, con el filo hacía atrás si estaba en la pierna derecha, y para adelante si iba en la pierna izquierda, para que salera cortando.
 

LA ESGRIMA
 

En la lucha, con el facón, se hería de punta y de filo y se aprovechaba el largo de la hoja para parar o desviar los golpes. 
 
 
La longitud el facón era variable, pero raramente superaba los 60 o 70 cm. ya que de ser mayor el arma se tornaba ingobernable.
 

La postura en el combate: el poncho adelantado y el cuchillo algo atrás y abajo, por la predilección del gaucho a dar puñaladas en el vientre. 
 
 
Esta tendencia está señalada por varios autores.
 

Aristóbulo Echegaray: “¿Era criollo el tape? De serlo la puñalada hubiera buscado las tripas. El gaucho jamás tiraba una puñalada al corazón.”
 

Ricardo Güiraldes: “… un encontrón y vimos al forastero levantado hasta la misma altura de Antenor para ser tirado de espalda como un trapo.”
 

José Hernández: “Por fin en una topada/ en el cuchillo lo alce/ lo dejé mostrando el cebo/ de un revés con mi facón/ ahí lo dejé con las tripas/ como para que hicieran cuerdas.”

 
Únicamente en la postura indicada se explican puñaladas en el vientre que permiten “levantar” al adversario, con una guardia estilo mosquetero las puñaladas debían ir al tórax y en el caso del vientre de arriba hacía bajo y no a revés.
 

El gavilán en “S” podía ser reemplazado por un gavilán en “U” como en la daga de Juan Moreira. 
 
 
La “U” permitía calzar el arma del rival entre el gavilán y la hoja y detener el hachazo.
 

A lo anterior debe agregarse el “floreo” del facón, así lo describe Damian Hudson: “… el floreo de facón implicaba todo un arte impresionante cuando… rivales de fama se enfrentaban y sus armas reflejando el sol, parecían dos ruedas resplandecientes o espejos giratorios.”


El Duelo Criollo implicaba una esgrima propia, particular, la lucha era a relativa distancia, con abundancia de amagues, repliegues y ataques, sobre esta esgrima dice Santiago Casey: “… la esgrima del hombre de cuchillo no consiste en tirar fintas, sino en girar y aprovechar la menor oportunidad en un error del adversario: desniveles del piso, llevarlo contra un obstáculo, etc. Por algo decía Martín Fierro que se había desatado las espuelas antes de pelear, se había preparado por que en la liviandad, la rapidez y la oportunidad se le iba la vida”.
 

Los mandobles o hachazos se atajaban con el cuchillo o con el brazo izquierdo, que es el cubre y barre toda la zona del tórax, de arriba abajo y de derecha a izquierda con el brazo prácticamente vendado por el poncho. 
 
 
Dentro de esa esgrima era importante el cambio de mano en el uso del arma, lo que modificaba el ángulo de ataque, y como los refranes son la sabiduría del pueblo, hay que atender al que dice: “… peligroso como puñalada de zurdo.”, además quebraban de tal modo el cuchillo que llegaban a supera la barrera que suponía el otro facón, entrando casi lateral, pudiendo hasta cortar la muñeca.
 

Surge evidente el argentino fue hombre de cuchillo, las armas de fuego las utilizó en la lucha contra el indio, en las guerras civiles e internacionales en que se vio envuelto nuestro país en el siglo pasado, en la vida diaria las armas de fuego se utilizaban en los casos en que intervenía la policía, en el ambiente de juego y la prostitución, también en los caso de matonismo político, fraude electoral y atentados por “guapos” traídos de otros pagos, pero el arma personal del criollo era el cuchillo.
 

Aurora de Rocha: “… (la condición de hombre de cuchillo)… Se ve claro en Juan Moreira, hombre y personaje. Mientras es sólo un gaucho alzado sus enfrentamientos son de arma blanca. Recién cuando se transforma en guapo de comité y matón de atrio carga con trabucos y pistolas de distintos calibres. Estas armas sólo sirven para voltear “muñecos” – soldados, policías, gente de la justicia – Cuando se trataba de enfrentar iguales y demostrar destreza y coraje el asunto era a facón.”

 
El Duelo Criollo es más una demostración de habilidad y predominio sobre el contrario, que la búsqueda de de la muerte, excepto en los casos de extremos agravios, o bien cuando se resuelve al calor de la pelea. 
 
 
A veces o que se busca es marcar la cara del rival, un gesto de alto valor simbólico. 
 
 
Hudson cuenta el desprecio con que era considerado un inglés – Jack “El Matador” – porque precisamente para él todas las peleas eran a muerte.
 

La misma autora señala otra característica relacionada con este aspecto de que los duelos no eran necesariamente a muerte: “Los episodios en donde el gaucho ‘capaz’ usa otro implemento en lugar de cuchillo – fusta, alpargatas, espiche de bordalesa, punta de cabresto -… parecen indicar que la muerte no es el objetivo constante o dominante. Cuando el adversario era despreciable, el gaucho usaba otras armas: el rebenque, el arriador u otro implemento contundente. Hay un estilo que dice: ‘… el facón pa’ defender la vida/ el arriador para venga agravios’, La resistencia del paisano a sacar el facón era propia de su pudor muy particular, sobre todo si el afectado se sentía ‘capaz’ y no quería desgraciarse.”
 

Aristóbulo Echegaray: “Un paisano se ve obligado a enfrentar un policía, que lo quiere herir, sable en mano. El paisano no quiere ‘hacer armas’, y él elude todas las arremetidas con quites de cuerpo. Por fin se arma de una alpargata, llena de cachetazos al policía, y lo desarma con un golpe de muñeca”
 

Los duelos sirven para dar, quitar o afirmar un determinado lugar en la sociedad. 
 
 
Tienen que ver con el, honor – algo profundo e individual – y con la imagen social: como nos ven y quienes somos para los demás. 
 

La afirmación del coraje mediante las ceremonias del honor – duelo criollo y duelo de caballeros – fue un elemento importante en la cultura de los argentinos. 
 
 
Duelos estos que eran a la vez semejantes y distintos, poniendo en evidencia lo acotado de los dos mundos, el de paisano común y el del burgués gentilhombre, el de la ciudad y de campo y las orillas de las poblaciones. 
 
 
Diferentes son los escenarios, diferentes las circunstancias que los hacen exigibles bajo pena de dura sanción moral, sin embargo supone siempre parejas habilidades entre los contendientes. 
 

Este carácter de ceremonias del culto al valor, donde se pone en juego el honor y la posición dentro del grupo social, conlleva que un duelo singular entre dos hombres de habilidad pareja, tenga también un aspecto colectivo ya que los espectadores o testigos debían atenerse a ciertas reglas de conducta, estos, en primer lugar no intentaban disuadir a los duelistas. 
 
 
Nuevamente testimonios de autores de la época:

Ricardo Güiraldes: “Ladéense que uno de los dos va a quedar”.
 

Benito Lynch: “… vi también que algunos acomedidos, muy puestos en razón, pedían que nos abrieran cancha”
 

José Camilo Cela (en “La Familia de Pascual Duarte”): “los amigos se echaron a un lado, que nunca fue cosa de hombres meterse a evitar puñaladas.”

 
Damian Hudson relata casos en que los presentes obran de disuadores, pero en situaciones de notoria desventaja para uno de los rivales: “Al terminar la décima, unos veinte hombres se habían colocado entre los dos para que no pelearan…”  
 
 
Nótese que la intervención de los circunstantes consiste en poner dificultad, ya que como al descuido no despejan – por el contrario – ocupan el espacio necesario para la pelea. 
 
 
Salvo esta circunstancia, en los restantes casos los presentes se muestran prescindentes y respetuosos de a voluntad de los contendientes una vez que decidieron pelear.
 

COMO EJEMPLO UN DUELO
 

R. B. Cunminghme: “… (en un baile)… la noche se agotaba y el negro y el paraguayo continuaban empeñados en fatigar los instrumentos… sobrevino una calma. Mientras los hombres endulzaban el oído de sus parejas… Se oyó un ruido de voces, y en un instante dos gauchos saltaron a la palestra. Aparecen súbitamente en sus manos facones guarnecidos de plata. Con los ponchos arrollados en el brazo izquierdo, a manera de escudo, blasfemando a torrentes, se agazapan como gatos para saltar a su presa… ¡Paz, Paz!, grita Frutos Barragán, pero mientra sonaban sus palabras, un cuchillo cortó el aire y se inserta en el vientre de un hombre, que rueda por el suelo. La sangre brota… de su boca, el vientre se contrae como una vejiga revenada… las candilejas se apagan al caer, y en la oscuridad las mujeres gritan los hombres se agolpan en la puerta. Cuando salieron a luz de la luna… y mientras los unos buscaban una explicación en los semblantes mudos de los otros, sonó una voz lejana que decía: ‘¡Adiós Barragán! Así paga Vicente Castro sus deudas a los que quieren robarle su niña… y con la voz se perdió el eco de las pisadas de un caballo…”

 
A riesgo de ser reiterativo, pero en un resumen necesario, se puede intentar un perfil de gaucho y su idiosincrasia: un hombre belicoso e incluso violento, cruel, con gran sentido de su honor y dignidad, dispuesto a defender esta dignidad como fuera necesario, pero lo más importante es su valentía, su conciencia el valor, su aprecio por el valor propio y ajeno. 
 
 
Y es esta característica la que lo salva, la que suaviza da nobleza a sus acciones, pues el sabe – innatamente – que hay cosas que un valiente no puede hacer
 
 
Es su mismo valor el que pone límites a la brutalidad.
 

Una síntesis de esto nos ofrece Sarmiento cuando describe a Santos Pérez – el matador de Facundo Quiroga-. 
 
 
Santos Pérez es un gaucho a quien la historia a congelado en el terrible y trágico momento de Barranca Yaco, prácticamente es la personificación de la brutalidad más violenta, ciega y criminal. 
 
 
Un ser primario y elemental, instrumento ciego que habría de pagar con su vida el crimen cometido, es definitiva es un gaucho bruto: Sin embargo Máximo Aguirre, en un interesante artículo, con el sugerente título: “Santos Pérez, el paisano leal”, lo rescata y muestra el, antes y el después de Barranca Yaco, así la figura de Santos Pérez toma una encarnadura más real al ubicarlo en su momento y sus circunstancias. Sobre Santos Pérez dice Sarmiento (sin duda el más gaucho de los intelectuales del siglo XIX): “Alto de talla…, hermoso de cara, de color pálido, barba negra y rizada, mientra el general Paz permaneció en Córdoba, Santos Pérez acaudilló a la montonera más difícil de combatir en la,…, con miras más elevadas habría sido el digno rival de Quiroga con sus vicios sólo alcanzó a ser su asesino.”

 
Y digo yo,… a ver,… analicemos: Santos Pérez mata a Facundo Quiroga personalmente de frente, dando a Quiroga la posibilidad de la defensa, conclusión Santos Pérez es un asesino.
 

Pues bien, el genera Lavalle manda a fusilar a Dorrego, gobernador legal y legitimo de Buenos Aires (y tras ser azuzado epistolarmente desde la ciudad por sus paniagudos), Dorrego inerme, dominado e indefenso; Lavalle no presta atención al ofrecimiento de autoexilio de Dorrego. 
 
 
Lo manda a fusilar es decir, es decir lo mata indirectamente, por interpósita persona, y… ¿Qué pasó con el genera Lavalle?... pues que prácticamente no hay ciudad del país que no tenga una de sus más importantes calle con el nombre del general,… destino de gaucho el de Santos Pérez y… destino de general y caballero el de Lavalle.


UNA EVOLUCIÓN NEGATIVA
 

El paralelo trazado entre el gaucho Santos Pérez y el genera Lavalle no es malicioso o destructivo, sino por el contrario es útil y necesario para ir planteando alguna conclusión: el gaucho, nombre genérico para designar el tipo humano de la población inicial de nuestro país. 
 
 
Era una buena madera, la población argentina a poco que se la hubiera y protegido seguramente habría sido para el país y para si misma mucho más útil y positiva de que realmente (le permitieron) ser.
 

Por la evolución de la sociedad y el desarrollo del devenir histórico, el desinterés y menosprecio de los sectores dirigentes, dio como resultado un proceso en el cual al argentino inicial no le fue bien, en realidad le fue muy mal y en ese marco al evolucionar la sociedad, inevitablemente los criollos evolucionaron negativamente.
 

El paso de tiempo, lo controvertido de las opiniones, la parcialidad de las mismas, puede hacer que el lector legítimamente, dude de lo afirmado en el párrafo anterior, por ello recurriremos nuevamente a los testimonios que nos brindan los actores del drama argentino y a la cita de autores que desde uno u otro ángulo han estudiado el tema: Con la salvedad que los testimonios de quienes vivieron el momento, al menos en mi opinión, más que testimonios parecen las declaraciones y/o confesiones de víctimas y victimarios.
 

LA EVOLUCIÓN, SEGUNDA RONDA DE TESTIGOS
 

Fue José Hernández, a fines de siglo XIX, en su poema; quien denunció lo que estaba pasando: “Y después dicen que es malo/ el gaucho si los pelea…”

 
Años más tarde, 1916, Guillermo Hoyos, el “Hormiga Negra”, el último gaucho malo, decía con ingenuidad en un reportaje que le hace la revista “Caras y Caretas”: “Ustedes los hombres de pluma, le meten nomás, inventando cosas que interesen y resulten lindas. Y el gaucho se presta pa’ todo. Después de haber servido de juguete a la polecia, lo toman lo leteratos pa’ contar d’el a la gente lo que se les ocurre. Y si un pobre paisano se desgracia porque ha querido mostrarse guapo, y se limpia al que le ofendió, Ustedes no le merman nadita, sino que le acumulan más muertos que los que matan los dotores… Por que así hai de ser e gaucho de novela: peliador hasta que no queden polecia o hasta que se lo limpien a él con la carabina remington…”

 
Existen, también, testimonios del sector dirigente de la época, Sarmiento en carta a Domingo de Oro, le relata las elecciones en Buenos Aires en 1857: “Nuestra base de operaciones es la audacia y el terror, que empleamos hábilmente, han dado este resultado admirable e inesperado…, establecimos en varios puntos depósitos de armas y municiones, pusimos en cada parroquia cantones con gente armada, encarcelamos como veinte extranjeros complicados en una supuesta conspiración, algunas bandas de soldados armados recorrían las calles, acuchillando y persiguiendo a los mazorqueros, en fin fue tal el terror que sembramos en toda esa gente, con estos y otros medios, que el día 29 triunfamos sin oposición… El miedo es una enfermedad endémica en este pueblo; esta es la gran palanca con la que siempre se gobernará a los porteños; manejada hábilmente, producirá infaliblemente los mejores resultados”.
 

Nuevamente Sarmiento, esta vez, en carta a Mitre después de la batalla de Pavón: “No trate de economizar sangre de gaucho. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de humano”.
 

Otra vez Sarmiento en carta a Mitre, durante la represión a los riojanos acaudillados por el “Chacho” Peñaloza: “Sandes a marchado a San Luis. Está saltando por llegar a la Rioja y darle una buena tunda al Chacho. ¿Qué regla seguir en esta emergencia Si va déjelo ir. Si mata gente, cállese la boca. Son animales bípedos de tan perversa condición que no sé que se obtenga con tratarlos mejor.”
 

No conforme, Sarmiento en opinar con su particular estilo sobre los argentinos, también se llevan lo suyo los paraguayos sobre el final de la guerra de la Triple Alianza, escribe en estos términos, al ministro argentino en Washington: “La guerra está concluida aunque aquel bruto (López) tiene todavía veinte piezas de artillería y dos mil perros que habrán de morir bajo las patas de nuestros caballos. Ni la compasión mueve a este pueblo, rebaño de lobos… López sigue de derrota en derrota por los bosques, con mil o dos mil animales que lo siguen y mueren de miedo.” (12.10.1869). 
 
 
Cabe acotar que años más tarde Sarmiento habría de pasar sus últimos días – de hecho murió - en tierra paraguaya (¿autoexilio entre perros?). 
 

Miguel Ángel Scenna, describe la violencia política imperante en la época: “Las elecciones pasaron a ser… batallas campales donde ganaba el más guapo. Había que ser muy macho para acudir a una mesa electoral y pronunciar un voto cantado y público. Se votaba en los atrios de las iglesias en la ingenua creencia que el lugar sacro llamaría a la mansedumbre de los bravíos contendientes. Cada bando tomaba posiciones y se desplegaba como para una operación militar. Grupos de orilleros permanecían a la expectativa en las inmediaciones, relojeando al enemigo. Otros combatientes esta vez a caballo, donde no faltaban los niños bien. (téngase en cuenta esto, para lo que veremos más adelante al hablar de la patota), quedaba como fuerzas de reserva, listos para acudir a la parroquia donde se necesitarán refuerzos. Se votaba en tandas simultáneas de ambos bandos. Cinco o seis individuos de cada partido se aproximaban a la mesa, emitían su voto de viva voz y quedaban cerca vigilando el proceso. El sistema permitía calcular el monto de los electores. Cuando un partido daba muestra de predominar, los perdedores iniciaban el ataque. La meta era la mesa electoral y los registros. Podían ser rechazados, pero el que triunfaba copaba la ciudadela del atrio, volcaba los padrones, hacían votar a los muertos, los niños y los nonatos y proclamaban el triunfo de su partido.”
 

Tal vez la descripción de estas prácticas, nos permitan hoy valorar debidamente la lucha de Don Hipólito Yrigoyen por la pureza y transparencia de sufragio.
 

En el siglo XX, Edmundo Correas, intenta una explicación: “No pudo ser de otro modo en una sociedad sin experiencia democrática y republicana, acostumbrada a ser gobernada por el miedo, falta de cultura, cargada de prejuicios legados desde la colonia, dividida en estamentos sociales y tan limitada en su número y calidad que solamente un reducido núcleo estaba en condiciones de gobernara los otros o de administrar los intereses comunes.”

(Muy conveniente para el “reducido núcleo” al cual Correa pertenecía)
 

Como si José Hernández se anticipara a la explicación de Correas ya años antes había puesto en boca de Cruz lo siguiente:
 
De los males que sufrimos”
hablan mucho los puebleros”
pero hacen como los teros”
para esconder sus niditos:”
En un lao pegan los gritos”
y en otro tienen los güevos.”

Y se hacen los que no aciertan”
a dar con la coyuntura:”
Mientra al gaucho lo apura”
con rigor la autoridá.”
Ellos a la enfermedá”
le están errando la cura”

 
PARIAS EN SU TIERRA
 

Como por su peso cae, la actitud política descripta, inevitablemente debía tener su correlato social, sigamos el relato de Jimena Sáenz: “Hemos visto que la legislación social avanzaba; pero sus beneficios no alcanzaban a todos los habitantes del país. La “Belle Epoque”, bella solamente para algunos, cometía numerosos abusos contra las clases desfavorecidas. Y el peso de la injusticia recaía, más en los trabajadores… (del interior)…, en los autóctonos argentinos, los chinos o cabecitas negras del Interior, como se los denominó en 1945, que no se reunían en sindicatos, a quienes nadie ayudaba y ni siquiera se los mencionaba en la propaganda de los gremios. Si el Partido Socialista hablaba de ellos, era en términos burlescos. Sin embargo constituían la verdadera casta obrera argentina, opuesta a la obrera y fabril de las ciudades, que en su mayoría provenía de la reciente inmigración. El cabecita negra era despreciado, en primer término, por sus hermanos de razas acomodados, y en segundo lugar por los altaneros inmigrantes. La historia de cabecita es triste: sujetos a unos amos tan mestizos como él – mezcla de español e indio -… no tuvo suerte en la vida; primero las encomiendas y luego la tenencia de la tierra distanciaron a unos y otros: unos fueron los amos y otros los esclavos, y aunque todos eran primos y medios hermanos, entre ellos se abrió un insondable abismo. La cara con rasgos indígenas traicionaban a los dos grupos antagónicos, pero estos rasgos característicos resultaban evidentes, al parecer sólo para los de afuera… los que conformaron al gente decente… se consideraban a mil leguas de sus peones y gente de servicio, que con frecuencia llevaban sus mismos apellidos y descendían de un bisabuelo común, algún hispano afecto al chinerio… la falta de aliciente, la injusticia, la paga reducida, llevaron al criollo a ser haragán, desconfiado, deseoso de trabajar lo menos posible; y su color subido y aspecto humilde lo hicieron víctima de sus compatriotas más afortunados y de los inmigrantes, que consideraban como un merito personal la pigmentación clara de su piel por bajo que fuera su origen: Un testimonio refleja con claridad los prejuicios de los recién venidos frente a los primitivos habitantes del país. Se trata de un discurso pronunciado en la Cámara por Juan B. Justo, dirigente socialista, típico representante de los partidos de izquierda de la época, tan admiradores de Europa como la élite tradicional: Supone que la raza argentina de otros tiempos no quedará a la brevedad más que el idioma. La tuberculosis, el alcoholismo, y peor que todo la política criolla, diezman a esta parte de la población, que es incapaz de hacer uso correcto de los derechos de la ciudadanía, y se convierte en instrumento inconsciente de las ambiciones de los caudillos locales. Para ilustrar sus teorías, el diputado socialista relata a sus colegas un viaje proselitista realizado por Córdoba y la Pampa (1913), en cuyo transcurso no ha encontrado criollos. Sólo en Laboulaye advirtió en el auditorio dos caras típicamente argentinas – Según Norberto Galasso, esto indicaría la incapacidad del socialismo justista para llegar a las masas – y agrega: ‘Me he preguntado entonces ¿dónde están los criollos? Y sólo cuando visité la cárcel de Toay hallé la respuesta. En la población del presidio el tipo humano cambiaba por completo: me encontré rodeado de compatriotas (risas). Hicimos el recuento, y de 199 eran argentinos 155… Pensé entonces, señor Presidente, que la raza argentina, la antigua raza autóctona, está condenada fatalmente a la desaparición y que nuestro papel de gobernante no es el de poner vallas al mar’. Los alegres (y livianos) pronósticos de Justo…, señalan el estado de espíritu de un vasto sector de la población argentina respecto a sus componentes originales. Los conceptos del dirigente socialista contrastan con el alegato formulado por Juan Bialet Massé en 1904, que no sólo reivindica, sino que sobrevalora al obrero criollo, al que califica de paria en su tierra. Entre los dos centenarios (1910 y 1916), la República se dividió socialmente en compartimientos estancos. El desconocimiento y la desconfianza mutua caracterizan las relaciones intergrupales, y afectan a todos los estratos sociales… Patriciado e inmigrantes coincidían en su desprecio de habitante autóctono.


EL PRODUCTO DE LA EVOLUCIÓN
 

Bajo los parámetros y condiciones descriptas, se produce la evolución social y consecuentemente humana de la población, se dan cambios de costumbres, de hábitos, de atuendos, aspectos de la idiosincrasia se acentúan, a la par que otros se deforman o desaparecen, el gaucho tal como se lo a perfilado, en las páginas anteriores deja su lugar – barrido por la historia, por el remington diría el “Hormiga negra” y por los Chirinos agregaría Moreira a otro tipo humano en la campaña y en  las ciudades: el gaucho deviene en malevo, compadrito, matón o guapo; mientras que el patricio o el hacendado, con circunstancias menos adversas, sólo incorpora en su juventud una nueva etapa: “el niño bien”, el patotero. 
 
 
Unos y otros mantendrán en común el culto al coraje, y en el caso de los primeros su preferencia por las armas de filo, pero abandonando el facón, que será reemplazado por el cuchillo o la daga más acorde con las nuevas formas de vestir adoptadas en la época.
 

Sobre la evolución del facón al cuchillo, volveremos sobre los dichos de un autor ya citado, J.A. De Diego: “En aquella época remota en que el revolver era peligroso para él que lo usaba, el cuchillo era el arma habitual, no ya el facón o el cuchillo de llevar en la cintura que se hubiera notado debajo de saco, sino el pequeño puñal liviano y ágil de usar en la bocamanga del chaleco, y listo en la mano hasta con el vaivén de la danza… quien sabe no fuera la raza y el dejo de la capa y la espada, sustituida por la navaja sevillana de la cual el pequeño cuchillo en el chaleco no es sino un eficaz derivado.”

 
EL COMPADRITO Y EL MALEVO
 

Intentaremos ahora ir en busca de la figura del compadrito o del malevo. 
 
 
Testimonio de distinto autores:

León Benarós: “El coraje del gaucho fue proverbial… su coraje es alegre y sin ostentación, tranquilo y seguro… Este coraje se traslada con el tiempo, al compadrito, pero adquiere matices diferentes. Es el prurito de la fama lo que hace que uno vaya al encuentro del otro, para probarse…

 
Víctor Di Santos: “Se funde un nuevo personaje: el malevo, de melena engrasada, chambergo arrequintado, largo lengue y botín la francesa, ligero para el cuchillo y grosero en los requiebros amorosos.”
 

Pérez Amuschateguy: “El compadrito porteño es generalmente un vástago desclasado de estirpe inmigratoria, ‘nacido y criado’ en el conventillo… (en cambio)… El malevaje de Córdoba, los marginales y desclasados de sus suburbios son de pura estirpe nativa.”
 

Roberto A. Ferrero: “Hacía 1860/1870, el compadrito de suburbio cordobés es un gaucho degenerado en hombre de pueblo, un hombre de pueblo degenerado en gaucho. Con el hombre de pueblo la hecha de gaucho y con el gaucho de hombre de pueblo. Viste pantalón campana, calzoncillos con flecos de modo que se vean por debajo del pantalón, chaqueta un poco corta, camisa con voladitos plegados en días de gala…, camina contoneándose y como haciéndose el chiquito, tiene particular aversión por los mozos del pueblo que andan arreglados como se debe, a los que insulta con el apodo de cajetilla y se entretiene en buscar pendencia. Es cantor y fandanguero, diversiones que generalmente terminan con una gresca, que empieza por romperle a alguno la guitarra en las costillas, continua por apagar las luces y acaba con el puñal en mano”

 
El mismo autor, Ferrero, cita el testimonio de Manuel Ríos y Luis Chaval, que data de 1905: “Como si en él viviesen los rencores de la raza proscripta era hosco, taimado y receloso. El orgullo de padre español había degenerado en insolencia, la inteligencia en malicia y en audacia el genio emprendedor. Zafado y pendenciero, personificaba una protesta total contra toda autoridad y primera daba la vida que permanecer callado ante una reprimenda o un insulto(nuevamente podemos recurrir al tango: ‘Maula que ante el insulto y cobarde te achicaste’)…, más cuando la ocasión lo requería mostrábase sufrido hasta la insensibilidad, y en todos los casos y siempre, guapo hasta la inconsciencia.”

 
Y continúa Ferrero: “El odio a la autoridad constituida, va parejo con el odio al, ‘cajetilla’, al hombre del centro, a la burguesía… que vive de conformidad con aquella autoridad y sus leyes: El ‘pituco’ bien vestido que se aventuraba en ‘El Abrojal’ afrontaba la perspectiva de una segura paliza que iba precedida por la inmediata advertencia del torvo agresor: ‘¡Atájate! Cajetia, que te rompo la costia’ ”.

 
Y otra vez don Ferrero nos trae la anécdota de: “… (el) ‘Rubio’ Ruiz, que mata en duelo a cuchillo al ‘Grandote’ Miranda por que este lo había ‘retado como a chico de los mandados’. Mientras vuela el puñal buscando el cuerpo del ofensor, Ruiz le dice enceguecido por el rencor: ‘¡Rétame agóra, carajo. Volveme a retá antes de que te rompa l’alma!’. Y una vez lavada la injuria con a sangre del ‘Grandote’, se retira trastabillando a su cubil en ‘Ciudad Perdida’, mientra musita: ‘Que me venga a retá agóra’ ”


Por intermedio de León Benarós, accedemos a la pintura del malevo que realiza Miguel D. Etchebarne en “Juan Nadie: Vida y muerte de un compadre”:

Nació en casilla de lata”
con un arroyo en el frente”
que fue una arisca serpiente”
corriendo de mata en mata.”
El agua de aquella fue grata”
a su fugaz inocencia”
y al adquirir la experiencia”
que da la vida salvaje”
vio que tan sólo el coraje”
mantiene la independencia”
Fue fuerte de nacimiento”
y arisco de punta y filo,”
delgado como un pabilo”
y cimarrón como el viento:”
curtiéndose igual que un tiento”
en la escarcha y la garúa,”
lastimándose en la púa,”
robando al pobre al rico,”
se hizo familiar de chico”
del naipe y de la ganzúa”…

 
EL PATOTERO

Contemporáneo y rival – a veces enconado – del compadre, el “niño bien”, el patotero que habría de enfrentarse con el malevo en el atrio de las iglesias en épocas de elecciones, en la calle cuando el encuentro casual buscado por uno de ellos y en los piringundines donde ambos concurrían. 
 
 
Tendrían en común el coraje y el arma con que luchaban, más allá de estas coincidencias, un abismo social, de proyectos de vida, de expectativas los separaba.
 

No es el patotero un individualista como el guapo, el matón o el compadrito. Es miembro conspicuo de una pandilla de una indiada. El compadrito, el matón, el malevo, el guapo, todos ellos nacen y mueren en condición de tales. El patotero por lo general, tiene su estación, su época de florecimiento. No es patotero toda la vida. Eso si cuando deja de actuar (como los cómicos viejos que nunca olvidan su profesión) no podrá olvidar su antigua y casi olvidada condición. Ciertos detalle lo delatan.” (J.A. De Diego)

 
Sin embargo la gran diferencia, entre ambos, fue la actitud torva del malevo, en contraste con la alegría zumbona y cachafaz del “niño bien”, proclive a la broma pesada, cuya víctima preferida era algún despistado inmigrante.
 
 
Seguramente ambos tenían razones para sus respectivas actitudes.
 

Martín, el otro hijo de Marcos Colman… gracioso, mundano, elegante en el vestir, tenía un sin número de amigos, en todas partes… sumamente culto y cortes en el trato… era farrista y jugador. Sabía de memoria los versos de los clásicos… y con frecuencia aplicaba alguno al caso y, si era necesario con algún agregado de su cosecha. Miembro activo de aquella ‘patota’ que se llamó ‘La Indiada’… le ocurrió caer a la comisaría a arreglar sus cuentas. En cierta trifulca entre dos grupos adversos… le hincha un ojo a un gringo y cuando llegó su turno en el interrogatorio, le dijo a comisario: ‘Culpa mía no fue/ delirio insano enajenó mi mente acalorada/ necesitaba víctimas que inmolar mi mano/ y le pegue una trompada al italiano’. El comisario ordenó: Al poeta me lo largan, a los demás al calabozo (entre ellos el italiano).”

 
Cuando la ocasión lo exigía el “niño bien” sabía hacer gala de su coraje y de su habilidad en el duelo a cuchillo, así lo testimonia Julio A. Costa: “… ese interesante exponente del culto al coraje que se llamó Rodolfo Bilbao ‘La Vieja’… una noche que regresábamos… al llegar a Perú e Independencia, en la… vereda de la confitería nocturna de la esquina, vimos un tumulto hacia el cual corrimos. En ese momento salía por una de las puertas que daban a las dos calles un hombre grandote, de melena lustrosa, pegoteada por el clásico aceite Macasar, y fiero bigote, profiriendo denuestos y esgrimiendo un facón cabo de plata y por la otra un adolescente en mangas de camisa, con el saco envolviéndole el brazo izquierdo, y con un pequeño cuchillo en la diestra, cuyo acero brilla a la luz del gas. El joven avanzó hacía el facón y con la rapidez de un esgrimista marcó un afondo en la cabeza, que sonó como un cohete, en el cráneo del adversario, quien cayó de espalda contra la pared, de donde lo levantamos cubierto de sangre y con una herida leve. Recién tuvimos tiempo de mirar al agresor, que era Rodolfo Bilbao, quien se había detenido ante el caído listo para el avance si se levantaba… Los sacamos de allí… al preguntarle… a Rodolfo que agravio tenía con ese individuo, me contesto que ninguno, que había venido desde barracas a pelearlo porque le habían dicho que este chico de San Telmo era bueno para el cuchillo y que le había dado de hacha para no darle de punta… Afiliado por tradición al partido Mitrista, Rodolfo Bilbao era ya núcleo de resistencia de hecho en el atrio de su parroquia frente a los bravos caudillos alsinistas… En la noche trágica de su vida fue a caer en duelo mortal, epílogo del culto al coraje. Allí quedó herido abandonado en las toscas de la playa, murió… no de la herida que no era necesariamente mortal, sino de la prolongada hemorragia”. (J.A. De Diego)
 

En otras ocasiones los “niños bien” ganaban la calle para enfrentar y castigar a los extranjeros anarquistas, como sucedió para los festejos de mayo de 1910 para “La Semana Trágica de 1919”, aclaremos que los anarquistas no eran hombres de andar con chiquitas, proclives a la violencia y que gustaban de reafirmar sus reivindicaciones a los bombazos, basta recordar a Radowitzky, que mato –bomba mediante – al coronel Falcón, jefe de policía, y a su joven secretario Alberto Lartigau; a Wilckens, matador del coronel Várela mediante bomba y disparos; a Severino Di Giovanni duro entre los duros.
 

“… (en mayo de 1910)… La atmósfera está convulsionada. Los anarquistas han anunciado que boicotearan los festejos de Centenario… la huelga revolucionaria se había anunciado para el 18 de mayo… la policía utiliza el fervor nacionalista de los jóvenes bien para que hostilicen a los ácratas. Así los muchachos atacan el local de la Confederación Obrera Regional, la Asociación Obrera de Socorros Mutuos, el Sindicato de Panaderos, el barrio judío, “La Vanguardia”, diario socialista, “La Protesta”, anarquista, donde destrozan talleres y maquinarias… Y la agitación de los anarquistas y de la indiada o antiguas patotas de niños bien… continúa… una manifestación juvenil… insulta… al escultor alemán Gustavo Erbelein, porque no se sacó el sombrero al escuchar el himno… los patoteros han abusado de un extranjero… un inglés que no quiso sacarse el sombrero mientras se entonaba el himno, le sacaron los estudiante no sólo el sombrero, sino cuanto llevaba encima.” (Jimena Sáenz)
 

POR UN DUELO SE DIVIDE EL SOCIALISMO
 

Por aquellos años el duelo, habría de influir incluso en la factura del partido socialista, pues sucedió que en un debate en el Congreso: “… las palabras del belicoso diputado radical Horacio B. Oyhanorte desataron el incidente: Palacios estimó que algunos conceptos del tribuno resultaban lesivos para sus correligionarios socialistas y lo retó a duelo. En el propio seno del socialismo se produjo entonces un escándalo mayúsculo: el partido era extremadamente celoso en lo que a la conducta de sus afiliados y dirigentes se refería. El duelo, resabio de prejuicios caballerescos, incompatible con el sentido común, estaba en desacuerdo con los principios de la agrupación. Esta decidió expulsar al disidente… en el curso de los debates, Alfredo L. Palacios, ofendidísimo quiso renunciar a su banca, pero sus colegas se lo impidieron. Reconoció entonces que su fe socialista no congeniaba con el, ‘prejuicio caballeresco, que no he podido arrancar de mi alma porque me viene de raza, porque lo tengo en mi sangre criolla y castellana”. (Jimena Sáenz)
 

Por otra parte convengamos que los socialistas en esto de expulsar, llevaban las cosas al extremo ya que Repetto y Dikman sufrieron la misma suerte que palacios, uno por casarse por la iglesia y el otro por compartir una mesa con oficiales de la marina en un barco de guerra.
 

INVOLUCIÓN HACIA LA VIOLENCIA
 

En el caso de Palacios y su actitud frente al duelo, al igual que el pueblo argentino y su tendencia a la pelea, se corresponde con aquello de que “la cabra al monte tira”
 
 
Y en nosotros, como pueblo, ¡de qué manera tiró al monte!. 
 
 
El relato precedente sobre los argentinos y el valor ha llegado cronológicamente, casi a la década del ’20, continuarlo sería traer días y sucesos vividos ayer a lo sumo anteayer –en términos de la vida de una comunidad-. 
 
 
Tras mucho considerarlo y menear la cuestión, es mi opinión que corresponde interrumpirlo en este punto y no crea compatriota lector, que la interrupción se debe a algún prurito de difícil explicación, todo lo contrario, se trata de que en la evolución colectiva – la que hemos tratado de seguir – fue por esa época (principios de los años ’20) se produce un cambio cualitativo de fundamental importancia, en la primera etapa se podía hablar de los argentinos y el valor, a posterior de los años ’20 deberíamos hablar de los argentinos y la violencia y este es otro tema que nada tiene que ver con el que veníamos tratando, ya que un hombre valiente puede ser violento, pero, y acá reside la gran diferencia, el salto cualitativo al que me referíaun violento puede ser cobarde.
 

En mi concepto cuando hay coraje, cuando existe un culto al valor, cuando alguien es valiente, se da una actitud, podría decirse un estado espiritual, una condición del alma que reconoce y da un lugar preeminente a la hidalguía, a la justicia, hay una ética obligatoria en la valentía
 
 
Cuando una acción queda fuera de esa ética de valor, sólo queda la violencia desnuda, es decir un desvalor.
 

En nuestros orígenes éramos un pueblo pendenciero, bullicioso e inquieto, y éramos así – casi me atrevería a decir – por alegría de vivir, inocentemente (García Márquez habla de un mundo nuevo donde las cosas aún no tenían nombre), ante nosotros se abría un futuro a construir, una jornada recorrer, hoy a 180 años de distancia, podría afirmarse que en los últimos tramos, de nuestra jornada, somos un pueblo que ha conocido la violencia.
 

Los argentinos éramos y somos un buen material humano y dado que la conducción, la dirigencia del proceso colectivo – en muchas ocasiones – se redujo, por variadas circunstancias a sectores, grupos e incluso a personas, a la luz de los resultados me vienen a la memoria algo que creo es del “Cantar del Mio Cid”: “Que lastima que tan buen siervo, tenga tan mal señor.”

 
Este trabajo realizado como una reflexión y no como un acto de militancia, que sería necesariamente parcial, lleva en su desarrollo natural a intentar examinar las causas profundas de lo sucedido y no cuestionar al hombre... ¿equivocado?... al que debe apartarse por insignificante
 
 
Pero en algún recodo del camino se perdió el rumbo, lo particular se impuso sobre lo general, lo superfluo sobre lo trascendente, el interés sectorial sobre el bien común, en algún momento se perdió el valor y sólo quedó la violencia, física o moral
 
 
Violencia moral que es a que se ejerce desde la soberbia y la indiferencia, sin duda la más condenable ya que quien la ejerce no lo hace por su valor sino por la seguridad de que quedará impune y además se ejerce sobre quienes no tienen defensa, y mucho menos, posibilidad de reacción
 
 
Tal vez a la base de todo exista un proceso de desorientación, quizás inadvertido en un comienzo, rugiente y dominante en la actualidad que desvaloriza la condición humana y sobrevalora las cifras en un balance - muchas veces personal -
 
 
Esto que ha sucedido anteriormente y diferentes lugares del mundo ha sido acertadamente descripto por Lanza del Vasto:

Tantos trabajos y tráficos, tantos viajes y descubrimientos, tantas guerras, rapiñas, aventuras y glorias; los pueblos de América, de Australia exterminados; los de África llevados a la esclavitud por millones; la India de tesoros fabulosos arruinada de raíz y entregada al hambre y de todo eso, el beneficio y el triunfo es este amontonamiento de cosas negras en la niebla (Londres a principios del siglo XX)… Veo a los vencidos, pero ¿dónde están los vencedores?... Los vencidos somos nosotros. Nosotros, los pueblos de color, los de las islas, de los bosques o de las montañas, y los pueblos de las ciudades de cúpula de oro; los pueblos salvajes danzando alrededor del fuego, los pueblos suntuosos y refinados, los pueblos piadosos, sabios y pacíficos por diversos que fuéramos, ellos han caído sobre nosotros como un azote igual… Nos han roto en la guerra y corrompido en la paz… Los que les resistieron han perecido, pero aquellos que, como nosotros, cedieron, han conocido, acaso, una suerte peor: han perdido sus almas… No solamente nos han sojuzgado, sino que nos han comprado. No solamente nos han explotado, sino que nos han seducido… Nos han hecho trabajar para su provecho y combatir bajo su bandera. Nos han hecho perder nuestra fe para atiborrarnos de sus ideas. Han arruinado nuestras artes y nuestros oficios para sobrecargarnos con sus pacotillas. Nos han hecho renegar de nuestros hábitos, de nuestras costumbres, de nuestras fiestas, de nuestros cantos. Han terminado por hacernos creer que nada sería tan deseable para nosotros como ser ellos. Y así nos hemos muerto para nosotros.


Separado por tiempo y espacio de Lanza del vasto, sólo puedo decir desde mí rinconcito junto a la cordillera, que uno se asombra cuando se pone a pensar en todo lo que nos ha pasado como pueblo, tantas luchas, tanta pelea, ¡Tanto cambio!, y fíjense sólo algo no ha cambiado, una sola cosa ha permanecido inalterable… las vaquitas son ajenas.
 

¿Tendremos la constancia, el valor moral, de buena ley necesario para volver a Ser?

COMPRENDER ES AMAR

Godoy Cruz, Mendoza, marzo de 1997

 
BIBLIOGRAFÍA

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  • SCENNA, MIGUE ÁNGEL
“Alsina el mito olvidado”
“Todo es Historia”
Nº 127, 12.1977



¡BIENVENIDOS, GRACIAS POR ARRIMARSE!

Me atrevo a interpelar, por sentirlos muy cercanos, por más que las apariencias parecieran indicar lo contrario; insisto en lo de la cercanía, por que estamos en el mismo bote – que hace agua - , tenemos pesares, angustias y problemas comunes, recién después vienen las diferencias.

La idea es dialogar, hablar de nuestras cosas, hay textos que nos proporcionan la información básica – no única-, solo es una propuesta como para empezar. La continuidad depende de Ustedes, un eventual resultado adicional depende de todos.La idea es hablar desde un “nosotros” y sobre “nuestro futuro” desde la buena fe, los problemas exigen soluciones que requieren racionalidad, honestidad intelectual que jamás puede nacer desde la parcialidad, la mezquindad, la especulación.

Encontraran en “HASTA EL PELO MÁS DELGADO ...”, textos y opiniones sobre una temática variada y sin un orden temporal, es así no por desorganizado, sino por intención – a Ustedes corresponde juzgar el resultado -.Como no he vivido en una capsula, ya peino canas, tengo opiniones y simpatías, pero de ninguna manera significa dogmatismo, parcialidad cerrada.Soy radical (neto sin adiciones de letras ninguna), pero no se preocupen no es contagiosos … creo, solo una opción en el universo de las ideas argentinas. Las referencias al radicalismo están debidamente identificadas, depende de Ustedes si deciden “pizpear” o no.

El acá y ahora, el nosotros y el futuro constituyen la responsabilidad de todos.Hace más de cuatro décadas, en mi lejana secundaria, de una pasadita que nos dieron por Lógica, recuerdo el Principio de Identidad, era más o menos así: “Si 'A' no es 'A', no es 'A' ni es nada”, por esos años me pareció una reverenda huevada, hoy lo tomo con mucho más respeto y consideración. Variaciones de los mismo: no existe un ligero embarazo; no se puede ser buena gente los días pares.

Llegando al Bicentenario – y aunque se me tildé de negativo- siento que como pueblo, desde 1810, hemos estado paveando … a vos ¿qué te parece?. En algún momento perdimos el rumbo y ahí andamos “como pan que no se vende. Cuentan que don Ángel Vicente Peñaloza decía: “Como ei de andar, en Chile y di a pie, cuando hay de que no hay cunque, cuando hay cunque no hay deque”.

De tanto mirarnos el, ombligo y su pelusa, tenemos un cerebro paralitico, cubierto de telarañas y en estado de grave inanición. Padecemos una trágica concurrencia de factores que nos impiden advertir – debidamente -, este, nuestro triste presente y lo que es peor aún, nos va dejando sin futuro.

A los malos, los maulas, los sotretas, los villanos, los mala leche, los h'jo puta, los podemos enfrentar pero … ¿qué hacemos con los indiferentes, con los que solo se meten en sus cosas, y no advierten que el nosotros y el futuro por más que sean plurales son cosas personalisimas? Y luego dicen que quieren a sus hijos y su familia; ¡JA!, ¡doble JA!, ¡triple JA! (il lupo fero).

¡¡EL REY ESTÁ EN PELOTAS!!, dijo el niño de la calle, hijo de padre desconocido y madre ausente, ese niño es mi héroe favorito.

¿QUÉ ES PEOR LA IGNORANCIA O LA INDIFERENCIA?

¡¡NO LO SÉ Y NO ME IMPORTA!!

El impertinente, el preguntón es nuestra esperanza, nuestro “Chapulin Colorado”.

Mis querido “Chichipios” - diría don Tato- no olviden que además de ver el vaso medio vació o medio lleno, hay que saber que contiene – sino que le pregunten a Socrates - ¡Bienvenidos! Adelante. Julio


Mendoza, 11 de noviembre de 2009.